[22] Decisiones.

7.6K 818 53
                                    

DIANA.

Abracé con fuerza el enorme cojín que estaba usando para amortiguar mis sollozos mientras intentaba contener la nueva ola de lágrimas. Me sentía patética y estúpida mientras recordaba que le había contado a Rebecca que jamás me rendiría con Rick. Que sabía que él sentía algo por mí. Ahora lo único que podía imaginar era que él solo quería reírse de mí. Burlarse. Humillarme.

  –¿Cómo has podido? –pregunté en voz alta, con la traición clavándose hondo en mi corazón. Estaba segura de que jamás sería capaz de superar esto. Él había estado con otra durante horas, y yo mientras tanto había estado como una estúpida llorando por él. Justamente como lo estaba haciendo ahora. Y por mucho que quisiera parar, no podía.

Hundí mi rostro contra el mullido cojín y grité con fuerza, sintiendo como mi garganta se resentía pero parte de mi dolor, por un instante, se liberaba. Sin embargo, siempre volvía a mí.

Quería maldecir, quería gritar, quería llorar... ¡Quería sangre! Yo no estaba preparada para algo así. Estaba tan furiosa y tan herida que no sabía como controlarme; por una parte, ansiaba salir de la habitación de alejarme de ellos dos, pero por otra... lo único que quería era preguntarle el por qué. Por qué me hacía tanto daño, por qué no sentía por mí lo que yo sentía por él. 

Sin embargo, no merecía la pena sufrir tanto, pero sabía que si no lo intentaba jamás sería feliz. Al parecer, estaba condenada a vivir con el dolor dentro de mi corazón y con el rencor de saber que la única persona que estaba destinada a completarme, ni siquiera me tenía en cuenta. Que no le importaba nada. Una nueva ola de lágrimas anegó mis ojos.

¿Cómo había sido capaz de traerla aquí? ¿Qué había conseguido con todo esto? ¿Por qué se empeñaba en destrozar todavía más mi corazón? Y sobre todo... ¿Por qué era tan estúpida de seguir intentándolo? ¿Por qué no me rendía por una vez en mi vida?

  –Diana, ¿estás ahí? –la voz de Rebecca llegó a mí a través de la puerta– ¿Estás bien? ¿Puedo pasar? 

Mi orgullo se resquebrajó todavía más. Llevaba toda la noche llorando, lo sabía. Y sabía que Rick había escuchado mi llanto. Sin embargo, lo que más me humilló fue el tono preocupado en la voz de Rebecca; recordé como le grité que se fuera ayer, como rechacé salir de allí. No había estuve preparada para que nadie viese mi deplorable estado... Ni lo estaba ahora.

  –Vete por favor –dije con la voz rota, sin necesidad de levantar la voz–. No quiero ver a nadie... No...

Mis hombros empezaron a temblar de nuevo y comencé a llorar en silencio, mordiéndome los labios con fuerza para no sollozar. 

  –Diana –la voz de Rebecca fue suplicante–. Por favor, déjame entrar... Tu padre llegará en unas horas, y sé que no quieres que te vea así. Por favor, déjame ayudarte.

Aquellas palabras calaron hondo en mí. El rostro de mi padre apareció en mi mente con claridad: su sonrisa, sus ojos, su rostro. Me abracé con más fuerza a mí misma, sabiendo lo furioso y decepcionado que se pondría si me veía así, derrotada por el rechazo de un... Lobo. Él siempre me había dicho que yo era capaz de todo, que no importaba que los demás pensaran que era más débil que ellos. Mi garganta se apretó y tosí varias veces, apartándome las lágrimas de un manotazo. Me ardían los ojos por todas las veces que había intentado limpiar mi rostro, y todavía podía notar la sangre seca de mis labios tras haberme pasado horas mordiéndolos.

Me levanté de la cama cuando escuché de nuevo su súplica. Caminé lentamente por la habitación que estaba a oscuras y abrí la puerta lentamente, agachando la cabeza para que no Rebecca no viese mi lamentable estado. La Loba Blanca se tensó al ver mi rostro, pero no dijo nada mientras se internaba en mi habitación.

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now