Capítulo 70

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Como si fuera un niño pequeño gritando: 'ay, es que no me dejan jugar'. Igualito. Así escuché en mi mente la voz de Diego, señalándome con cara de odio, y custodiado por su padre y su madre. Y sí, los tres me sacaban media cabeza.

-¡Ese es! ¡Te vamos a denunciar, joder! –gritó Diego.

-¡Diego! ¡Al coche! ¡YA! –chilló su madre y Diego pasó a mi lado, chocando hombro con hombro y claro, casi me tira al suelo, porque quieras que no, Diego está cachas, y de un golpe te deja tonto, las cosas como son.

-Maricón –me dijo entre dientes.

-Gracias –le respondí, sarcástico.

            Diego bufó y se fue con su madre, que pasó a mi lado y ni siquiera mi miró. No me escupió pues yo qué sé, porque acabaría de tragar saliva o algo, porque poco le faltó. Los dos desaparecieron al final del pasillo, camino del coche, pero el padre no. El padre se quedó ahí, mirándome, como un león mira a su... su... ¿qué cazan los leones? ¿Cebras? ¿Gacelas? ¡Gacelas! ¡Eso! Pues yo soy la gacela en esta historia, y el padre de Diego es el león que quiere pegarme una dentellada y seguramente arrancarme la cabeza de cuajo.

-¿Tú eres el alumno que le ha denunciado?

-¿Yo-yo-yo-yo? A ver, bueno, hemos sido muchos y muchas, y había mucho follón, y estaba nublado, y claro no podía ver nada, porque estaba... -empecé a decir sin ningún tipo de sentido.

            El padre dio un paso hacia mí, pero yo ni me moví del sitio. Estaba paralizado, ¿vale? ¿Qué queréis? A mí me das un señor con mirada intimidante y me asusto.

-Diego dice que has sido tú.

-¿Diego? ¿Di-di-diego? No-no-no conozco a ningún Diego, ¿sabe?

-Oye, que no pasa nada, que solo quería darte las gracias.

            WHAAAAAT. Es decir, ¿puto qué? ¿Qué me quiere dar las gracias? Es decir, el mundo puto al revés. El puto mundo al revés. No sé ya ni lo que digo. ¿A mí las gracias de qué, señor? ¿Las gracias de qué?

-¿Las-las gracias?

-Y pedirte perdón por todo lo que te haya podido hacer mi hijo. Si puedo hacer algo por compensártelo, solo tienes que decírmelo.

-No, no, es decir...

-No sabíamos que Diego hubiera hecho todo lo que nos ha contado el director y el profesor...

-¿Solero? –pregunté.

-No, se llamaba Marcos.

-Ah, sí, sí –claro, que Solero es un mote, aunque aún no sé de dónde viene.

-En serio, siento que hayas tenido que pasar por algo así, y me avergüenza que haya sido mi hijo el culpable. Me encantaría hablar con tus padres un día para... -me sugirió.

-Ah, no, no se preocupe. Mis padres están bien, tranqui –traté de salir del paso.

-También quería decirte algo más...

-¿Sí?

            Parecía que en su mente se estaba librando como una batalla silenciosa: o decirme lo que quería decirme, o no, e irse dejándome ahí. Al final ganó lo primero. Se irguió (porque claro, estaba agachado porque yo pues soy bajito, que quieres) y sacó su cartera del bolsillo trasero de su pantalón.

-Ya han expulsado a Diego del instituto, y creo que es suficiente castigo, además del que le podremos poner nosotros, sus padres. Pero me gustaría que no fuera a más la cosa. Y... -abrió la cartera y me di cuenta por dónde iban los tiros. –No me gustaría ir a más, ¿sabes lo que te quiero decir?

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora