[19] La llegada.

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DIANA.

Acepté el abrazo de Rebecca con una pequeña sonrisa, a pesar de que no podía apartar mi mirada de Rick. El lobo plateado estaba junto a mí, pero lo sentía a kilómetros. Sus ojos fríos y su expresión seria, que tanto le caracterizaba, habría sido algo normal para otros... pero no para mí. Cada día empezaba a entender mejor su rostro, sus pequeñas y fugaces expresiones; ahora, él estaba furioso por mis palabras. Y tenía motivos para estarlo.

Me sentía fatal por haberle atacado inconscientemente, pero no había podido evitarlo. El oír como hablaba de las relaciones de vida con tanto respeto, pero a la vez rechazaba lo que yo le podía ofrecerle, me había dañado profundamente. Sin embargo, no había estado bien. Esta vez no había sido él el que había roto nuestra tregua, y me lamentaba profundamente de ello. ¿Por qué había tenido que fastidiarlo todo?

Ahora, solo tenía que encontrar el momento y las palabras para no empeorar el momento.

  –Muchas gracias por venir, Diana –dijo Rebecca con voz risueña, soltándome de su abrazo pero sin apartar sus manos de las mías. Su rostro brillante y la amplia sonrisa que me entregaba me hizo sentir levemente mejor, pues no pude evitar devolvérsela.

  – ¿Cómo estás, Rebecca? –Le pregunté mientras no podía evitar acariciarle el abultado vientre. La loba me miró con una amplia sonrisa, pero puso los ojos blanco.

–Demonios tú también no. Desde que entré en el octavo mes, Damon está histérico. Creo que le ha dado una apoplejía cuando he bajado las escaleras... sola.

Me eché a reír sin poder evitarlo cuando escuché un bufido exasperado varios metros por detrás de la loba Blanca. Mirando por encima de su hombro, Rebecca sonrió a Damon mientras él se acercaba a nosotras. El vampiro miró con el ceño fruncido a su Compañera, pero eso no impidió que se inclinara a besarle la sien.

Sentí una sana envidia recorriendo mi estómago. A pesar de las palabras de Rebecca, Damon no podía dejar de mirarla con infinito amor y aceptación.

   –Se llama preocupación, loba –masculló entre dientes con una ceja alzada, abrazándola desde la espalda y posando sus manos en la parte baja de su vientre. Rebecca se echó a reír y negó con la cabeza, aceptando el cariño de su Compañero.

  –Sobreprotección, querrás decir –le respondió ella con sorna, besándole la mejilla.

Me sentí incómoda mientras observaba la forma en que compartían una intimidad y un amor sin tapujos, recibiendo el cariño y la aceptación el uno del otro, a pesar de las enormes diferencias que les separaban. Me mordí el labio con fuerza y aparté la mirada de ellos, sin tener la suficiente valentía de seguir conteniendo la sonrisa. Sin embargo, no supe como actuar cuando noté la fuerte mirada de Rick sobre mí. Mis nervios empezaron a revolotear en mi estómago cuando le lancé una furtiva mirada.

Me quedé sin respiración cuando nuestras miradas conectaron. Sus ojos grisáceos brillaban como la plata, conteniendo mil sentimientos. Todavía podía ver los resquicios del enorme enfado que le habían causado mis palabras, y eso trajo consigo una enorme sensación de culpa.

No supe cuanto tiempo estuve observando sus ojos, pero cuando escuché como Damon se aclaraba la garganta, mis mejillas enrojecieron a la vez que me daba cuenta de que habíamos tenido espectadores en nuestra lucha de miradas.

  –Bueno–dijo Damon con una pequeña sonrisa, mirándonos a Rick y a mí consecutivamente–. Dentro de dos días se celebrará la reunión, pero ya tenemos las habitaciones preparadas... ¿Pensáis dormir en la misma?

