Capítulo 55

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Mira, la verdad es que es un puto halago, para qué voy a mentir. Que dos chicos como Pablo y Albert se 'pelearan' por mí... ¿quién me lo iba a decir hace un año? A ver, pelear pelear, tampoco. Realmente Pablo ni siquiera sabe lo de Albert, lo de que le gusto, vaya. Bueno, creo que no lo sabe. ¿A lo mejor por eso no hablan mucho entre ellos? Sé que Albert no habla mucho con Pablo, pero Pablo... ¿esa es su razón también? El caso es que estamos en la noria, huyendo de los animales de Diego y compañía, y Albert no ha visto un mejor momento para decirme que quiere besarme. Dice que lo lleva guay, lo de estar por mí y que yo esté con Pablo. ¿Si lo llevara tan bien como dice... me habría pedido un beso? ¿Y ahora yo qué le digo? A ver, no os llevéis las manos a la cabeza, pero no me importaría darme un pico con Albert, la verdad. Total, somos amigos. Es un pico inocente, ¿no? ¿No?

- ¿Besarme? – pregunté.

- Ay, joder, olvídalo. En serio. Qué vergüenza. Tío, Óscar, es que no sé cómo lo haces. ¿Cómo eres tan puñeteramente mono?

- ¿YO? – ays, menuda movida.

- Aún me cuesta hacerme a la idea, la verdad. Pero te juro, te juro en serio – dijo llevándose la mano al corazón – que no afecta a nuestra amistad. Que te quiero mazo, que eres el mejor amigo que tengo y puedo tener.

- Joder, Albert, yo también. Yo-yo lo siento... pero estoy con Pablo, y yo qué sé. Me gustas. Claro que me gustas. Eres guapo, estás buenorro, eres divertido... y me flipa tu pelo – sonreí.- Pero ya sabes que no me gustas... igual- oye, pero qué jodido decir esto.

- Lo sé – y se quedó en silencio, cabizbajo. Madre mía. Perdonadme por lo que voy a hacer, ¿vale?

Me acerqué, le puse las manos sobre las rodillas y, aunque yo estaba temblando, creí que era algo que debía hacer. Nos miramos y le besé. A ver, sin lengua ni nada, ¿eh? Solo un beso en los labios, como si tuviéramos diez años. Un 'mua' rápido, pero sentido. Porque quiero que sepa que me importa muchísimo. Porque es verdad, porque Albert justo apareció en el peor momento de mi vida, cuando mis padres me rechazaban (sí, vale, siguen haciéndolo), y justo mis mejores amigas me habían dado la espalda... y Pablo, bueno, Pablo era un misterio indescifrable. Pero apareció Albert y me hizo todo más fácil.

Eso sí, nuestra suerte es muy mala, y justo cuando estaba dándole el beso, nuestro viaje en la noria había llegado a su fin y Diego y compañía estaban los primeros de la cola, mirándonos con cara de odio mientras nuestros labios estaban pegados. ¡ME CAGO EN LA PUTA! ¡ME CAGO EN LA PUTA HOSTIA! Albert y yo nos quedamos blancos, pálidos como la puta nieve. Pero menos mal que Albert es de pensar rápido, no como yo. Me cogió del brazo y me sacó de la cabina. Diego y sus colegas vinieron hacia nosotros pero, en vez de salir por la salida, Albert me llevó por la parte de atrás y pegamos un salto, quedando al otro lado de una valla de seguridad. A ver, el salto... no exagero, fue como de dos metros. Albert cayó medio de culo. Yo sobre el pie derecho. Mira que he visto pelis, y parkour, y pensaba que podría caer y dar una voltereta en el suelo para amortiguar, pero a ver, si sabéis algo de mí, es que soy extremadamente torpe, así que intenté hacer la voltereta pero, obvi, no me salió, por lo que todo mi peso recayó en mi pie izquierdo y el dolor fue mortal. ¡Genial, lo que me faltaba, romperme el pie!

- ¡AY, JODER! – protesté.

- ¿Estás bien? – preguntó Albert, sudando a mares.

- Sí, sí. Bueno, no, creo que me lo he torcido.

- ¡No me jodas!

- ¡Oye, bastante tengo como para que encima me asustes! – repliqué.

- Perdona, perdona. Venga, te ayudo. Vamos a la casa esa del terror – me apoyé sobre su hombro y huímos hacia el lugar donde habíamos quedado con Almu y compañía. Joder, ojalá estuvieran ahí. Y que estuviera Aurora. ¿Les protegería al menos?

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora