[8] Mala elección.

8.1K 806 194
                                    

MIRAD QUE TIARRÓN. GRR. Vale, quizá ese no sea el rostro de Rick que buscaba... ¡PERO SON SUS OJOS! ¡MIRAD QUE OJOS, MADRE MÍA! Vale, ya voy a parar de fangirlear. Decidme que os parece :D

RICK.

Me giré nuevamente mientras oía como Diana se alejaba con rapidez mientras murmuraba. Mi corazón latía desbocado y las manos me temblaban por lo que acababa de pasar, por la cercanía insana que había estado deseando de estrechar todavía más. Mientras habíamos estado tan cerca, lo único en lo que había podido pensar era en hundir las manos en su oscuro cabello y en besarla, en marcarla para que Jacques no volviera a acercarse a ella. Ella era mía. Aunque ni siquiera yo lo deseara. Y él no era nadie para tocarla, para hundir su rostro en su cuello. ¡Maldito fuera!

Sentí una nueva ola de ira y me guardé para mí mismo el grito de dolor y furia que sentí. Mi lobo había estado a punto de arrancarme cualquier signo de conciencia al verlos juntos. Para suerte de todos, había sabido controlarme... Más o menos.

Miré las palmas de mis manos y vi heridas que me había provocado a mí mismo al verlos abrazados. Había tenido que salir de allí lo más rápido posible para no lanzarme sobre Jacques y arrancarle la garganta. Todavía me picaban las manos por las ansias de hacerlo. Gruñí con molestia.

–Vaya, jamás pensé que te vería enfadado... O con alguna expresión en tu rostro–Miré con los dientes apretados a Ariadna. La loba salió de entre los árboles sin ningún reparo y sin vergüenza de mostrar su cuerpo desnudo ante mí. Me obligué a serenar mi rostro y clavé mis ojos en los suyos.

–¿Por qué estás aquí? –pregunté con la voz lo más inexpresiva que podía crear. Todavía me ardía la sangre por la cercanía de Diana, y el pecho por la furia de lo que había ocurrido con Jacques–. Que yo recuerde no te pedí que vinieras a despedirme, Ariadna. Desaparece, esto no pertenece a vuestro territorio.

  –A nuestro territorio, querrás decir –me corrigió ella ignorando mi pregunta, con ambas cejas alzadas. Sus ojos azules brillaban con aquel rastro plateado que tanto me enfurecía. Su cabello rubio caía como ondas por su espalda mientras ella caminaba alrededor de mí, molestándome–. Tú no perteneces a esta Manada, por mucho que lo intentes. Ellos no te aceptan, y tienen un por qué. Lo noto dentro de ti, Rick. Tu lobo cada vez es más fuerte... Déjale tomar el control, únete completamente a nosotros.

–No tengo tiempo para esto –gruñí, girándome con total intención de alejarme de ella y de sus palabras–. Adiós, Ariadna.  

–He visto tu mirada –Ariadna me agarró del brazo impidiéndome que me alejara de ella y pegándose a mí. Noté el calor de su cuerpo al pegarse al mío; por unos instantes tuve que contenerme para no golpearla lejos de mí–. He visto como has mirado a esa niña. Lo he visto en tus ojos, Rick. El deseo, la furia por algo más y el dolor por contenerte. La deseas... pero temes por ella–aquellos ojos azules y plateados me atravesaron como dagas, arrancándome la verdad sin necesidad de abrir la boca. Odiaba acercarme a ella por justamente esto, por como leía dentro de mí a pesar de todo mi esfuerzo por ocultarlo.

  –¿Has venido hasta aquí para espiarme, Ariadna? –le pregunté entre dientes, intentando ignorar sus palabras.

–No –negó ella con una sonrisa, todavía sin soltarme. Era condenadamente fuerte, más que cualquier otra loba que conociese. Incluso más que Diana o mi madre. Gruñí con molestia–. He venido aquí para avisarte; tu padre te necesita antes del Festival de Invierno. Lo sabes.

–Lo sé –afirmé su propia afirmación. Sus ojos azules brillaron–. No hace falta que me nadie me recuerde lo que tengo que hacer, Ariadna. Has hecho un viaje para nada.

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now