Capítulo extra [11]

6.5K 684 41
                                    

LUCY.

Salí de mi habitación en silencio mientras las luces del amanecer empezaban a clarear en el cielo. Con un bostezo, caminé por el amplio pasillo del castillo mientras agarraba con fuerza la bolsa en la que tenía todas las cosas necesarias para pasar un maravilloso día en el gimnasio. Esperaba poder encontrar a Derek, o sino sería un entrenamiento muy aburrido.

Resoplé con fuerza mientras me restregaba los ojos en un intento vano de intentar apartar el sueño que entumecía mi cuerpo, pero parecía imposible. Desde que aquella hada irrumpió ayer aquí, un extraño nerviosismo se había extendido por todos los habitantes del castillo, sabiendo que solo quedaban dos días para la esperada cita. Mi padre, desde que aquella chica había desaparecido, se había encerrado en su despacho con la intención de encontrar alguna información útil, y ni siquiera había dejado que mi madre lo distrajera un poco. La conversación que había tenido con ella horas atrás, había conseguido que pasara toda la noche en vela, pensando sobre todo en aquel vampiro que me estaba volviendo loca:

  –Mamá –le había dicho sorprendida, mientras la veía entrar en mi habitación con una expresión abatida–. ¿Qué pasa? ¿Ha pasado algo nuevo con la hada?

Ella alzó una ceja y me miró con aquellos ojos pardos que tenía. Una pequeña sonrisa se extendió por sus labios mientras se sentaba a los pies de mi cama y me cogía una mano.

  –No es la hada quien me preocupa, sino tu padre. Lleva desde esta tarde encerrado en su despacho, y no tiene pinta de que vaya a salir en un tiempo. Ha estado leyendo viejos libros de su padre, buscando alguna información que le sirva para saber qué demonios buscan las hadas aquí–mi madre suspiró y negó con la cabeza como si quisiera dejar de pensar en ello. Entonces, volvió a clavar sus ojos en mí y su sonrisa se extendió–. Y a todo esto... ¿Tú no tienes algo nuevo que contarme? ¿Algo sobre un apuesto vampiro de oscuros ojos rojos y arrogante sonrisa? 

Mis mejillas ardieron entonces, sabiendo que mi padre se había ido de la lengua con lo de Tobías.

  –No sé que hacer –susurré, mientras sentía arder mi rostro–. Es como intentar encontrar la forma de coger un cactus con las manos desnudas. Sé que en el mismo momento que intente acercarme a él, se alejará... Y no sé como hacerlo, mamá... Realmente no le conozco de nada. Tengo miedo de equivocarme.

Su sonrisa entonces cambió, demostrando aquella dulzura que solo ella poseía y que calmaba cada célula de mi cuerpo. Cogiéndome las manos, se quedó varios segundos en silencio, como si estuviera replanteándose muy bien sus palabras. Cuando habló, mi corazón se aceleró:

  –Tú no puedes equivocarte en lo que a él respecta, Lucy. Vosotros os elegisteis desde que estabas aquí –las palabras de mi madre eran tan suaves que parecía un susurro; cuando se llevó la mano al vientre, la confusión me golpeó–. Este tema es algo que no me concierne, pero no puedo dejar que las dudas te corroan, hija. Te voy a decir la verdad: a pesar de todo el miedo que sientes, dentro de ti sabes que no hay ninguna equivocación. Os pertenecéis, y debéis hablarlo cuanto antes. Lleváis demasiado tiempo separados, y los secretos no son buenos para nadie... Ni siquiera para protegerte. Búscale y díselo. Dile que sabes quién es y que necesitas la verdad. Pregúntale.

–¿Mamá? –susurré algo nerviosa por su comportamiento–. ¿Por qué no me lo dices? ¿Por qué no simplemente...?

–Esto es algo que debéis solucionar entre vosotros. Debes ser valiente, Lucy. Pregúntale sobre él. Quién es. De dónde proviene su poder... –una pequeña sonrisa se extendió por sus labios–. Su verdadera edad. 

–¿Su edad? ¿Por qué demonios...?–mi pregunta se quedó atascada en mi boca cuando me tapó la boca con su mano, silenciándome y negando con la cabeza mientras se reía de algo que no comprendía.

Me quedé perpleja mientras todas mis respuestas se levantaban de la cama y se despedían de mí con un beso en la frente. Me quedé boquiabierta mientras veía como mi madre salía de mi habitación, sin hacer ningún caso a todas las preguntas que salían de mi boca. Me ignoró por completo, y cerró suavemente la puerta.

Y desde entonces, había pasado horas dando vueltas en la cama, sabiendo que por mucho que lo intentara no conseguiría dormir. 

Y esa era la verdadera razón por la que estaba caminando hacia el gimnasio. Necesitaba desahogarme con alguien... Y ese alguien iba a ser mi querido primo. 

Con esa idea en mente, paré delante de la habitación en la que dormía y llamé varias veces.

  –Derek despierta –llamé varias veces– ¡Derek, te necesito! ¡Vamos! –llamé de nuevo durante varios segundos– ¡Derek! 

La puerta se abrió mientras un profundo y amenazante gruñido recorría el aire. Una enorme sonrisa se extendió por mis labios mientras observaba el rostro amenazante de mi amado primo. Con su pelo revuelto y una mirada asesina en su cara, le lancé una rápida mirada hacia sus pantalones caídos y su pecho desnudo. Hice una mueca. Si no sintiera repugnancia por el hecho de que era mi ''primo'', me sentiría atraída por él.

  –¿Qué demonios estás haciendo, burra? –su voz sonó ronca, aunque no sabía si era por el sueño o por el enorme enfado que llevaba encima–. No sé si sabes mirar un reloj, pero son las cinco de la maldita y jodida mañana. Vuelve dentro de diez horas, y quizá te responda sin querer arrancarte un trozo de carne de tu pequeño y valioso cuerpo.

Derek intentó cerrar la puerta, pero se lo impedí. Fruncí el ceño mientras contenía a duras penas las carcajadas. 

 –Necesito que me acompañes al gimnasio. No puedo dormir–hice un gesto de súplica con las manos, sabiendo que sería inútil. Sus ojos grises se entrecerraron, mirándome como si quisiera atarme una piedra al cuello y tirarme a un río– ¡Por favor!

  –Me importa muy poco que no puedas dormir, Lucy. Por si no lo has notado yo sí que...–su frase se quedó a medias cuando no pude evitar echarme a reír. Me encantaba despertarle, pues toda la amabilidad que tenía durante el día, desaparecía por las mañanas. Era un monstruo quejica y rencoroso hasta que llegaban las diez de la mañana–. Eres un ser malévolo y ruin, bicho. Deberías ser la princesa del infierno.

  –Vamos Derek, de verdad que te necesito... Después de lo que pasó ayer con aquella hada, y la conversación que tuve por la noche con mi madre, no he podido dormir nada... ¡Necesito a alguien a quien pegarle! ¡Por favor!

Derek gruñó con molestia y se restregó el rostro con ambas manos antes de pasárselas por su despeinado pelo. Durante unos segundos se quedó en silencio, hasta que gimió como si quisiera echarse a llorar y alzó la mirada hacia el techo. Su gesto de profundo sufrimiento me hizo saber que lo había conseguido.

–Dame dos minutos –su respuesta seca me hizo sonreír. Asintiendo rápidamente, le observé mientras entrecerraba la puerta, farfullando lo maravilloso que sería vivir en una montaña alejado de seres vivos molestos. 

Mientras me mordía el labio, esperé en la puerta hasta que él salió. Se había puesto una camiseta negra sin mangas y se había cambiado el pantalón por otro que sería mucho más cómodo para entrenar.

  –Que sepas que voy a vengarme por esto, Lucy –sus ojos plateados refulgieron con malicia y una maligna diversión–. Esta vez no me voy a controlar. Voy a patear tu pequeño y preciado culo por haberme despertado, y ni siquiera tu padre podrá pararme.

Una pequeña sonrisa se extendió por mi rostro, notando como una parte de mí se sentía animada por un poco de acción. 

–Eso espero... –susurré, deseando poder descargar toda la tensión acumulada.


LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now