Capítulo 14

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Pero esperad, antes de seguir, volvamos un segundo atrás. Al momento de vernos por la mañana Pablo y yo. Y la razón por la que estoy flipando tanto. Porque quedamos para que yo le fuera a buscar. A ver... no quedamos, ¿vale? Simplemente me planté frente a su portal a las 7.30 de la mañana. ¿Mi plan? Al verle salir por la puerta, haría como que pasaba por allí. ¿Me estáis juzgando? ¡No me juzguéis! El problema es que tardó mucho en bajar y, mientras esperaba, yo me fui calentando. No en el mal sentido. Ni en el bueno. Ay, no sé, el caso es que empecé a rayarme mazo, nivel loco, ¿vale? Pero a ver, comprendedme. ¿Por qué tenía que ser tan puñeteramente encantador en algunos momentos y luego soltar un 'nos vemos' y pirarse a su casa, sin siquiera un beso de despedida? ¿Estoy loco? Un poco, ¿no? Venga, Óscar, se lo vas a decir, le vas a dejar las cosas claras, me decía una y otra vez. En plan en serio. Tanto que hasta estaba enfadado con él. REAL. Cuando le viera aparecer por el portal, no le iba a dejar casi ni saludarme. Se lo iba a preguntar directamente. De hecho, iba a preguntarle que por qué ahora me hablaba y antes pasaba de mí tanto, a ver qué me decía. Le vi aparecer en el portal y puse en marcha mi plan.

- ¡Pablo!

- Hey, qué tal – dijo, tapándose el sol con la mano y claro, al ver sus ojos, su sonrisa (su puta sonrisa) y esos brazos de color madera. Es decir, no pude, ¿vale? Mira, es un asco, pero me habría meado encima. ¡Por favor!

Sonreí como un estúpido y me coloqué a su lado, feliz como en mi vida, para ir los dos juntos a clase.

- ¿Preparado para la excursión? – le pregunté.

- Bueno, tampoco te creas que me apetece. ¿Tú?

- Puede estar guay, ¿no? – ¿puede estar guay? Qué tengo, ¿diez años?

- Supongo – se encogió de hombros.

- ¿Y esta tarde qué harás? – pregunté.

- ¿Esta tarde? Yo qué sé. Creo que he quedado.

- Ah, vale – joder. No solo quedé como un ansioso sino como un pringado que no tiene más planes en la vida que quedar con él.

- Seguramente me vaya el finde con mis padres a algún lado.

¿Qué? ¡NOOOOOO! ¡No podía irse! ¿No era consciente de la cuenta atrás de nuestra relación? ¡JODER!

- Ah, guay – otra vez el puto guay.

Llegamos al cole y él se fue para un lado, como siempre, y yo para el otro, pese a que fuéramos ir a la misma clase, ¿sabes? Eso sí, os juro por mi vida que, cuando nos separamos y él se fue con dos amigos suyos (a los que no había visto en mi vida), uno de ellos me miró con cara de asco y dijo, porque sé leer los labios (bueno, no, pero estaba mazo claro), que qué hacía con el pringado ese, o sea, conmigo. Pablo se encogió de hombros y entraron todos en el colegio.

- ¿Está ocupado?

- Creo que sí... - dije.

Ante mí estaba un chico al que no había visto nunca. ¿O sí? No era de mi clase, eso seguro. El caso es que me sonaba pero oye, vete tú a saber. Tenía el pelo rojo brillante y, lo siento, una boca gigante. Pero gigante. Debía de ser más o menos de mi altura, y estaba bastante fibrado para tener quince años. En serio, ¿es qué iban al gimnasio algunos o qué? Porque no me explico que haya tíos de mi edad que parezcan deportistas profesionales, joder.

- ¿Crees?

- Antes estaba sentado Pablo...

- ¿Bernabé? Está ahí atrás, no sé si lo sabes.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora