Capítulo 33

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Cuando salimos de la enfermería, fuera estaba el entrenador, la mitad del equipo... y Ramón, con la cara hasta el suelo. Me refiero a que estaba de morros, que no quería estar ahí. Seguramente le habría obligado el entrenador o algo así porque cuando me vio aparecer, le miró, este asintió, y Ramón se me acercó. Yo, como un tonto, me cubrí la cara, como si fuera a pegarme otra vez. Os juro que es lo primero que pensé.

- ¿Estás bien? – preguntó, seco, cortante, obligado.

- Sí, sí.

- Sin rencores, ¿eh? Es parte del juego.

- ¿Qué seas un animal es parte del juego? – exploté.

- Eh, relaja, que he venido en son de paz.

- ¡Seguro!

- Que te den bien por el culo, marica – dijo entre dientes y se largó. Siempre tenía que terminar igual. ¿Qué más le daba que yo fuera gay? Es que sigue sin caberme en la cabeza, os lo juro. Es algo que se me escapa. 

            Después de hablar con el entrenador y que se asegurara que estaba bien, me largué de allí con la cabeza baja y tratando de pasar desapercibido. Albert quiso acompañarme a casa, pero le dije que no. ¡Y no insistió nada! Os lo digo: estaba súper raro. Es que digo yo, ¿para qué coño me metería en la tontería del fútbol? ¿Para qué me metería en nada en general? Bueno, ya está la vena derrotista de siempre. Y ahora a casa. ¿Cómo podía haber llegado a odiar volver a casa? Eso sí, lo que no imaginaba es que Pablo estuviera ahí, esperándome, con cara de preocupación.

- ¿Qué-qué haces aquí?

Nada más verme, corrió hacia mí y me dio un abrazo que casi me tira de nuevo al suelo. ¡Madre mía qué fuerza! ¡Y yo que esperaba que simplemente me dijera un "ey, qué tal"! Pero así es Pablo, siempre sorprendiendo. Qué tío más complicado.

- ¡¿Estás bien?! ¡Menudo puto susto me has dado!

- Sí, sí... pero... me estás ahogando – conseguí decir.

- ¿Qué coño hacías en el entrenamiento de fútbol? – me espetó de repente.

- ¿Eh?

- Si no sabes jugar...

- Ya, ya. Se empeñó Albert y bueno, tampoco yo sé muy bien qué hacía ahí.

- Joder, te podrías haber hecho daño – parecía realmente preocupado. Aunque no sé si preocupado o cabreado.

- Y me lo hice.

- ¿Estás bien? Te acompaño arriba.

- No sé si será buena idea. Ya sabes, mis padres – vamos, me ven llegar con Pablo y flipan.

- Qué les den a tus padres. Ya estoy harto.

- ¿Y este cambio de actitud? – pregunté, confuso. Es que estaba siendo un cambio súper brusco, y tan de repente... Que no tengo nada en contra, pero no sé, me hace flipar un poco.

- ¿Cambio de actitud? ¿Qué dices?

- Vamos a ver... - no quieres hablar esto ahora Óscar, no quieres.- Estás raro, Pablo. Llevas raro conmigo meses – vale, pues sí que quieres hablarlo.

- No estoy raro.

- Sí lo estás. ¿No somos novios? No es que haya tenido muchos, de hecho ninguno. Eres el primero, pero eso ya lo sabes. Pero es que vamos a ver, yo pensaba que esto de ser novios era estar juntos, era conocernos más... y estos meses has estado desaparecido, y luego viene lo de la fiesta de Navidad y... - ¡calla, Óscar!

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora