[15] Intenso.

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DIANA.

Observé el claro en el que había estado horas atrás, bebiendo y riéndome como la que más. Las dos hogueras ardían e iluminaban el lugar, dándole una imagen cálida y acogedora. Antes había estado sentada en uno de los troncos que utilizaban como asientos improvisados, hablando con todos los jóvenes y contándoles cómo había sido la guerra mientras la música ondeaba en el aire y nos animaba a alargar la noche. Ahora, el grupo entero estaba mudo y estupefacto mientras observaban a Rick, que estaba al lado del coche que tenía la radio encendida y de espaldas a mí.

Sin embargo eso no habría sido nada malo, si no hubiese sido por el olor a sangre que llegó hasta mí y que reconocí el instante.

 – ¡Rick, no!–le grité con fuerza mientras me acercaba corriendo hacia él. 

Su ancha espalda estaba teñida de un cálido color anaranjado, producto de las llamas. Me mordí el labio con fuerza cuando observé la enorme cicatriz que la recorría, desde el hombro derecho hasta la cadera izquierda. Tragué con fuerza. ¿Cómo demonios se había hecho algo así?

Agité la cabeza para poder centrarme en lo que de verdad importaba en ese instante: el joven lobo que estaba apoyado en el coche mientras miraba a Rick con completo terror y que tenía un pequeño río de sangre saliendo desde su boca. Mi estómago se encogió.

 Rick parecía haberme hecho caso pues se había quedado quieto, mirándole fijamente. Sin embargo, sabía que eso no iba a durar mucho más.

–Fuera –ordené con voz imperiosa y clara, para que todos me escucharan. Muchos me miraron como si estuviera loca, pero no me importó. Clavé la mirada en el grupo de lobos y fruncí el ceño– ¡Os he dicho que fuera! 

 Mi voz sonó tan fuerte que se sobresaltaron y rápidamente obedecieron. Al parecer habían olvidado que era una Sucesora y que tenía tanto poder como su Alfa. Suspiré de alivio cuando minutos después no escuché a nadie en nuestro alrededor: solo Rick, el joven lobo y yo.

  –Rick–dije suavemente mientras me acercaba él, cogiéndole de la muñeca con precaución. Su mirada se clavó en mi mano y casi sentí como mi piel ardía con su contacto. Me estremecí–. Por favor no hagas esto, no es lo que crees. Lo que te dije antes...

  –Diana –me interrumpió entonces el lobo, balbuceando por el enorme terror–, dile que no hicimos nada. ¡Díselo! ¡Dile que solo nos besamos!

Rick gruñó con fuerza, furioso y ni siquiera fui consciente de su rapidísimo movimiento: en un instante, se había soltado de mi agarre y había cogido al lobo del cuello, golpeándolo contra la puerta del conductor. Escuché con terror como el cristal se quebraba. 

–¡Rick! –grité aterrada, cogiendo su brazo con ambas manos– ¡Por favor, Rick! ¡Te está diciendo la verdad, no hicimos nada!

Él gruñó con fuerza y ladeó la cabeza, sin creerme y sin soltarle. Aquello fue como un golpe mortal a mi corazón. 

El lobo tenía los ojos llenos de lágrimas y peleaba por algo de oxígeno. El terror por lo que podía pasar trajo lágrimas a los míos. Apreté más fuerte su brazo y le supliqué de nuevo que le soltara; casi pensé que lo había matado, cuando de pronto le dejó caer al suelo. El lobo empezó a toser y a jadear, apoyándose en el frío metal del coche mientras yo obligaba a Rick a retroceder y a mirarme. Cuando lo hizo, temblé por la enorme amalgama de emociones que brillaba en su mirada: furia, celos, posesión. 

–Hueles a él –su voz era un gruñido grave; más animal que humano. Sus ojos plateados parecían brillar anaranjados gracias al reflejo del fuego en su mirada. Sus labios se fruncieron con una mueca–. Marcó tu piel.

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now