Capítulo extra [15]

6.2K 681 34
                                    

LUCY.

 –¿Me estás jodiendo?–le dije, sin poder contener mi lengua ni un minuto más. 

Cuando él se echó a reír, me sentí levemente insultada. ¿De verdad se creía que era tan idiota como para creerme que él era tan joven? ¡Por favor, podría ser una completa inútil en lo referente a una lucha cuerpo a cuerpo, pero había estudiado todo sobre las razas de mis padres! Y, sobre todo, sabía perfectamente que él no podía ser tan joven. Era imposible. Irreal. Una estupidez. 

Y sin embargo, había algo dentro de mí que me decía que tenía razón. Quizá eran esos recuerdos sobre aquel niño de unos doce años que era sin duda Tobías, y que tenía los mismos poderosos ojos que me estaban mirando en la actualidad. ¿De verdad él había conseguido tanto poder a una edad tan temprana? ¿Cómo?

  – Tienes la boca muy sucia, princesa–bromeó él, ajeno a todas las dudas que bullían en mi mente. 

Y a pesar de que muy en el fondo le creía, no pude contener de nuevo mi lengua. Me sentía herida por el simple hecho de que él había pasado semanas ocultándome algo que debería haber sabido desde el primer día que hablamos, cuando me pilló huyendo del castillo. ¡Y yo me había pasado semanas llamándole viejo, cuando no tenía más de 30 años! ¡Por favor, me quería morir de vergüenza! 

  –Y tú estás perdiendo la cabeza por la edad ¡Estás senil! –le ataqué, cruzándome de brazos y haciendo un mohín con los labios–. Es imposible que tengas treinta años... ¿Tú te has visto en un espejo?

Tobías hizo un sonido de dolor y se llevó la mano al pecho como si le hubiera ofendido, mientras su madre se acercaba a nosotros con una pequeña bandeja repleta de unas galletas que me encantaban y una dulce risa saliendo de su garganta. Al instante, Tobías cambió su expresión y sonrió a su madre con amor. Aquella expresión en su rostro hizo que mi corazón se acelerara.

  –¿Tan viejo parezco, madre? –le preguntó entonces él, mirándola con regocijo. El muy condenado estaba disfrutando de esto. Mis mejillas enrojecieron cuando ella volvió a reír.

–Quizá deberías afeitarte más a menudo –le respondió ella entre risas, acariciando con ternura los pómulos de su hijo, en los cuales estaba empezando a asomar la sombra de una barba–. Esto realmente te hace parecer más viejo que yo...

Deseé que me tragara la tierra mientras la mujer me guiñaba un ojo antes de alejarse de nosotros, para darnos privacidad. Sin embargo, todavía podía oírla reírse por la mala elección de mis palabras.

–No me refería a eso, idiota–refunfuñé, comiéndome una galleta en un intento vano de aplacar mis nervios. Él me miró con aquella encantadora sonrisa que provocaba estragos en mí–. Estaba hablando del color de tus ojos.

  –Lo sé –dijo sin más, reclinándose hacia delante mientras su sonrisa se llenaba de ternura–. Todo esto tiene una explicación que tú ya conoces, Lucy... Solo que te faltan pequeños detalles por saber, pero debes creerme cuando te digo que solo tengo doce años más que tú. 

  –Eso sigue siendo una gran diferencia–murmuré, sintiendo como mis nervios recorrían mi estómago. Él estaba cada vez más cerca, mirándome con aquellos penetrantes ojos, y yo me sentía hipnotizada por ellos. Inmóvil–. Sigues siendo muy viejo para mí, ¿sabes?

Tobías se echó a reír y me dio un dulce beso que casi consiguió que me desmayara ahí mismo. Delante de todos. Delante de su madre. En cuanto aquel pensamiento recorrió mi mente, me alejé de él como un rayo y busqué a aquella bonita vampiro con la mirada. La eterna vergüenza me inundó cuando supe que nos había estado mirando con una sonrisa, y que había visto el beso. Clavando mi mirada sobre Tobías de nuevo, me fijé en aquella sonrisa triunfadora y quise asfixiarlo ahí mismo. ¡Lo había hecho a propósito, el muy idiota!

  –Para ser un viejo, no lo hago nada mal, ¿no crees?–dijo con una sonrisa pícara, quitándome la galleta medio comida de la mano y terminándosela él. Ahora tenía dos motivos para asfixiarlo. ¡Mi comida no se tocaba, estúpido!

Queriendo cambiar rápidamente de un tema que acabaría conmigo sonrojada hasta las orejas, cogí una nueva galleta con el ceño fruncido y le señalé con un dedo.

  –Pensé que me habías dicho que me explicarías todo esto después de la reunión con las hadas–me quejé, deseando en aquel momento que me diera más tiempo para digerir lo que acababa de saber.

Él me miró con una ceja alzada, como si hubiera notado el miedo y el agobio en mi voz. Todo esto era demasiado para mí: en menos de dos días había conseguido más información de él que en todas las semanas que había estado buscando, y necesitaba algo de tiempo para asimilarlo. Sin embargo, él no parecía de acuerdo con ello. O al menos, no del todo.

  –La verdad es que no tenía intención de hablarte de nada de esto, pero... –él se quedó varios segundos en silencio, mirándome como si pudiera leer cada uno de mis pensamientos. Suspiró–. Simplemente no he podido resistirme. Después de pasar tantos años lejos, saber que por fin te acordabas de mí me ha trastocado un poco–aquella admisión provocó que mi corazón se acelerara. Una pequeña sonrisa surcó mis labios, y rápidamente una preciosa sonrisa también apareció en los suyos. Me sentía feliz... y pronto noté que la felicidad que sentía no era solo mía, sino también de él. Mis ojos se humedecieron levemente cuando supe que por fin había derribado aquella barrera que separaba sus sentimientos de los míos. ¡Por fin podía sentirle!–. De verdad que he intentado guardarme todo esto, pero no he podido –se encogió levemente de hombros, como si fuera un niño que acababa de ser pillado haciendo algo de lo que no se arrepentía en absoluto–. Quería contártelo todo. Ya. Y la verdad, no puedo esperar... Aunque si tú necesitas tiempo, te daré el que necesites. Eso no lo dudes ni un momento, Lucy. 

Aquellas palabras tocaron profundamente mi alma. Por unos momentos no pude hacer nada más que mirar a aquel vampiro que estaba sentado delante de mí, con una expresión despreocupada, como si no acabara de abrir su corazón.

De repente, sentí una incontrolable necesidad de levantarme y abrazarle, de darle las gracias por querer ser sincero conmigo, por querer quitar todas las barreras que el tiempo y las personas habían puesto entre nosotros.

  –Quiero saberlo todo, Tobías –afirmé, sintiendo el nerviosismo aferrándose en mi estómago. Sin embargo, mi voz no tembló como pensé que haría. Quería la verdad, y no había nada más importante que esto. Ni siquiera las hadas. Nada.

Él tragó saliva y asintió. Levantándose de la mesa, extendió su mano hacia mí y me miró con una sonrisa decidida.

–Entonces te lo contaré todo, pero no aquí.

Con un suspiro con el que intenté tranquilizarme, cogí su mano y me levanté. Despidiéndonos de su madre y de todos los vampiros que allí había, salimos de las cocinas agarrados y en silencio, sabiendo que era hora de que todo aquello terminara.

Era el momento de saber qué había pasado con mi Compañero de Vida.


LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now