Capítulo 3

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Tres semanas habían pasado desde ese día. Ana las había llamado una semana después diciendo que su fiesta de compromiso se haría el sábado 13 de Junio.

Y hoy era ese día. Dulce estaba frente al espejo con un vestido que le había regalado Anahí para su cumpleaños pasado, el número 24. No era algo que acostumbraba llevar. Más bien era uno de esos vestidos que hubiera deseado usar antes de escaparse de su casa. Aunque debía de admitir que el vestido era precioso, blanco y delicado. Con tirantes y un escote corazón adecuado,  hasta la rodilla.

-Te ves hermosa -dijo Anahí desde la puerta de su habitación- Es hora de irnos-.

Ambas fueron a la peluquería a arreglarse con sus propios productos, para hacerse promoción, claro. Y se habían dado el lujo de tomar un taxi hasta llegar a la residencia Serradilla, pues les habría dado mucha vergüenza tomar un bus y llegar todas desarregladas.

En donde se celebraba la fiesta no sabían si tenía mucha diferencia con un hotel ¡Cuantas ventanas, cuantos ladrillos y que jardín! Era algo totalmente gigante. Como era verano la gente estaba afuera y se habían puestos varias tiendas blancas para dar sombra.

-¡Espera! -la detuvo Anahí arreglándole un pelo que se le habia caído del moño- Debemos estar perfectas-.

Dulce sonrío al ver la preocupación de su amiga. Para ella esto era como ir al parque de diversiones cuando uno tenía 5 años.

-¿Cómo me veo?- preguntó Any.

-Como una princesa- le respondió.

Anahí la miró mal -No me refiero a eso, quiero decir ¿Estamos presentables para la gente que está allá adentro?-.

-Sinceramente no tengo ni la menor idea-.

-Ya, veo que no ayudas. Ok Respiremos, votemos- dijo haciendo una especie de respiración relajante.

-Todo va a salir bien- la tranquilizó.

-Eso espero-.

Y entraron juntas a la fiesta. Anahí miraba las caras de las personas y le apretaba el brazo a Dulce y luego le susurraba al oido que persona importante y muy ricachona era. Pero ella no conocía a ninguno, ni siquiera le sonaban.

Entraron al salón más grande y Ana que estaba con un grupo de mujeres las visualizó y se acercó a ellas.

-¡Queridas! -sonrió dandole un beso a cada una.- Se ven preciosas, divinas- les comentó.

-Muchas gracias Ana- agradeció Dulce.

Anahí no podía hablar porque o si no lloraba de la emoción.

-Déjenme presentarles a mis amigas -sonrió guiándolas a un grupo de mujeres jóvenes muy bien vestidas- Ella es Amanda, Rosario, Sofía y Claudia, mi hermana que ya la conocen. Estas son Dulce y Anahí la peluquería sustentable de la cual les hablé-.

-¡No puede ser!- dijo Rosario tomando la mano de Anahí- Ana me ha contado todo de ustedes y me dio a probar un aceite de guacamole que hizo que el pelo me quedara exquisito-.

-Si eso los hace mi amiga Dulce- sonrió una eufórica Anahí.

-Me encantaría ir donde ustedes- comentó Amanda.

-Les doy la dirección si quieren- informó Ana.

Y así empezaron a hablar haciendo que ambas amigas se sintieran orgullosas de su trabajo hasta que Sofia se percató de algo.

-¡Que lindo tatuaje! -sonrió Sofía. Ana lo miró con sorpresa- ¿Dónde te lo hiciste? Nunca había visto nada igual-.

-Me lo hizo un amigo- respondió incómoda.

El tatuaje al cual se refería Sofía era uno que tenía en su hombro. Era una especie de flor muy realista junto con un trébol de cuatro hojas muy diminuto. Se lo había hecho hace tres años y había sido copia de una margarita real. Jack, el que se lo había tatuado había sido parte de La Comunidad por unos dos meses para querer aprender otras técnicas y ella estúpidamente enamorada se había hecho uno en conjunto con su pareja. No se lo había querido sacar aunque lo odiaba. Era como el recuerdo de él en su piel.

-Está muy lindo. Siempre he querido hacerme uno. Pero me da mucha cosa ¿Te dolió?- preguntó curiosa.

-Un poco- admitió.

-Disculpa -interrumpió Laura desde atrás- ¿Dónde está Christopher?- preguntó -Es tiempo para el brindis-.

Ana miró a todos lados -Te juro que hace 10 minutos estaba conversando con mi padre, pero lo he perdido de vista. Debe estar en el baño-.

-O quizás atendiendo asuntos de trabajo- la picó nuevamente Claudia.

Any y Dulce se miraron incómodas. Era un poco obvio que entre las hermanas había problemas.

-No te preocupes -la salvó Laura- Podemos retrasarlo otra media hora- la tranquilizó.

-Muchas gracias guapa- sonrió Ana y Laura se fue a revisar otras cosas-Bueno queridas -dijo refiriéndose a las peluqueras- Si quieren pueden ir a la zona de cocktail. Pidan lo que quieran que todo está exquisito y preparado por Francisco. Uno de los mejores chefs de México y el que nos va a preparar la comida en mi día. Tengo que ir a atender a más invitados. Si me disculpan- y se fue caminando con la mejor de las sonrisas.

-Muchas gracias- sonrió Dulce y ambas fueron a la zona de comida.

-¡Oh por Dios! Rosario Villanueva me tomó la mano. Tengo el toque de la sangre real española- dijo Anahí cuando no la escuchaban casi hiperventilando.

-Ay -rodó los ojos- Estaban muy chistosas todas y al parecer les gusto nuestra peluqueria-.

-Si estoy muy feliz -comentó contenta- Siento que podemos ser reconocidas. Nos veo un gran futuro-.

Anahí siempre había sido tan soñadora.

Dulce rió -Disculpa Any, te dejó soñando despierta. Tengo ganas de ir al baño- comentó.

-Tranquila amiga, yo me quedo aquí al lado de los canapés que están exquisitos- le dijo metiendose uno a la boca.

Dulce rió y fue a preguntarle a Ana donde estaba el baño.

-Segundo piso y es la única pieza abierta- sonrió.

-Muchas gracias- subió las escaleras de mármol con alfombra roja hacia el segundo piso.

Aunque se arrepintió de no haber pedido más explicaciones. Todas las habitaciones estaban con la puerta cerrada e iba a tener que probar de una en una al ver cuál era abría ¡Ay justo ahora que estaba que se hacia!

No podía creer que hubieran tantas puertas. No sabían porque necesitaban tantas.

-Para la esposa, para la amante 1, para el amante 2, para el hijo legítimo, para el hijo bastardo -empezó a probar las manillas de una en una con su juego de palabras- para la abuela que nunca se muere, para...- la séptima se había abierto.

Entró pero se dio cuenta que no era un baño. Sino más bien una pieza con un escritorio de roble y una cama gigante. Había una persona de espaldas hablando por teléfono. Iba a cerrar la puerta cuando escuchó la voz de la persona.

-Si Enrique, eso mismo te estoy pidiendo no puede ser que...-.

Dulce dejó caer su bolso por la sorpresa. No podía ser, no podía ser. Seguramente había sido uno de esos juegos que hacia su mente cuando todavía tenía esperanzas de encontrarlo. Pero estas no le sucedían hace más de un año.

La persona con la caída de su bolso se dio vuelta y Dulce supo que lo que había escuchado no era producto de su imaginación. Aunque estaba casi irreconocible para ella. Su pelo estaba mucho más corto, su cara más pálida, sin barba y con más peso del que había tenido cuando lo vio por última vez, además de un traje que decía a gritos que habían gastado un dineral en el. Pero esos ojos... Era él, era él, era él.

-Dulce- dijo la persona dejando caer el teléfono por la impresión.

-Lucas- respondió como un reflejo.

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