[14] Desatado.

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¡PERDÓN! xDDD Sé que dije que lo iba a subir ayer, pero lo que pasó es que no me di cuenta de que había ocurrido un error y cerré wattpad sin saber que realmente no se había subido. El ansia por dormir me pudo xD ¡Lo siento!

RICK.

Un grito se quedó atascado en mi garganta al oír aquellas jodidas palabras, que parecieron explotar contra mi rostro y despertar cada molécula de mi cuerpo. Apreté con fuerza las manos, sintiendo como la sangre recorría mis dedos y caía lentamente hasta el suelo al clavarme mis propias uñas. Quería zarandearla, quería marcarla, quería hacerle ver que no podía jugar con fuego. Los ojos de Diana se habían abierto, completamente desconcertados mientras me observaba con las emociones a flor de piel. Temblé por la ira que me recorría, por el dolor por contener a aquella parte que estaba destrozándome por salir y reclamar lo que era suyo, y sobre todo, por descubrir quién se había atrevido a tocar a mi Compañera. Cerré los ojos con fuerza ante la afirmación tan rotunda que surgió en mi mente; ahora, en lo único que podía pensar era en ella. En que era mía. Y que otro había puesto sus manos sobre ella. Y lo pagaría.

Me acerqué hacia a Diana mientras ella retrocedía, asustada. Sus ojos dorados se movían con rapidez, buscando una salida que no le iba a permitir... porque no podía. Solo podía pensar en contenerme para que mi lobo no actuara, para que no la marcara, pero ni siquiera sabía cuánto iba a aguantar. Podía oír el latido desbocado de su corazón y su respiración tan acelerada como la mía; con los brazos alzados, parecía intentar pararme sin éxito. Cuando sus piernas chocaron con la cama y sus manos se posaron sobre la piel de mi pecho, contuve un gruñido furioso. Esas manos habían tocado a otro, maldita fuera ella. Estaba tan furioso que mi cuerpo temblaba por la tensión. ¿Cómo demonios se había atrevido? ¿Por qué me ponía las cosas más difíciles?

Su boca se entreabrió, con un gemido atascado en su garganta, cuando me incliné sobre ella y hundí mi rostro en su cuello. Su olor me golpeó de lleno y la furia por saber que otro había disfrutado de su aroma me enloquecía. Antes, el olor a alcohol había enmascarado todo lo demás, pero ahora encontraría lo que buscaba.

Un gruñido retumbó en mi pecho al encontrar el olor del joven lobo que habíamos visto aquella mañana. Recordé su rostro aniñado, su sonrisa juguetona cuando Diana le besó la mejilla y la mirada desafiante que me lanzó cuando ella sea alejó de él; antes me había contenido pues sabía que Diana lo había hecho para molestarme, pero ahora... Esto era demasiado. Le demostraría a aquel niñato que no se debía tocar lo que no era suyo. Y Diana no lo era, de eso estaba seguro.

  –Rick –graznó Diana, con la confusión grabada en el rostro.

Gruñí de nuevo cuando me alejé de ella. La traición ardía en mi pecho mientras la miraba, con la cabeza ladeada. Clavé mi mirada en el mismo lugar en el que había encontrado el leve olor del lobo, y grité cuando me di cuenta de la marca amoratada de su cuello. Cerré los ojos con fuerza y di varios pasos hacia atrás, agachando la cabeza mientras un rayo de dolor recorría mi espalda. Mi lobo estaba peleando más que nunca por salir, furioso, y yo no podía encontrar ninguna razón para no hacerlo. Por una vez, quería dejarle salir para que saciara su sed de sangre, para que se vengara de aquel maldito niñato y sobre todo para que le enseñara a Diana que no era tan frío ni tan insensible como ella creía. Aunque por el gesto estupefacto en su rostro, ya lo empezaba a suponer.

Me giré con intención de salir de allí antes de que sucumbiera y la marcara, cosa que empeoraría mi vida con rapidez. Eso no era algo que pudiese ocurrir, ni siquiera cuando me estaba muriendo por hacerlo. Debía empezar a aceptar que ella iba a estar con otro, pero desde luego no iba a ser aquel estúpido lobo.

* * * * * * * * * 

DIANA.

 No podía creerlo. Ni siquiera había podido llegar a imaginar que algo así podría ocurrir, no cuando se trataba de Rick. ¿Dónde se había metido aquél témpano de hielo que me enloquecía? ¿De dónde había salido aquel fuego de su mirada?

Mi corazón se saltó varios latidos cuando, tras lanzarme una mirada furiosa, salió de la habitación. Mi respiración se aceleró todavía más, pues sabía perfectamente a dónde iba. Me maldije entre dientes, sabiendo que había llegado demasiado lejos.

Maldiciendo entre dientes, salí descalza de la habitación y me encontré la cabaña vacía y la puerta abierta. ¿Cómo demonios había salido tan rápido?

  –Mierda –mascullé, sintiendo como el miedo se revolvía en mi estómago. Si Rick alcanzaba al joven con el que había estado, lo mataría sin dudar... Y habría sido todo mi culpa.

Eché a correr detrás de él, intentando guiarme por mis embotados sentidos. En aquel momento odié profundamente haber bebido, haber hecho lo que intenté hacer, y sobre todo hablar. Tenía que aprender a callarme, maldita fuera. Acababa de meterme en el mayor lío de toda mi vida, y estaba segura de que en cuanto le contase la verdad a Rick, me crucificaría.

Me mordí el labio mientras me guiaba por el olfato. Varios aromas de distintos lobos llegaron hasta mí cuando llegué a la plaza en la que estaba reunida toda la Manada, pero solo tardé varios segundos en encontrar al que buscaba. Rick, sin camiseta y ganándose la atención de todas las malditas lobas del lugar, estaba caminando con pasmosa agilidad hasta el lugar donde se reunían los jóvenes, que siempre estaba algo apartado de lo demás. Maldije de nuevo.

Corrí entre la gente que se interponía en mi camino, apartándola sin miramientos y sin hacer caso de los comentarios que hacían sobre mi falta de calzado. No había tenido tiempo de ponerme las botas; realmente, ni siquiera había tenido tiempo de entender lo que había pasado. ¿En qué momento había perdido completamente el juicio? 

  –Diana, ¿por qué no llevas zapatos? –me preguntó Jake, agarrándome del brazo con una sonrisa y retrasándome–. Y Rick acaba de pasar sin camiseta. Creo que ahora entiendo por qué os pertenecéis.

Mi garganta se apretó.

  –Jake, tengo que irme –le dije con urgencia segundos después, intentando soltarme. Ya llevaba varios minutos de retraso, y eso era algo que podía ser fatal.

Al instante, su rostro se ensombreció. Sus ojos negros brillaron de manera peligrosa cuando me cogió de la barbilla y alzó mi rostro, dejándole que le mostrara la marca amoratada del lobo; Jake, al oler a quién pertenecía, maldijo bruscamente.

–¿Qué demonios has hecho? –sus ojos se habían abierto como platos, sabiendo lo que significaba todo aquello–. ¿Dónde coño está Rick?

  –Acaba de ir a por él –dije con voz llorosa, sintiendo las lágrimas agarrotadas en mi garganta–. Tengo que pararle, no es lo que él piensa... No debí decirle nada.

Jake masculló una maldición y me soltó.

– ¡Corre! –me urgió entonces, señalándome hacia el interior del bosque– ¡Eres a la única a la que no tocará! ¡Vamos, vete!

Me aparté las lágrimas de un manotazo y salí corriendo en la dirección que me indicó. Cuando llegué a mi destino minutos después, el caos se había desatado por todo el claro. Sin embargo, mi mirada viajó hasta mi lobo. Hasta Rick. Y mi corazón se encogió con fuerza.

  – ¡Rick, no!

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora