XCV

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Lo días habían pasado a una velocidad sinceramente vertiginosa, llevaba ya algunas horas enfrascado en un libro cuando los escuché por novena vez en la semana; la sensación era extrañamente conocida, la misma adrenalina de cuando tenía ocho y escuchaba a hurtadillas a mi madre hablar acerca del próximo viaje familiar con Paul; sólo que los papeles ahora los tenían mis hermanos y el tema no era precisamente un viaje. Los dos peleaban, una vez más.

Había algo, algo que inevitablemente codificaba en mi cerebro las situaciones, gritándome que el tema de conversación, algo que forzaba los engranes de mi cabeza, forzándolos, desgastándolos y haciendo que chirriaran entre sí, una vocecita en la nuca que no dejaba de causar estragos, porque, para bien o para mal, la mayoría de las veces no me equivocaba.

Me gustaba pensar que Nicholas probablemente estaba a punto de explotar y que Kevin no estaba dispuesto a dejarlo ganar, también fantaseaba con Nicholas defendiéndome y con Kevin entregándome o viceversa, muchas veces sin saber de quién debía cubrirme la espalda, aunque al final del día resultara que ambos me deseaban buenas noches sin intenciones ocultas, sobre todo Nick, quien irremediablemente había aprendido a controlar ligeramente su mal genio, yo lo atribuía a sus sesiones robadas con mi terapeuta, aunque siempre podían ser producto de sus reflexiones ¿no?

Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta, queriendo cerrarla, pero decidiendo bajar a la sala cuando su discusión no ceso en mis oídos al momento de emparejarla, los diálogos acalorados me atravesaron las orejas, perforando mi cráneo cual zumbido. No llevaba zapatos, así que no notaron mi presencia hasta que alcancé la planta baja.

—No es tan difícil, Kevin— mascullaba Nick con la cabeza entre las manos, sentado en el sillón— Entiéndelo, un no es un no.

—Lo capto— bufó el otro mirándolo con los brazos cruzados desde el otro lado.

—¿Qué pasa ahora? —murmuré alzando las cejas, ambos me miraron y Nick suspiró.

—Nad-

—Pasa que... —comenzó Kevin, interrumpiendo al otro y mirándome gravemente.

—No pasa nada, Joe— susurró Nick con una sonrisa conciliadora.

Ladeé la cabeza y torcí la boca. Hacía ya dos semanas que Nick no me dirigía la palabra a menos de que fuera estrictamente necesario, todo producto de nuestra última discusión tras mi regreso de Boston. Comenzaba a sentir que se había rendido conmigo, no como si me importara; de cualquier manera, no lo culpaba, no del todo.

—¿Se van ya? —susurré mirándolos sin expresión, Kevin asintió y Nick suspiró profundamente, cansado, cansino.

Mi cabeza comenzó a maquinar a toda velocidad intentando dilucidar lo que estaba ocurriendo y porqué. Ambos iban trajeados, Kevin con una gabardina encima del saco para protegerse del viento que soplaba fuera, Nick con un par de guantes de cuero negros. Fruncí la frente queriendo entender.

—¿A dónde? —pregunté con la voz ronca.

Nick me miró con cierta culpa brillando en los ojos, porque, aunque había aprendido a controlar su exterior, su interior seguía siendo transparente, no había máscara o careta capaz de esconder todo lo que sentía, sus emociones solían torcer su boca, y sus sentimientos jugaban con el brillo de sus pupilas, delatándolo, exhibiéndolo como el chiquillo asustado en que se convertía siempre que quería callar. Kevin torció una sonrisa, un gesto más propio de él, más arraigado.

—Tenemos asuntos en la corte, llamé a Sophie, traerá a Lena en un par de horas para que puedan...

—¿Por qué tienen asuntos en la corte? —pregunté interrumpiéndolo, ignorando que mi cuñada iba a llegar con el pedacito de sol que era mi sobrina.

20 preguntas [J.Jonas]Where stories live. Discover now