Capítulo 26. El caso del Niño: Enfermo.

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POV Brigette.

Estaba entrando a Baker a las dos de la mañana, me sentía muy fatigada de tanto correr. Intentaba cerrar la puerta con mucho cuidado, no quería despertar a nadie mucho menos a la Sra. Hudson. Logré cerrar la puerta sin hacer el menor ruido, pensaba subir cuando la Sra. Hudson salió de su cuarto, se miraba muy preocupada como si se le hubiera aparecido un fantasma.

—Querida que bueno que llegaste — me quedé parada con el ceño fruncido, no entendía que era lo que pasaba. Ni que hacía levantada tan temprano la Sra. Hudson

—¿Qué sucede Sra. Hudson? ¿Qué le ha pasado? — pregunté sintiendo un poco de nerviosismo.

—Es Sherlock está muy enfermo. Vinieron como a las 8:00 junto con John y Mary, pero ya traía una gran fiebre. Le dieron unas pastillas que son cada 6 horas, aún así, no ha mejorado para nada. Se ha puesto peor, lo revise hace una hora y aún estaba temblando — Se miraba muy preocupada, pensé que lo mejor era ayudarle.

—Déjeme cambiarme e iré a revisarlo, desde ahora yo lo cuidaré — no sabía lo que decía ¿Yo cuidar a Sherlock Holmes? Vaya que la Sra. Hudson me lograba convencer — Puede dormir.

—Muchas gracias hija, por cierto... ¿Qué te hizo venir tan tarde? — la curiosidad de mi amable casera siempre antes de sus preocupaciones.

—Buenas noches Sra. Hudson — subí las escaleras directamente hacia mi cuarto.

***

Bajé lo más rápido que pude, y me dirigí al cuarto de Sherlock, cuando llegue estaba en la cama temblando. Me senté en el borde de la cama, revisé mi reloj eran las 2:40 de la mañana ¿Cómo era que se había hecho tan tarde? Había llevado un vaso de agua con tal de que él pudiera refrescarse.

—Sherlock — susurré haciendo mi voz lo más suave posible— Sherlock.

—¿Mmm? — dijo temblando un poco, me levanté para rodear la cama y poder quedar viendo su rostro, puse el vaso en la mesita de noche.

— ¿Cómo te sientes? ¿Quieres agua? — abrió sus ojos para observarme.

—Me siento mal — un temblor recorrió su cuerpo — Ayúdame a sentarme. Por favor

—Me acerque a él para ayudarlo a sentarse — Estas hirviendo ¿Cómo es que te enfermaste?

—Si supiera tendría una cura — puso sus ojos en blanco mientras le daba el agua, por lo menos su sentido del humor seguía intacto — A qué horas llegaste.

—Hace unos momentos — me levanté y me acerqué a su ropero, era de un color café claro con 3 gavetas en la parte baja — ¿No tienes algunas mantas en estas gavetas? — dije mientras abría la gaveta superior.

—¡No! — dijo con un gran esfuerzo mientras revisaba entre unos calcetines.

Me quedé helada, no podía creer lo que estaba viendo, pestañee varias veces intentando que mi estupor se fuera. Cerré la gaveta de golpe, mi respiración era pesada. Sentí como mi mente empezaba a realizarse preguntas. No podía creer que Sherlock se drogara, esa caja que había visto debía contener una jeringa...Cuántas veces lo hacía, ¿tendría días específicos?

—¿Brigette?  — su voz me hizo reaccionar, me levanté para observarlo mejor, negué lentamente con un poco de ¿decepción? — Yo...

—Iré a... A pedirle unas mantas a la Sra. Hudson — salí del cuarto, respiré hondo mientras bajaba las escaleras. Él también se drogaba, también tenía ese problema.

***
E

ntré al cuarto con un tazón de agua y unas mantas de varios colores, me senté de nuevo en el borde de la cama, Sherlock ya estaba acostado así que ponerle los trapos en la frente no fue difícil. Aún estaba despierto y me observaba, tenía un millón de preguntas, pero no podía hacérselas en ese momento, estaba enfermo.

Pensé que lo mejor era hacerme la ignorante hasta que se sintiera mejor o quisiera sacar el tema, para mi había sido un shock, los dos meses que llevaba en Baker nunca lo miré en un estado de drogadicción. Supuse que los efectos en él no eran tan fuertes como a otros.

Unas de sus manos estaban estiradas mientras que la otra la tenía encima de sus ojos, le toqué con los dedos el dorso de su mano que se convirtió en un puño al sentir mi contacto. Ya no lo moleste durante un rato solo pensaba en lo mucho que él tenía que superar, fue entonces cuando me di cuenta que Sherlock necesitaba ayuda para salir de ese vicio. Nunca había considerado que yo pudiera tenerle algún buen sentimiento, pero ahora sentía compasión y tristeza.

— ¿Te molesta? — hasta ese momento me fijé que me estaba observando, negué con la cabeza, no comprendía a que se refería — Te veo un poco contrariada.

—No sé a qué te refieres- dije un poco nerviosa — olvídalo, por ahora estas enfermo... ¿Tienes termómetro? — miré que su polera estaba mojada de sudor — Te cambiare de camiseta, esa esta empapada.

—Sí, está aquí en la primera gaveta de la mesita de noche — estiré la mano y lo saqué. Abrí la puerta del ropero y saqué una camiseta color gris, Sherlock se sentó sosteniendo en su frente la manta color rojo con su mano. Sacudí el termómetro para que estuviera a cero.

—Quítate la camisa — tomé la manta de sus manos mientras se quitaba la camiseta blanca empapada de sudor, le puse el termómetro en la axila siguiendo los pasos que me recordaba. Me fijé en una pequeña cicatriz de bala que tenía en la parte izquierda del abdomen — No te muevas, o arruinaras los resultados. Bien, solo te estarás quieto 5 minutos... ¿Y esa cicatriz?

—No podré estar tanto tiempo sentado — me senté al lado suyo en el borde de la cama, observé a Sherlock. Nunca me había fijado que su perfil era perfecto, sus ojos que siempre me habían llamado la atención resaltaban de donde fuera que lo mirara, sus labios delgados y rosados me perecían muy atractivos — La cicatriz tiene una historia y es muy larga, así que mejor olvídala.

Sus rizos color negro (Que en ese momento estaban desordenados y sin mucha forma) resaltaban más sus ojos. Sherlock podía llegar a ser muy guapo si se le observaba bien ¡Yo acababa de halagar mentalmente a Sir Presumido! Quizá era mejor que me hiciera un examen mental muy pronto. Revisé mi reloj para asegúrame de que el tiempo requerido había pasado.

—Ya está — me dio el termómetro con mucho cuidado. Sonreí, ya no tenía fiebre — 36° grados, ya estas mejor — me tapé la boca y a bostecé mientras Sherlock se ponía su otra camisa — Creo que ahora ya podrás dormir.

—Sherlock se acostó y lo arrope, para quedarme sentada al lado de la cama — Brigette... Si quieres preguntarme algo acerca de eso... — Sabía a lo que se refería, pero para ayudarlo yo también debía admitir mi problema — No dudes en que contestaré.

—Shhh — le coloque un dedo en la boca y él dejo de hablar — Está bien, yo también lo hacía. No necesito que contestes nada — los ojos de Sherlock se clavaron en los míos con evidente sorpresa — Con tal de que no le digas a nadie estará todo bien — le quité el dedo de la boca y asintió levemente.

—De acuerdo — y no sé si fue mi imaginación, pero desde ese momento noté un cambio en su mirada, era de ¿Agradecimiento? ¿Cariño? ¿Compasión? No me decidí por ninguna así que fue inescrutable — ¿Tienes sueño?

—Sí —contesté sin dudarlo — dormiré aquí en la sala de estar, si necesitas algo me llamas y vendré — me levanté bostezando.

—Por qué no duermes aquí — lo observé un poco confusa.

—Traeré la bolsa de dormir — dije mientras ordenaba el espacio en mi mente — y la pondré a este lado — señalé la parte frontal de la cama.

—Me refería... Lo que yo decía era: de que tu durmieras en mi cama— tenía sueño, pero quizá ya estaba alucinando.

—No te molestare mientras estás enfermo — negué con la cabeza.

—No me molesta, la cama es bastante grande y caben dos personas — se hizo a un lado dejándome un espacio libre — Ven — palmeó el lado izquierdo de la cama.

Me acosté inmediatamente, mis músculos reclamaban las horas de sobre esfuerzo por la corrida durante toda la noche. Sentía que mis parpados se cerraban solos como si ya no tuvieran fuerzas para abrirse nunca jamás. Sherlock me miraba a los ojos, pero, ya no aguantaba.

—Duérmete — Susurró — Te ves muy cansada.

—Sonreí un poco — Buenas... noches, me despiertas a las seis ¿sí? — fue lo último que dije antes de que el sueño me consumiera.

My Reflection (Sherlock) (En edición) Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt