Capítulo 25

19.7K 1.9K 1.5K
                                    



            No sabía que me gustaban los tíos hasta que conocí a Óscar. Bueno, realmente tampoco estoy seguro de que me gusten, así en general. Sé que me gusta él. Pero no he sentido nada parecido por ningún otro... ni ninguna otra. Llevamos compartiendo clase años, pero nunca habíamos hablado hasta estos últimos días de curso. Él siempre iba rodeado de sus amigas. Ainhoa, Elena y María. Yo siempre estoy con Xavi, Arenas, y de otras clases. La verdad, la mía no me gusta nada. No me hablo ni con la mitad de mis compañeros. Y la otra mitad me parecen bastante gilipollas. No quiero quedar de flipado ahora, ¿eh? Pero hay veces que siento que tienen diez años en vez de quince. Hay cada uno para echarle de comer aparte. Pero Óscar parecía diferente. No me preguntéis por qué, pero lo parecía. La primera vez que hablamos, que yo recuerde, fue hace un par de semanas, más o menos, cuando le vi comerse una taquilla y caer de culo al suelo. ¡Menuda hostia se metió! La verdad es que antes de ese día ya le había estado observando. Me intrigaba. Era torpe, tenía pocos amigos, pero era bastante extrovertido y parecía que le daba igual quedar en ridículo. Yo me llego a pegar la hostia que se metió él, y vamos, no vuelvo a clase en toda la semana. Pero él, bueno, él se levantó. Y desde ese momento me fijé un poco más en él. Sobre todo al saber que no iba al viaje y se quedaba solo. Todos los recreos iba con sus amigas a sentarse bajo el árbol del patio. Y cuando le vi ahí solo, con su polo de Star Wars... bueno, tuve que acercarme. Me dio curiosidad.

Y aquí estoy ahora, dándole la mano delante de todo el puto instituto. No sé si estoy loco o no, pero cuando le he visto en el suelo, y con esos subnormales dispuestos a pegarle una paliza, he sentido que es lo que tenía que hacer. Basta ya de esconderse, ¿no? Ya me lo dijo él, si llega a ser una tía, no me habría preocupado tanto. Aunque, realmente, me preocupo por él, porque no quiero que lo pase mal y esas cosas, porque en este instituto hay mucho cabrón... y mucho bestia suelto. Su mano sudaba. Estaba temblando, como si estuviera enfermo o yo qué sé. Siempre tan nervioso, joder. Era imposible calmarle con nada. Joder, yo también lo estoy. Bueno, eso creo. De hecho, pensé que lo iba a estar mucho más, pero el hecho de cogernos la mano, bueno, como que no había nada en el mundo que me apeteciera más.

Todo el pasillo estaba en silencio. Pero silencio, silencio. Como cuando iba con mis padres a misa de pequeño, aunque luego dejáramos de ir. Normal. Ninguno de los tres éramos creyentes. Se podían escuchar algunos susurros apagados de fondo, que parecían más pensamientos en alto que otra cosa. ¿Y si me estaba equivocando? ¿Había dado un paso demasiado grande? Óscar solo miraba al suelo, no sabía muy bien dónde meterse. No me había visto venir. Si os soy sincero, yo tampoco.

- Qué haces, tío – me dijo Ramón. Óscar pareció reaccionar y me soltó la mano, como si fuera un acto reflejo, como si le diera vergüenza darme la mano en público. ¡Joder, no me la sueltes, ahora que hemos llegado hasta aquí, Óscar!

- Qué hago de qué – respondí, lo más seco que pude.

- Que qué haces dándole la mano. Qué sois, ¿novias ahora?

Bueno, podía mentir, y decir bien alto que solo le había ayudado a levantarse. La gente me creería. Nadie diría nada a mis espaldas, y todo volvería a la normalidad. Pero no. No podía pensar eso. No puedo pensar eso. Ni de coña. Porque solo podía ver a Óscar perseguido por esos tres gilipollas, y mira, se me encogía todo. Qué hijos de puta. Bueno, venga, Pablo. Ya está.

- No.

- Ah, uf, menos mal, pensé que eras ma...

- Somos novios – afirmé, y mira, lo que vi en los ojos de Óscar, uf. Quiero verlo siempre.

Ramón hizo una mueca como de vomitar y me miró con cara de odio. No entiendo muy bien cómo habíamos llegado a ser tan amigos Arenas y yo, si era un asco de persona. Cuando salimos del baño en el parque de atracciones, estuvo toda la puta tarde haciendo coñas de maricones. Estoy seguro de que nos vio liarnos o, al menos, que vio que había otra persona conmigo en ese baño. La verdad, la tarde en el parque fue la peor tarde desde hace meses. Las niñatas de Ainhoa, Elena y María no se despegaron de mí. Todo el rato querían acompañarme, sentarse conmigo, hablarme. Desde que no estaba Óscar, curiosamente. Como si por estar conmigo, yo me fuera a olvidar de la persona más importante que había en mi vida. Dios. Sí. Acabo de decirlo, pero es que es verdad. Recuerdo super claro la otra tarde en el templo de Debod. Estaba mega nervioso. Pero me calmó notar que él lo estaba mucho más. A ver, Óscar siempre estaba todo mucho más. Porque así es. Pero recuerdo inventarme la chorrada esa de los escalones, pues para hacerme un poco el guay, ¿sabéis? No os voy a engañar. Y resulta que no solo se lo cree, sino que encima lo cumple y sube todos los escalones. ¡TODOS! Fue en ese momento cuando me di cuenta que tenía que formar parte de su vida. No quería estar de paso. Quería ser alguien para él. Lo necesitaba. Y ese beso... qué vergüenza. Seguro que pensó que besé fatal, pero mira, lo deseaba tanto...

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora