LXXXIII

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Sus palabras provocaron un miedo tan grande como repentino en mí.

—Eso no es cierto— meneé la cabeza

—Sí lo es— suspiró profundamente— ya oíste a Daniel, estoy aquí por la misma razón que tú— sacó la pierna izquierda de su posición y se levantó, comenzó a pasearse de un lado a otro con los brazos cruzados y la cabeza baja, como si calculara números mentalmente, me ericé sobre el asiento— no nos va a dejar salir— alzó la cara y me miró a los ojos

—Esto no es cierto, esto no es cierto, esto no es cierto...—repetí varias veces en voz baja, bajé el cuerpo y jalé mis manos con fuerza, intentando por milésima vez en esos días desatarme

—Mientras más rápido lo aceptes, mejor...— murmuró ella acercándose a la ventana y mirando al exterior, la miré ladeando la cabeza y continué jalando los amarres

—Mierda, mierda, mierda...— mascullé con voz aguda, la cabeza iba a explotarme, las lágrimas seguían encharcando mis ojos y mis labios temblaban con violencia

Brooke volvió a acercarse y se posó junto a mí, adelantó la mano para tocarme e instintivamente me eché hacia atrás; la fuerza con la que moví mi cuerpo me hizo impulsarme involuntariamente y perder el equilibrio de la silla, logré ladear ligeramente el cuerpo. Mi hombro izquierdo fue lo primero en impactar contra el polvoso piso.

Gruñí y apreté los ojos por inercia, mi sien se golpeó contra la cerámica del y el dolor que había experimentado el primer día que desperté volvió. Un zumbido se instauró en mis oídos y el estruendo me recorrió los huesos.

—Te dije que ibas a caer...— murmuró Brooke como si regañara a un niño pequeño, abrí los ojos ligeramente obnubilado y pestañeé

Se agachó en cuclillas y cumplió su cometido: tocó mi cara y acarició mi frente con la yema de los }dedos, aparté la cara con violencia y ella logró pescar un mechón de cabello, no había notado lo sudoroso que estaba.

—No me toques— mascullé

—¿Te lastimaste?

No respondí y recargué la mejilla contra el frío piso, por muy incómoda que fuera mi posición no pensaba moverme o pedirle ayuda; la silla no estaba amarrada a mí de ninguna manera, así que la pateé con rabia como pude y cerré los ojos con la esperanza de dormirme y despertar en mi habitación, la escuché suspirar y alzarse, caminó por la habitación sin alejarse mucho.

—No puedo creerlo, eres imposible— masculló

Apreté los dientes ante el calor que sentía en mis mejillas y todo el flanco izquierdo; la situación era ridícula, a esas alturas la cabeza insistía en dolerme de manera punzante. Quería refugiarme de alguna manera, difícilmente podía seguir confiando en ella; una parte de mí necesitaba seguir escuchando lo que había ocurrido, quería darle una oportunidad, pero otra quería simplemente rendirse ante el cansancio que estaba cruzando.

Brooke comenzó a murmurar y yo a espiar entre pestañas, estaba de espaldas a mí, así que volteé el cuello con mucho cuidado, la miré y pude distinguir su celular, estaba hablando apresuradamente con alguien por teléfono, recordé que tenía el mío y analicé la posibilidad de quitárselo. Estaba totalmente inutilizado y difícilmente iba poder siquiera tocarla.

—Vale, nos largamos...— sentenció, la miré confundido y cansado

—¿Qué? —pregunté lleno de hastío, no podía sentir otra cosa por ella

Brooke pestañeó y respiró profundamente, se agachó en cuclillas y me miró a los ojos, sus pestañas me provocaban cierto retortijón en el estómago y sus mejillas enrojecidas y caladas por el frío me hipnotizaban.

20 preguntas [J.Jonas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora