Epílogo.

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Tres meses después...

DIANA.

Los gritos de Rebecca se escuchaban por todo el castillo, haciendo que todos los que estábamos esperando en el salón sufriéramos por dentro. Damon, el príncipe vampiro que era el Compañero de Vida de la Loba Blanca, tenía una expresión de puro sufrimiento en el rostro, y a cada grito que su Compañera profería, su piel empalidecía.

Se escuchó otro grito y Damon maldijo entre dientes, levantándose del sillón en el que había estado sentado y empezó a caminar por toda la sala, con una de sus manos revolviendo su pelo.

  –No puedo seguir aquí. Voy a ver como está –anunció él de pronto, con toda intención de salir a buscar a su mujer. Sin embargo, Rick y Jake se interpusieron en su camino, a pesar de que sabían que actualmente no podrían con él. Era una locura interferir entre un vampiro emparejado y su Compañera, pero sabían que Damon no podía entrar allí. Alessandra, la vieja curandera, se lo había impedido. Según sus palabras: ''No quiero a ningún vampiro histérico interrumpiendo mi trabajo.''

Con un suspiro entre mis labios, alcé la mirada hacia todos los que estaban allí. Todos habíamos estado pendientes del nacimiento de la esperada Lucy, la primera loba vampiro de la que se tenía idea. 

  –¡No puedo quedarme aquí! ¡Me voy a volver loco!–gritó Damon, evitando que Jake y Rick le tocaran.

  –Todavía quedan un par de horas hasta que Lucy nazca, Damon –Lucan intervino, intentando calmar a su hijo–. Sal fuera, toma el aire y tranquilízate. Alessandra no podrá trabajar si apareces allí. Tienes que entenderlo.

Damon masculló una maldición y salió del salón con rapidez, seguido por Rick y Jake.

Suspiré de nuevo y me levanté. La verdad era que los gritos de Rebecca eran ensordecedores; me ponían los pelos de punta. 

–¿Son todos los partos así? –preguntó Amalia entonces, mirando a la madre de Damon con esperanza de que la mujer se negara.

La bella vampiro sonrió y asintió.

  –Largos y dolorosos, para todos... Sobre todo para ellos –la Reina se rió entre dientes cuando Lucan le miró indignado–. Se ponen más histéricos que nosotras.

–No es agradable escucharos gritar de dolor –se defendió Lucan, cruzando los brazos con el ceño fruncido–. Y el saber que no podemos ayudaros empeora las cosas.

La Reina se volvió a reír y se sentó sobre el regazo de su Compañero, envolviendo su cuello con los brazos y besándole.

En ese momento, Amalia y yo cruzamos nuestras miradas y decidimos que ya no teníamos nada que hacer allí. Discretamente salimos de la sala y sonreímos levemente, empezando a vagar por el castillo.

–Espero que Rebecca y su niña estén bien –susurró Amalia entonces, clavando su mirada rojiza sobre la mía–. No soportaría que le pasara algo malo.

–Rebecca es la más fuerte de todos nosotros, Amalia –le respondí con certeza, sabiendo que era cierto a pesar de que sus gritos todavía resonaban en mis tímpanos. Con un pequeño suspiro, me di cuenta de que habíamos llegado a las escaleras que nos llevaban hasta él–. Ven, quiero visitar a alguien.

Caminamos en silencio hasta la habitación que habían preparado para Tobías. Amalia y yo sonreímos al instante en el que vimos al joven vampiro acostado sobre la cama, con una expresión tranquila en el rostro. Nos sentamos entonces cada una a un lado de la cama y le cogimos las manos. 

  –Jamás podré pagarle todo lo que ha hecho por mí –susurró Amalia, apartándole un largo mechón castaño de la cara–. Todo lo que él me dio con su sacrificio...

  –Él lo hizo porque te quería. Porque te aceptó mucho antes que cualquiera de nosotros –Sonreí mientras recordaba el cariño con el que Tobías miraba a Amalia, como si fuera un hermano mayor que quisiera cuidar de su hermana–. Él no aceptaba que te trataran mal, y por eso hizo todo lo posible por ayudarte. Tobías siempre ha sido un chico único... Tanto como la pequeña a la que estará unido. 

Amalia entonces sonrió y asintió. 

En ese momento, el tiempo empezó a pasar rápidamente mientras nos preocupábamos por cuidar de Tobías. A cada grito que Rebecca profería, el rostro de Tobías adquiría una nueva mueca. Se escuchó el momento en el que Damon abrió las puertas del palacio con fuerza, y segundos después empezaba a subir las escaleras en busca de su Compañera. En ese momento, ya nada importaba. El momento estaba cerca, muy cerca.

–Él está despertando... –susurré con una amplia sonrisa, mirándola con los ojos llenos de lágrimas.

Yo me mordí el labio con fuerza y contuve la respiración, escuchando el último grito de Rebecca, el más ensordecedor. Segundos después, un agudo llanto rompió el silencio y al mismo momento, los ojos de Tobías se abrieron.

Sin embargo, ninguna de las dos estábamos preparadas para ver aquella profunda oscuridad en los ojos del joven niño. ¿Dónde había quedado la claridad rojiza en la mirada de Tobías? ¿Por qué su mirada se asemejaba tanto a la de Enric?

Amalia, sin poder controlar su miedo, gritó. 

FIN.

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now