Capítulo 45

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Christopher tosió y Dulce lo miró, acordándose de la receta.

-Te traje lo que me pediste ayer-.

-¿Qué?-.

-La receta- y le pasó un papel que tenía guardado en el bolsillo en su abrigo.

-Gracias- lo guardó en su chaqueta y siguieron esperando en silencio a que llegara la hora de entrar a la consulta.

La diferencia con el hospital público de Tuxtla era abismante. Christopher había conseguido que la atendiera uno de los mejores obstretas del país.

-Dulce María Espinosa- la llamó la secretaria.

Ambos se pararon y caminaron donde el doctor.

-Señorita Dulce- le sonrió el Dr. Gómez.

-Hola- sonrió.

-Señor Uckermann-.

-Buenos días doctor-.

-Pasen por favor-.

Ambos se sentaron y esperaron que el doctor hablara.

-Ya tienes ocho meses Dulce, esta es la última consulta ¿Les parece que programemos el parto?-.


Dulce suspiró cuando se subió al auto. El silencio se apoderó de ellos como siempre.

-¿Qué sientes?- preguntó Christopher de repente.

Dulce lo miró para ver si había sido producto de su imaginación. Pero no, pues el la miraba esperando una respuesta.

-¿Respuesto a qué?- dijo recelosa.

-A lo del bebé, que nacerá en tan poco tiempo- explicó.

-Pues... -meditó- Estoy ansiosa y tengo miedo. Además de la probabilidad de... -se aclaró la garganta- ya sabes, siento que quizás no seré buena madre, yo... somos jóvenes y pues es un cambio de vida totalmente. Digo, viviremos para otra persona y dejaremos de hacerlo para nosotros mismos además de que...-.

-Creo que serás una buena madre- le interrumpió.

Dulce se quedó unos segundos en silencio -¿Lo dices en serio?-.

-Si-.

-Es que como has estado tan pesado estos meses conmigo- soltó sin reprocharse.

Christopher apretó la mandíbula y se quedó en silencio.

Oh oh, mala idea avanzar con tantas confianzas.

-Tú también serás un gran padre- le sonrió arreglando y tratando de dejar existir la poca conversación que se había creado.

-Gracias, aunque no lo creas es lo que siempre he querido-.

-Lo sé, Christopher -suspiró y miró hacia la ventana, las gotas nublaban la vista de las calles- Creo que nunca había visto una lluvia de esta magnitud en mi vida-.

Quería llegar pronto a su casa y que dejara de tener la sensación de pecho apretado.

-Solo esperemos que no sea así todo el invierno-.

-¡Cuidado Christopher!- gritó Dulce histérica. Estaba segura que el bebé se le saldría por la boca en cualquier momento si seguía así de tensa.

Era el tercer auto que esquivaban ya. De repente esa lluvia se había transformado en una Apocalipsis porque toda la gente estaba como endemoniada conduciendo por las calles.

-Quiero llegar a casa- comentó con miedo.

-Estamos casi a media ciudad Dulce, estoy haciendo lo mejor que puedo- le respondió tenso. Pues a el igual le asustaba esta situación. No quería que al bebé le pasara algo... y bueno, a Dulce tampoco.

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