LXVIII

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Estaba harta y no iba a poder aguantar más, me estaba quebrando y si lo hacía no iba a servir de nada.

Lo miré y suspiré, planeaba dejarlo dormir unas horas antes, me levanté y en el momento en que lo hice él se movió ligeramente. Miré su cuerpo que reposaba en el sillón y apreté la boca.

...

—Mátame... —comenzó a decir con voz ronca, apreté los ojos para evitar llorar — mátame ya... no tengo nada que ofrecerte... por favor, mátame... — pidió con la voz dañada y dolida

—No puedo hacer más por ti... — murmuré soltando ligeramente la cuerda— no por ahora, te prometo que volveré... — Joe sollozó y a mí se me quebró el corazón

Salí de la habitación con todo el papel que había logrado juntar y comencé a repartirlo, me aseguré de que el encendedor estuviera en el bolsillo trasero de mi pantalón y comencé avanzar, hice montículos de papel en cada esquina desde la parte alta hasta la parte baja del edificio, tenía que darme prisa.

Regresé a la habitación después de dos cuartos de hora en los que procuré juntar la mayor parte de cosas posibles y observé al muchacho que dormía lleno de dolor. Los analgésicos probablemente ya habían hecho efecto.

Recogí con los brazos mis pertenencias y las de Joseph, no podía dejar ni su rastro ni el mío, y el galón de gasolina y repetí la operación anterior con ellas, repartiéndolas por cada esquina y empapando las cosas más inflamables con el líquido; regué todo el alcohol de curación en la parte superior, me aseguré de enterrar bien entre el papel todos los guantes que utilicé y aventé las pastillas para dormir que jamás utilicé en Joseph al montón de cosas. Tiré todo, desde el paquete de galletas y la caja de cartón, hasta la pequeña estufa de luz y el jabón.

Una vez que todo el edificio olía solvente regresé a donde Joe. No quedaba más que esperar y rogar por qué Jesse no notara nada. Llamar sería lo último.

...

Me acerqué a él y le tomé la cara, limpié el sudor con los pulgares de sus mejillas y Joe gimió con dolor; pude notar como abría los ojos a pesar de tenerlos vendados, sabía que estaba aturdido, pero lo necesitaba lo más alerta posible.

—No sabes cuánto lo siento... —murmuré con voz baja

Pude notar como apretaba los dientes y soltaba un par de lágrimas, complementándolas con un quejido. Se sentía mal y yo podía entenderlo.

—Joseph...— acaricié su mejilla con suavidad y el siseó cuando accidentalmente apreté una herida— necesito saber si me escuchas...— Joe tardó varios segundos en procesar lo que decía y finalmente asintió con cuidado

Lo levanté con lentitud, para sentarlo en el sillón, tomé su mentón con la mano y lo miré fijamente, su labio hinchado se veía ligeramente mejor, pero su cuerpo había adelgazado considerablemente. Suspiré, amarré bien mi cabello y apreté las manos en el último par de guantes que había tomado.

—Bien... escúchame atentamente, asiente una vez para decir sí— me obedeció y respiró con dificultad— te voy a sacar de aquí, pero necesito que sigas todas— agrave la voz en la última palabra— absolutamente todas— recalqué— mis indicaciones ¿de acuerdo? — asintió una sola vez— te voy a llevar a un lugar seguro y van a llegar por ti... — asintió lentamente— una vez que te saque de aquí... una vez que te saque de aquí...— tragué saliva— no intentes buscarme de ninguna manera, no vas a encontrarme... — pedí cobardemente, apreté los ojos y respiré— sabes quién te tiene cautivo, solo eso necesitas... las cosas caerán por si solas— dudó ligeramente y finalmente asintió— bien...

20 preguntas [J.Jonas]Where stories live. Discover now