[27] El mayor error.

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DIANA.

A pesar de que había pasado una hora desde que nuestro viaje había comenzado, todavía no podía identificar aquella sensación cálida que había sentido por todo mi cuerpo cuando oí su carcajada. La imagen de su rostro relajado y sonriente estaba grabada a fuego en mi mente, y era la causante de mi constante sonrisa. Me sentía confusa y muy nerviosa, pues no podía entender realmente la conversación que estaba escuchando allí.

  –Entonces, ¿no harán nada? –preguntó Ariadna con un rastro de molestia en su voz. 

Apreté los labios con fuerza cuando vi como me lanzaba una mirada asesina a través del espejo retrovisor. Ella se había sentado delante, y yo había sido tan estúpida de no decir nada sobre ello. En consecuencia, ahora me sentía como una niña pequeña que estaba escuchando una conversación que no debía escuchar.

–No estoy seguro –Rick negó con la cabeza levemente mientras conducía, concentrado en la carretera que se extendía delante de él–. Tendremos que esperar para verlo... Aunque conociéndolo, no puedo creer que se rinda tan fácilmente.

Ariadna maldijo entre dientes y me lanzó otra mirada por el espejo retrovisor. Contuve un gruñido cuando ella puso los ojos en blanco. Estaba dejándome bien claro que sobraba en aquella conversación; por un instante, me maldije por haberme subido a este coche... Hasta que recordé la conversación que había tenido con mi padre. Sonreí levemente y miré hacia el espejo para lanzarle una sonrisa descarada. Ella bufó.

–¿Tienes algo pensado? –Ariadna siguió hablando como si yo no estuviese allí.

La curiosidad por saber de qué trataba aquella conversación empezaba a picarme, pero no me atreví a abrir la boca mientras ansiaba la respuesta de Rick. Una parte de mí estaba herida porque él respondía a todo lo que Ariadna preguntaba con una confianza ciega, mientras que yo todavía suplicaba para que me explicara un simple porqué.

–No, no por ahora.

Se quedaron en silencio durante largos minutos. Yo no podía dejar de pensar en la conversación que había oído, pero no podía sacar nada en claro. Parecía haber un tema preocupante sobre ambos.

–Esto es una real mierda –espetó Ariadna de pronto, mirando con el ceño fruncido a Rick– ¿Por qué demonios tuviste que pedirle que les atacara? ¡Ella no vale tanto la pena! ¡Ahora has puesto en peligro a todos!

  –¡Ariadna! –le censuró Rick con un gruñido mientras apretaba el volante con fuerza.

Yo me congelé mientras un escalofrío recorría mi espalda y las palabras de Ariadna se clavaban hondo en mi pecho. El recuerdo de la conversación que escuché en el bosque apareció en mi mente mientras Ariadna y Rick comenzaban a discutir con agresividad.

–No puede ser –susurré con la voz agarrotada y los ojos bien abiertos, mirando el perfil tenso de Rick cuando por fin comprendí la verdad–. ¿Tú ordenaste que las mataran?

–¡Por fin te enteras, niña! –me espetó Ariadna con los dientes apretados, girándose en el asiento y mirándome con furia–. ¡Por tu culpa se ha creado todo este problema!

–¡Cállate! –espetó Rick con fuerza, frenando de golpe. El chirrido de las ruedas contra el asfalto me sobresaltó durante un instante, pero lo que de verdad me desconcertó fueron las palabras de Rick–. Baja del coche, Ariadna... Estás empeorándolo todo. Te esperaré en casa.

–¿Qué? –preguntó algo desconcertada, parpadeando lentamente como si no pudiera creerlo–. ¿Estás bromeando? Tardaré días en llegar y dentro de poco es el Festival de Invierno.

Rick gruñó entre dientes y le lanzó una fría mirada.

–Pues empieza a correr, Ariadna–ella abrió la boca para quejarse de nuevo, pero Rick la censuró con la mirada–. No voy a aguantar ninguna palabra más. Baja. 

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now