IV

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—Vamos hombre, traigo comida— dijo Elliot por el interfón

—Bien...

La cerradura se abrió con un chasquido y Elliot empujó la puerta, subió hasta el quinto piso y esperó a que la puerta se abriera, Joe, con cara de aburrido, lo dejó entrar.

—Wow... ¿hace cuánto que Ava no viene a limpiar?

—Qué sé yo... hará uno o dos meses— dijo Joe sentándose en el sillón

El departamento era en serio un asco: había envases vacíos de comida por toda la barra de la cocina, las latas de cerveza llegaban al tope del bote y había ropa sucia colgada en las sillas; las escaleras, que conducían a la parte superior, en donde estaba la habitación, un baño extra y una pequeña biblioteca equipada con escritorio, estaba cubierta de una ligera capa de polvo.

—Dios, hombre... ¿cómo puedes vivir así? — se quejó el recién llegado

—Solo lo ignoro, Elliot, te recomiendo hacer lo mismo— dijo Joe en un tono desinteresado, pues había vuelto a tomar el control del Play Station y reanudado su jugada

—¿Por qué te has ido tan rápido? De pronto no sabíamos dónde estabas— Elliot abrió las puertas del lavaplatos

—No recuerdo haberle abierto la puerta a mi madre, Elliot— dijo Joe en tono molesto

—Sabes de lo que hablo, Joe— ambos se miraron echando chispas por los ojos

Elliot suspiró y, cuando por fin encontró una bolsa para basura, comenzó a meter los envases de papel de la comida china a ella, Joe rodó los ojos y volvió a la televisión.

Subió los pies a la mesita de café y se aseguró de molestar a su amigo lo mejor que pudo limpiándose la nariz y tirando el papel al piso, quitándose la sudadera y dejándola en el respaldo del sillón y regando intencionalmente la soda sobre el tapete.

—En serio, Joseph, ¿dónde te has metido?

—Como si tuviera muchos lados a donde ir— musitó mientras masticaba una galleta— con mis padres ¿no? — Joseph no apartó la vista de la pantalla, pero sintió una punzada en el pecho

—No me refería a... lo siento— se disculpó el otro, metiendo la basura que sobraba en la bolsa

—Déjalo, Elliot, mañana llamaré a Ava— murmuró el enajenado, con el afán de suavizar las cosas

—No, ya he terminado

Jonas alzó los ojos y se dio cuenta de que su departamento, si bien no se veía tan limpio como cuando recogía su ama de llaves, se veía sumamente más decente. Le sonrió a su acompañante y él se sentó a su lado, Joe pausó el juego y se recargó contra el mueble, estirando las piernas.

—¿Qué ha pasado, Joe?

—Nada, solo me cansé rápido, además, Stephanie me agobia— agregó Joe para desviar el tema

—Sam te lo advirtió— Elliot alzó las cejas y sonrió de lado

—Seguro... pero gané 1000 dólares de cada uno y no solo la enganché a ella, sino a otras dos— Joe se río con ganas

—Si bueno... uno no debe dudar de Joseph Casanova Jonas ¿cierto? — hizo una mueca

—¿Qué tal las cosas con Jack?

—Vanas, terminamos a la semana— Elliot se revolvió el cabello y miró el techo, que también estaba sucio

—Lo siento...— murmuró

—No lo hagas

—No, te encantaba el tipo— Joe tomó otra galleta y la mordió justo al medio

—Bueno, sí... pero no es para tanto

—¿Qué me he perdido estos últimos días? — preguntó Jonas

Joseph llevaba cuatro meses sin ir a la universidad: uno de vacaciones de verano y tres sin realmente querer o poder. Sus heridas habían sanado muy lentamente a causa de su estado anímicamente bajo y sobajado, Elliot lo había visitado casi todos los días desde que había vuelto y solía llevarle de comer y encargarse de las cosas que Joseph no quería hacer, el último había pasado la mitad de su día en cama, por flojera y a causa de dolor físico; en más de una ocasión Elliot, Jason y Sam tuvieron que cargarle hasta la bañera y bañarlo ellos mismos.

Esa mañana, había sido la primera vez que Joe salía más allá de la tienda para comprar cigarrillos o de la oficina de su padre a firmar papeles y regresar a esconderse debajo de las sábanas; su hermano Nick, se había ocupado de transportarlo todo el tiempo que era necesario que viajara a New York, pues no consideraban que Joseph estuviera apto para manejar el lujoso Audi que Nick había decomisado hacía semanas y que estaba guardado en casa de sus padres.

—Pues... nada realmente...

—Deberías ser más sincero conmigo, sé que he causado un alboroto— murmuró ligeramente dolido

—Nada, hubo reporteros fuera de la universidad por semanas, supongo que esperaban que llegaras después de las vacaciones, todos lo hicieron... pero cuando no apareciste estuvieron buscando la oficina de Paul y varias veces se pararon aquí afuera— contó el chico de cabello negro y ojos verdes

—Debí imaginarlo

—Nick me ha dicho que sigues teniendo pesadillas

—Nick es un hablador, no sé qué razones tiene para decir eso

—Que hoy has despertado con la peor cara en días

—Solo estoy cansado, no es nada

—Joseph...

—¿Qué?

—Debes volver a tomar las terapias...

—Estoy harto de esa mierda, no hace más que joderme la cabeza— miró a su amigo a los ojos y suspiró— no quiero seguir pareciendo un inválido al que todos quieren ayudar, para esas terapias mejor debería pagarle a Ross y dejarlo por la paz

Ross era el dealer predilecto de Joe, siempre conseguía lo que necesitaba, Elliot alzó los ojos al cielo, exasperado, haciendo un ademán con sus manos.

—Eres imposible, Jonas— su amigo sacó un recipiente de la bolsa de plástico que había llevado y se lo pasó: una hamburguesa del tamaño de la mitad de su cabeza que se mantenía caliente gracias al empaque

—Tú solo quiere engordarme

—Así nadie se fija en ti— Elliot le mandó un beso de manera amanerada y Joe se partió en una carcajada

Comieron en silencio, con un programa horrible acerca de cómo los osos cazaban peces y cuando terminaron, Elliot volvió a mirarlo.

—Joe, hay alguien que necesitas ver

—¿Cómo?

—Daniel te ha estado buscando

—¡Ah, no! No pienso verlo de nuevo, ya fue suficiente, firme todo lo que me correspondía y Kevin prometió terminar todos los trámites, no es necesario verlo, no señor— se rehusó el otro

—Kevin no puede falsificar tus firmas, Joe

—No me interesa nada de lo que tenga para ofrecerme ese hombre— Joe se inclinó y unió las rodillas con los brazos, se apretó el puente de la nariz en una pinza con los dedos y respiró profundo

—Joe, no es Paul... es Denise

Su corazón se detuvo, Elliot había tocado fibras sensibles.

20 preguntas [J.Jonas]Where stories live. Discover now