Mis mejillas enrojecieron todavía más y asesiné al vampiro con la mirada. Rebecca, con cara de estupefacción, golpeó con el codo a Damon y sonrió con nerviosismo. Mis manos empezaron a sudar por la tensión cuando Rick gruñó con molestia, ladeando la cabeza y mirando fijamente al vampiro, que le devolvía la mirada con desafío.

  –Llevaremos vuestros respectivos equipajes a distintas habitaciones–dijo Rebecca entre dientes, con una sonrisa forzada–. Podéis ir a por algo de comer mientras tanto, estoy segura de que el viaje os habrá dado hambre.

Yo asentí en silencio, aceptando las disculpas que brillaban en la mirada de Rebecca. Cuando Rick y yo nos empezamos a alejar de la pareja, escuché como Rebecca reprendía a su Compañero en un tono serio:

 – No te has podido resistir, ¿verdad?

Aceleré el paso antes de escuchar la respuesta del vampiro. No quería oír lo que pensaba, aunque estaba segura de que Rick sí lo había oído. Su expresión tensa lo decía todo.

Caminamos en silencio el uno junto al otro. Mis manos sudaban por el nerviosismo de estar a solas con él después de una semana de ni siquiera haberlo visto; sobre todo, me molestaba saber que había sido yo la que había roto la extraña paz que habíamos creado dentro del coche.

Había avanzado un paso... pero había retrocedido dos. Y no sabía cómo solucionarlo sin arrastrar mi orgullo por el suelo.

Mientras pensaba en ello, entré en la cocina del castillo seguida del silencioso lobo. Los vampiros que estaban limpiando se quedaron en silencio, observándonos; algunos de ellos, incluso, se quedaron boquiabiertos.

–Hola –dije con voz ronca, sintiéndome extraña al tener tantos pares de ojos rojizos sobre mí–. Veníamos a por algo de comer, si no os importa.

Una vampiro se acercó a nosotros con una sonrisa extraña.

–Claro que no, señora –respondió ella con una leve inclinación de cabeza– ¿Qué es lo que deseáis para comer? Solo pedidlo y en cuanto esté listo lo subiré yo misma al comedor.

Miré a Rick con nerviosismo, que se asemejaba más a una estatua que a una persona. Contuve un bufido frustrado.

–La verdad es que nos gustaría comer aquí –dije con voz queda, recordando lo enorme que era el comedor. No sería capaz de comer a solas con él en un lugar tan grande y tan vacío, no sabiendo la enorme tensión que había entre ambos–. Y lo que sea que tengas estará bien. 

 La mujer adulta nos miró extrañada pero no dijo nada. Aceptando mi petición, me llevó hacia una apartada mesa donde me pidió que esperáramos nuestra comida. Cuando nos dejó a solas, mi corazón empezó a latir con velocidad.

Estaba sentada delante de él con las manos apoyadas en mi regazo. Mirando el oscuro suelo de piedra, me armé de valor para alzar la mirada hacia él. Observé durante largos minutos su rostro pensativo; Rick estaba recostado sobre la silla, con los brazos cruzados y la mirada fija en la constante actividad de la cocina, inducido en sus pensamientos y con una clara expresión de seriedad en sus labios.

  –Rick –dije en voz baja, buscando las agallas para perder un trozo de mi orgullo. Cuando el lobo plateado me miró con aquellos ojos tan únicos, simplemente me rendí–. Lo siento mucho.

 Sus ojos brillaron de manera extraña durante largos minutos en los que simplemente me miraba como si estuviera leyendo mi alma.

  –Yo también –dijo entonces él agachando la cabeza con la mandíbula tensa, respondiéndome de una forma que no había planeado.

Mi corazón se saltó varios latidos mientras intentaba entender el por qué me pedía perdón. ¿Por lo que estaba ocurriendo entre nosotros? ¿Por su rechazo? ¿Por la inevitable pérdida de nuestra amistad?

Sin embargo, no pude hacerle aquellas preguntas, pues no estaba segura de cómo reaccionaría ante sus respuestas.  

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora