XCIII [primera parte]

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El aire se estancó en mi garganta. Viajar dejó de parecerme tan buena idea cuando el casi lleno estacionamiento del aeropuerto se extendió ante mis ojos a través del parabrisas. Eran casi las seis de la mañana y el sol apenas estaba comenzando a salir, dándole una tonalidad morada bastante tétrica al cielo.

Podía escuchar a Nicholas hablar en voz baja a mi lado, las palabras resonando ahogadas y lejanas en mis oídos, dándome indicaciones y explicando la manera más rápida de llegar a no supe dónde; asentí robóticamente y no fue hasta que sentí que algo se estampó contra mi muslo que reaccioné, saliendo de la confusa ensoñación que me rodeaba, miré a mi hermano menor.

—¿Qué? —pregunté sin realmente esperar que me repitiera todo

—¿Me pusiste atención? —me miró con las cejas fruncidas, yo alcé ligeramente las mías— Eres imposible, Joe— suspiró

—Lo que digas...— murmuré sin muchas ganas

—Joe, los ojos en mí— pidió tomando mi mentón y obligándome a mirarlo, fruncí la boca y le aparté la mano de un golpe, Nick continuó, imperturbable— Escucha, aquí están tus papeles— alzó las cejas, mirando un poco abajo, seguí su mirada

Lo que había tocado mi pierna hacía segundos era una pequeña carpeta del tamaño de media hoja tamaño carta, forrada de cuero oscuro y con un fajo muy delgado de papeles sobresaliendo y ligeramente abultado al medio.

—Tienes un boleto redondo, sales en...—miró su reloj rápidamente— Dos horas— asentí— Tienes un día completo en Boston, Joe, no lo desperdicies— gruñó un poco, un mohín formándose sobre mis labios

—¿Qué es todo esto? —suspiré intentando abrir la carpeta, Nick negó con la cabeza y yo lo miré de vuelta

—No hay tiempo, necesito que imprimas tus pases de abordaje en cuanto entres, ¿de acuerdo? — continuó, sin responder realmente mis dudas, enarqué una sola ceja— Todo está a tu nombre y no puedo descargar nada en tu teléfono— explicó, yo alcé más el gesto

—¿Por qué?

—Mierda, Joe, ¿tienes idea de lo que es esconderle las cosas a Kevin? —soltó una risita—Un clic y se entera de lo que desayunamos ayer— frunció la boca, no pude evitar reír

Porque sí, Nicholas realmente había accedido a ayudarme. No supe realmente cómo ni porqué, pero ocurrió, seguramente se trataba de algún intento desesperado por recuperar la poca confianza que yo había depositado ciegamente en él en algún momento y que gracias a mi paranoia y ataques de pánico había terminado por retirar. Habíamos dormido apenas un par de horas esa noche, sólo para levantarnos antes del amanecer y poder salir corriendo del apartamento sin ser vistos.

Nick se estaba jugando el pellejo y, de paso, estaba llevándose entre las piernas el trabajo de los hombres de seguridad: ambos sabíamos que cuando el apartamento se quedaba a oscuras a altas horas de la noche, solían descuidar las entradas con el inofensivo objetivo de poder dormir unos minutos sobre una silla al final del pasillo del edificio o de buscar algo para mascar en la tienda de comestibles que había a una calle del edificio. Todo siendo descubierto por mí hacía semanas, en uno de los muchos fallidos intentos que hice por salir y que no logré completar gracias a que las piernas dejaron de responderme en cuanto llamé al ascensor.

Las cámaras por supuesto habían grabado nuestra apresurada salida del complejo por la escalera de servicio y la parte trasera del lobby que daba directamente al estacionamiento, pero no era algo que nos preocupara, pues rara vez eran revisadas y si no notaban a nadie salir del apartamento, no tenían por qué buscarnos. Que el deportivo de Nick no tuviera los cristales polarizados no hacía más que hacerme sentir expuesto.

20 preguntas [J.Jonas]Where stories live. Discover now