[39] Lucha de iguales.

7K 784 23
                                    

DIANA.

Un gemido escapó de mis labios cuando vi como la sangre empezaba a manchar el plateado pelaje de Rick: aquella herida se había vuelto abrir. Maldije entre dientes. Mi corazón se saltó varios latidos al escuchar como gruñía por el dolor y retrocedía, sin apartar la vista de su padre.

Mis piernas flaquearon cuando me fijé en la fría y salvaje mirada que su padre le dirigía, como si no fuese consciente de nada salvo de que era un contrincante. Alguien al que debía eliminar. Me mordí el labio con fuerza hasta que sentí la sangre manando de él, e intenté transformarme sin éxito. Temblando, me apoyé todavía más en el tronco y agaché la cabeza mientras contenía un grito frustrado. Cada vez que intentaba convertirme, sentía como si miles de agujas se clavaran en mi columna; el dolor era horrible, pero nada podía superar la frustración que sentía mientras veía sin poder hacer nada como Rick perdía lentamente.

  –Rick, aléjate de él. ¡Huye! –grité con fuerza, con los ojos plagados de lágrimas. No podía apartar la vista de ambos, no podía alejarme de Rick. Sin embargo, tampoco era capaz de observar como moría. 

  Rick giró su cabeza hacia mí, clavando sus plateados ojos en los míos. Me estremecí con fuerza cuando vi la desesperación y el enojo en su mirada, y un gruñido salió de su garganta: quería que me alejase de allí. ¡Demonios! ¿Cómo podía pensar que podría dejarle solo? 

Negué con la cabeza y, cogiendo las pocas fuerzas que me quedaban, caminé hacia él. Rick no tenía posibilidad alguna contra su padre en aquel estado, no cuando aquella aparatosa herida se había abierto de nuevo tras el último ataque de su padre. Mientras miraba aquella mirada plateada, supe que no podía dejarle solo. No podía. Prefería morir junto a él a huir por mi vida, sabiendo que Rick quería sacrificarse por mí. ¡Estaba loco si pensaba eso! 

La estupefacción brilló en su mirada y negó con la cabeza, clavando la mirada de nuevo en su padre. Los ojos de aquel enorme lobo se clavaron en mí, en su principal presa, en la desconocida que se había atrevido a entrar en su territorio. Tragué saliva mientras me estremecía. 

Jamás había visto a un lobo tan salvaje como él. Con aquellos ojos azul eléctrico, junto con aquel pelaje plateado y aquella cicatriz que surcaba su rostro, parecía un lobo de leyenda. Realmente, lo era.

  Rick gruñó de nuevo y se interpuso en su campo de visión. Mi corazón se aceleró todavía más cuando mi terco Compañero  intentó protegerme de nuevo, incluso cuando estaba perdiendo una cantidad desmesurada de sangre.

  –Rick –susurré su nombre, apretando con fuerza las manos. Me acerqué a él bajo la atenta mirada de su padre, que nos gruñía con furia. 

Sin embargo, cuando estaba a pocos centímetros de tocar el pelaje de mi Compañero, el padre de Rick enfureció. Con un gruñido aterrador, se lanzó hacia nosotros con una expresión asesina. Grité sin poder evitarlo cuando Rick le atacó de nuevo, interponiéndose entre su padre y yo. 

–¡Rick, no!

Caí de rodillas al suelo mientras me tapaba el rostro con las manos, llorando con la respiración entrecortada. No era capaz de ver como Rick moría. ¡No podía hacer nada! Grité su nombre de nuevo, pero, de pronto, una voz que jamás pensé que escucharía aquí, sonó por encima de mis súplicas:

  – ¡Saoul, basta!  

Mi corazón se paró mientras alzaba la mirada. Un gemido se escapó de mis labios al ver a Marie a varios metros de nosotros, con el rostro descompuesto por el dolor pero con la determinación brillando en su mirada. La esbelta mujer llevaba aquella tela que se adhería a nuestra piel y que nos permitía transformarnos sin ninguna dificultad. Una nueva ola de lágrimas surcó mis mejillas mientras ella se acercaba al majestuoso lobo que se había quedado paralizado al oír la voz de su Compañera.

Por primera vez, me di cuenta de que aquella mirada azul eléctrica brilló de una manera muy distinta a la que había visto; sus ojos mostraban una gran confusión y terror. Con un gruñido, se alejó levemente del sangrante cuerpo de Rick y clavó su mirada en Marie. Al instante, me arrodillé ante Rick sin poder dejar de llorar.

Mientras hundía mi rostro en su pelaje, sin importarme que estuviese lleno de sangre, noté como empezaba a transformarse en humano. Segundos después, tenía mi rostro escondido en su cuello y uno de sus brazos envolviendo mi cadera.

  –Si no estuviera tan débil, me encargaría de matarte –susurró él con dolor, abrazándome más fuerte con el único brazo que parecía poder mover. No me atrevía a levantar la mirada y observar aquella aparatosa herida de nuevo, no cuando el olor de su sangre estaba saturando mis sentidos–. Nunca más vuelvas a...

  –Cállate –le espeté, alzando la mirada y clavándola en sus ojos. Sus ojos grises parecían desenfocarse levemente mientras fruncía el ceño– No te atrevas a culparme por no querer dejarte morir. ¡Seré yo la que te mate si vuelves a hacer algo tan estúpido como eso! Maldita sea –empecé a llorar con fuerza, sin poder evitarlo– ¡Se supone que soy yo la idiota impulsiva a la que tú salvas! ¡No puedes cambiar los papeles! ¿Me oyes? ¡Nunca! 

Rick soltó una leve carcajada a la vez que su expresión se suavizaba. Inclinándose, posó sus labios sobre los míos. Aquel delicado beso me calmó de una manera que no podía haber imaginado; pegando nuestras frentes, suspiró.

  –Está bien, loba. Cálmate –hice un puchero involuntario mientras él pasaba la mirada por mi rostro. Una sonrisa cansada surcó sus labios, a la vez que una mueca de dolor se extendió por su rostro–. Después de todo, seguimos vivos. Lo conseguimos, ¿no?

Yo tragué saliva mientras mi garganta se apretaba. Me tensé por el terror cuando él apoyó su frente en mi hombro, tambaleante. En esos momentos agradecí que estuviésemos en el suelo, pues no habría podido aguantar el peso de su cuerpo sobre mí. 

  –Rick –dije con voz aguda, intentando hacerle responder– ¡Rick! 

Lanzando una rápida mirada a la sangrante herida que tenía en el lado izquierdo de su pecho, gemí de dolor. Las náuseas se envolvieron en mi estómago. Rick necesitaba ayuda. Necesitaba ayuda urgente. Me mordí el labio con fuerza para no llorar y miré sobre mi hombro hacia Marie; ella era la única opción que tenía.

  –¡Marie, Rick se está muriendo! 

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt