Capítulo 49

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Cuando me desperté, Óscar estaba a mi lado. Desde que había venido a mi casa a vivir unos días, no habíamos tenido la oportunidad de estar juntos en la cama. Joder, y yo me moría de ganas. Como supongo que él también. Pero estaba mi madre y no me atrevía a dejarla mucho tiempo sola. Bastante lo había hecho ya. Y porque sé que ella quiere que vaya al insti, que si pudiera elegir, me quedaría en casa con ella. Pero que me hubiera dejado traer a Óscar a casa era lo mejor que podía haberme pasado en la vida. Lo he dicho como si Óscar fuera una mascota, pero no. Ni mucho menos. Me levanté con cuidado de no despertarlo. Era viernes. Eso significaba que hoy por la tarde estaríamos libres para hacer lo que quisiéramos hasta dentro de tres días. Me gustaría hacer algún plan especial con Óscar. Podríamos ir a cenar a algún sitio así, como de ricos. Total, siempre le doy lo mismo: Monster y Oreos. Hay que cambiar alguna vez, aunque sea solo una comida. Pues podíamos hacer eso. Lo prepararé. Y le doy una sorpresa que, aunque diga que no, le flipan.

- ¿Con ganas de viernes? – le dije mientras sacaba un brick de leche de la nevera. Óscar, como siempre, estaba devorando un tazón de chocokrispies, como si no hubiera comido en una semana. Tanto que le caía la leche por los lados de la boca. Y yo solo podía pensar en limpiársela con mi lengua.

- Siiii. Además, hoy hemos quedado por la tarde para hablar de ACB.

- ¿Ah sí?

- Sí, si te lo dije ayer.

- Oh, hoy no puedo – mierda, quería prepararle una sorpresa, no podía perder la tarde. Ya me contaría después lo que habían hablado.

- Anda, ¿y eso?

- Nada, cosas mías – y ahí acabó la conversación. Sí, lo sé. Sé que nada más decir esa frase, Óscar se iba a rayar. Porque no puede evitarlo.

Fuimos los dos juntos al insti. De la mano, claro. Yo creo que era lo que más me gustaba de tener novio: poder darle la mano. Es decir, es que es maravilloso. Sí, he dicho novio. Porque Óscar es mi novio. Y bueno, mis rayadas ahora están bien. Vale, sé que hace unos meses, e incluso unas semanas, no. Pero ahora sí. Llevamos días super bien, sin ninguna movida, ningún problema, nada más que tranquilidad. Y a lo mejor me había equivocado. He pensado muchas veces en dejarle, en alejarme, porque joder, era tener un momento super bueno, y luego de repente, pasaba el drama: que si Ramón, que si las gilipollas de sus amigas, que si el dire... Es que no había un puto segundo de respiro. Y claro, es que a lo mejor era mi culpa, yo le traía los problemas. Cada vez que se juntaba conmigo, algo malo pasaba... Pero luego siempre pensaba: ¿cómo coño voy a dejar a Óscar? Primero, no lo entendería. Segundo, le haría muchísimo daño. Tercero, no quiero hacerlo. Así que bueno, lo llevo lo mejor que puedo, y he empezado a obligarme a pensar que las cosas malas no son culpa mía. Lo único importante es estar a su lado cuando sucedan.

- Nos vemos en clase – le dije al ver que se quedaba hablando con Albert y compañía. Entré en el insti y nada más atravesar la puerta, me crucé con Diego y sus colegas. No tenía nada en su contra, siempre había sido un buen tío conmigo... pero lo que le hizo a Albert. Uf, eso no se lo perdono. Yo suelo ser bastante tranqui con eso. Puedo perdonar, puedo olvidar. Y Albert realmente no es mi amigo, sino de Óscar. Pero ese es el problema. Si eres amigo de Óscar, eres mi amigo, y si te hacen daño, te voy a defender.

- Ey – dijo uno de los colegas de Diego. Yo levanté un poco la cabeza y seguí hacia delante.

- Este al final va a ser de los que pone el culo... - susurró otro de ellos. Bueno, no. No lo susurró. Lo dijo para que lo oyera. Y claro que lo oí. Había que estar sordo.

- ¿Y tienes algún problema? – me giré, encarándome con él.

- ¿Yo? – respondió, atemorizado. Desde que le pegué aquel puñetazo a Ramón, todos parecían tenerme mucho más respeto... y miedo.- Si-si-si no he dicho nada.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora