[41] Alejándola.

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¡Capítulo dedicado a la madre de LadyGela16 por hacerme reír ♥!

DIANA.

Me había quedado muda tras el doloroso grito que Saoul había proferido minutos antes. Jamás había visto una transformación que durase tanto y que fuese tan lenta, como si su cuerpo humano y su parte animal no quisiera ser uno. Me estremecí con fuerza y abracé todavía más a Rick, que seguía apoyándose en mí. Con el simple hecho de pensar que Rick llegaría algún día a sufrir algo así, me daban ganas de llorar.

–... No podré contenerlo más. Este será el último año que vuelva a ti –Mi corazón se apretó con fuerza cuando escuché parte del susurro que le dirigió Saoul a Marie. La injusticia se clavó duramente en mi pecho mientras los veía abrazarse con fuerza, como si quisieran unirse y no separarse nunca más.

Sin poder evitarlo, aparté la mirada cuando ellos se besaron, pues aquel momento era la única intimidad que tendrían. El último momento que estarían juntos... Exactamente como nos ocurría a Rick y a mí. Las lágrimas se acumularon en mis ojos y clavé la mirada en el hombre que tenía junto a mí.

No llores –susurró entonces Rick, alzando su rostro de mi cuello y clavando su mirada en la mía con dificultad, pues la pérdida de sangre le estaba pasando factura a pesar de que se estaba sanando todavía más rápido de lo normal–. No quiero verte llorar, Diana. Ni por ellos, ni por nosotros. Nuestro sacrificio salvará las vidas de todos –no dije nada mientras él repasaba a ambas Manadas con la mirada, como si aquello fuera suficiente como para sacrificarlo todo–, de los niños, las mujeres, los ancianos. Aunque sea injusto, es lo que debe ser... Y necesito que lo aceptes antes de irme. No quiero que esto te corroa de por vida; jamás me lo perdonaría.

No dije nada mientras intentaba contener un inconsciente puchero. Lo único que quería era abrazarle y esperar a que todo esto fuera un sueño, a que nada de lo que esta noche ocurriría fuese cierto. No quería dejarle ir, pero sabía que no había otro modo. Aunque quisiera ser egoísta y alejarme de aquí con él, sabía que la maldición lo mataría. No había salida.

Asentí levemente cuando él me cogió el rostro con una mano y ladeó la cabeza, esperando una respuesta que no deseaba darle, pues no era lo que realmente quería.

–Lo comprendo, Rick, pero eso no signifique que no me destroce –sorbí mis propias lágrimas y negué con la cabeza–. No voy a poder vivir sin ti... Pensar que voy a tener que esperar un año para...

Él pegó su frente a la mía y cerró con fuerza los ojos, como si mis palabras le doliesen.

–No lo harás, Diana –me interrumpió él entonces, sin mirarme–. No esperarás un año para verme. No voy a permitir que ancles tu vida a la mía de esa forma. Quiero que... Que... –él gruñó, como si le costase un mundo decir aquellas palabras–. Quiero que encuentres a alguien con quien compartir tu vida y seas feliz.

–¿Qué? ¡No! –me intenté alejar de él, completamente estupefacta. ¿Cómo podía pedirme algo así?

–Sí, Diana –me gruñó él, cogiéndome el rostro ahora con las dos manos, clavando su mirada en la mía–. Tienes que hacerlo. Uno de los dos tiene que vivir una vida normal, y esa vas a ser tú.

–¡Rick, cómo puedes...! –empecé a gritar, atónita y furiosa, librándome de su agarre y frunciendo el ceño, con las lágrimas cayendo por mis mejillas.

Sin embargo, mis reclamos terminaron cuando él posó su boca sobre la mía, besándome suavemente. A pesar de que deseaba gritarle y golpearle por las estupideces que estaba diciendo, no pude negar aquel beso, aquella dulzura. Cerrando los ojos con fuerza, supe que no podía rechazarlo porque posiblemente era el último que recibiría de él.

Cuando nuestros labios se separaron, mis mejillas se colorearon al darme cuenta de que Marie y Saoul nos miraban fijamente. Mis ojos se dirigieron directamente hacia el hombre, que estaba apoyado en Marie y tenía una especie de manta recubriéndolo. No sabía como la había conseguido, pero agradecí que la llevase encima.

No sabía como reaccionar en aquel momento, pues hacía menos de una hora que había estado corriendo por mi vida para que él no me asesinara; ahora, el Saoul humano me miraba fijamente con aquellos ojos azul eléctricos, haciéndome notar que lo sentía, el arrepentimiento que le carcomía. Sin saber muy bien por qué, negué con la cabeza y le resté importancia. El Alfa sonrió levemente, y por unos segundos la frialdad que marcaba su rostro desapareció, y aquella cicatriz que le recorría el rostro no le hizo parecer tan aterrador. 

  –Ha llegado la hora –dijo entonces Saoul, abrazando con más fuerza a Marie. Aquellas palabras crearon un profundo agujero en mi estómago; inconscientemente negué con la cabeza–. Tenemos que ir, Rick.

Rick gruñó levemente y asintió, alejándose levemente de mí y poniéndose con esfuerzo de pie. Yo, todavía arrodillada en el suelo, alcé la mirada hacia Rick mientras seguía negándome a soltarle la mano. No, él no podía irse, no ahora. ¡No así!

–Diana–dijo con la voz ronca, mirándome con aquellos ojos plateados que brillaban como el mercurio–. Vuelve a casa, Diana. No tienes por qué ver esto, no...

  –¡No! –exclamé intentando contener una nueva ola de lágrimas. Levantándome del suelo sin soltarle la mano, negué con la cabeza mientras me acercaba a él–. No me a alejar de ti. 

Rick me abrazó con fuerza y suspiró, alzando el rostro hacia el cielo. Miró la luna fijamente durante unos instantes, y después clavó de nuevo la vista en su padre.

  –Vamos.

* * * * * * * * * * * * *  

RICK.

Miré de reojo a Diana y se me partió el corazón al verla caminar a mi lado, con los ojos rojos por las lágrimas y en silencio. Mi garganta se apretó por el orgullo que sentía hacia ella, por la fuerza que estaba demostrando al estar conmigo hasta el final, como me había prometido. 

Sin embargo, el dolor que estaba sintiendo era inigualable. Jamás había sufrido tanto como estaba sufriendo hoy al verla así, tan deprimida, tan seria. Y lo peor de todo era que no podía hacer nada para aliviar su dolor, para aliviar nuestro dolor.

A cada paso que dábamos nos acercábamos cada vez más al lago donde murió el padre de Jacques, donde se desencadenó todo este infierno. Aquel lugar me ponía los pelos de punta, y saber que estaba llevando a Diana hacia allí me corroía por dentro. 

A los pocos minutos, divisé el reflejo de la luna en aquellas aguas oscuras y me estremecí. Diana apretó con fuerza mi mano, sintiendo el mismo aire gélido que reinaba. Era aterrador.

 –Ya queda poco, hermana... Muy poco...

Miré hacia mi izquierda y vi al Sanador mirar hacia el lago con una pequeña sonrisa mientras apretaba una larga caja entre sus brazos. La fría furia se clavó en mi pecho como una daga helada, y si no hubiese sido porque Diana estaba a mi lado, habría atacado a ese cruel vejestorio que halagaba la locura que había hecho su hermana antes de morir.

 –No le escuches, Rick –dijo entonces mi padre, que caminaba junto a nosotros. Mirándole, pude ver como miraba hacia el lago con el rostro serio, pero que en el fondo de su mirada brillaba su parte animal–. No merece la pena.

No pude responder nada mientras nos acercábamos cada vez más a la orilla del lago. Cuando estuvimos todos allí reunidos, solté el agarre de Diana con esfuerzo y le lancé una rápida mirada a Alan, que captó rápidamente lo que quería.

Cuando Alan le cogió de un brazo y la alejó suavemente de mí, Diana me miró confusa, parpadeando rápidamente y ladeando su rostro. 

  –¿Rick? –preguntó ella en un filo hilo de voz.

  –No puedo dejar que veas esto –dije con el ceño fruncido, sabiendo que no dejaría que el rito acabase. Cuando el Sanador se acercó a mi padre y a mí con dos largas dagas, Diana jadeó–. Alan, sácala de aquí. 

Apreté los dientes con fuerza cuando Alan obligó a Diana a alejarse de mí. Cerrando los ojos con fuerza, me costó un largo minuto el poder controlar a mi lobo para que no fuese tras ella. 

Sin embargo, ni cuando se apagó el agudo sonido de sus sollozos pude olvidarme de ellos. 

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now