Capítulo Cuadragésimo: Joanne.

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-¡No me haga nada, por favor! - Una chica gritaba desesperada. Tenía aproximadamente diecisiete años, malnutrición y su cara estaba surcada en lágrimas. Privet Drive jamás había visto algo parecido.

La chica parecía escapar de algo que nadie más veía y a causa de la delincuencia (pues todos sabían los métodos de los ladrones), nadie había ido a ayudarla. La chica rubia estaba desesperada, sentía un dolor intenso en sus músculos, como si mil cuchillos se le clavaran al mismo tiempo.

Su atacante tenía algo que logró identificar como una túnica. Ella no tenía dinero, pues era huérfana, así que no podría darle nada. Y eso era algo que la angustiaba más. Sonreía, reía... Como si de algún maniático se tratará.

La rubia dio un grito final antes de desmayarse.

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Despertó en un lugar aislado. Atada de pies y manos empezó a ver el lugar. Su vista estaba nublada por lo cual no podía distinguir muchas cosas.

-¿Haz despertado ya, mi pequeña rubia?

Alzó la cara. Un hombre estaba frente a ella. Intento gritar pero sus cuerdas vocales fallaron. No emitieron ningún sonido.

-Alto, alto, alto. No querrás hacer eso, puedes quedarte muda - Y ahí estaba otra vez la sonrisa psicópata- Voy a explicarte una cosa... Pero antes necesito que me des tu brazo izquierdo.

En ese momento, una mujer que no había notado, se unió a ellos. Levantó lo que parecía un palito de madera, murmuró unas palabras que para el odio de la rubia, sonaron desconocidas. Vio con asombro como unos finos hilos, unían ambas muñecas.

-¡Avada Kedavra! - Grito con ímpetu. La señora yacía en el piso. La chica no tenía que tener una explicación para saber que estaba muerta.

-¿Cuál es tu nombre? - Murmuraba haciendo que la rubia saliera de sus pensamientos.

-Jo... Joanne Rowling... Por favor no me haga nada -Su estado de ansiedad le hacía pensar muchas cosas.

-Oh no, claro que no. Te necesito para un experimento. Si eso sale bien, trabajaras conmigo; sino, sería más conveniente que murieras. Las consecuencias suelen ser desastrosas. Bebe esto - le tendió en un pequeña frasco algo que parecía lodo.

El hombre acerco el frasco a su boca. La rubia dio una violenta sacudida derramando un poco del contenido.

-Muy bien... No quería hacer esto, pero me obligas ¡Imperio! - Grito apuntandola con el palito.

¡Quiero que bebas esa poción! Es muy importante para mi que lo hagas. Será la cumbre de mi carrera si esto sale bien. ¡Abre la boca y no me escupas!

De alguna manera hacia lo que le pedían. Era algo involuntario, como si una persona invisible controlara sus acciones. Ella hacia las cosas y sabía que la voz que escuchaba era del hombre frente a ella, pero nunca vio que abriera su boca.

El cuerpo le empezó a arder como si del mismísimo infierno se tratara. Cada nervio suyo estaba colapsando. Su cabeza parecía que quería explotar en cualquier momento y eso era algo que no podía soportar. Escupió y vio con asombro que había sido sangre. Sangre que en su boca sabía a óxido. Estaba en un estado muy lamentable.

Vio a su secuestrador. Tenía de nuevo aquella sonrisa maniática a la que ya se estaba acostumbrando.

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Despertó en un lugar completamente diferente. Seguía viva y podía reconocer que todo en su cuerpo estaba en orden, por lo que significaba una buena señal. No tenía dolor más que el muscular así que suponían que todos sus órganos estaban en orden y no había sido víctima de la venta de los mismos.

Se sentía diferente. De alguna manera pensaba que ese habría sido un cambio bueno... Deshecho la idea al darse cuenta de lo estúpido que sonaba. Un cosquilleo agradable se instalo en su mano derecha.

-¡Buenos días, pequeña Joanne! - gritó eufórico su secuestrador.

¿Qué tiene éste con esos gritos?

-Nada, Joanne, no tengo nada. Es solo que me gusta llamar la atención.

¡¿ME LEYÓ LA MENTE?!

- Es un arte llamado Legeremancia que permite eso, leer la mente. Es sumamente difícil de aprender pero yo considero que su contraparte, la Oclumancia, es más difícil. Yo soy un mago y si la poción resultó ser un éxito, tu lo serás también.

La cara de incomprensión de la rubia era digna para retratar.

-Los magos y Brujas - continúo - hemos vivido escondidos por mucho tiempo. Hacemos cosas que los demás considerarían aberraciones pero simplemente así somos. Los muggles, las personas sin magia, no pueden ver al cien por ciento lo que hacemos y quien lo haga será tomado por loco. Debido a unos problemas que tuve en el mundo mágico, decidí estudiar pociones con un ex Mortifago, después entenderás todo, que me enseño el mundo de las pociones. Así que tú - la señaló graciosamente - eres mi posesión más valiosa. Espero que esta poción salga bien contigo.

-Ósea que si decido creerle... ¿Seré una bruja? - Estaba más que claro que no le creía.

-¡Ah! Si no es casualidad que me dijeran que tu eres perfecta para realizar mis planes. Y respondiendo a tu pregunta, si. Serás una bruja pero necesitarás aprender muchas cosas. Te daré libros para que comprendas un poco más lo que significa ser un mago. Mi nombre es Dean Thomas y si la pócima resulta bien, será un honor trabajar con usted, señorita Joanne.

-Espere... ¿Qué hizo la mujer ayer? ¿Cuando me capturó y me estaba interrogando? - Preguntó con completa extrañeza.

-A eso se le llama un Juramento Inquebrantable. Cuando rompes uno, básicamente mueres. Me hiciste la promesa de que si me vas a obedecer en todo lo que te ordene y que no hablaras de esto a nadie. Así mismo, yo hice la promesa de guardarme todo lo que pase entre los dos.

Dean se dio la vuelta. Ahora entendía todo... Si bien no la había matado, prefería mil veces eso a ser la esclava de alguien.

Joanne suspiró. Con pocas palabras había entendido todo lo que le esperaba. Se levantó de la cama y agarro uno de los tantos libros que ahí se encontraban.

-Historia de la Magia por Bathilda Bagshot.

Inesperado [Drarry]Where stories live. Discover now