En cuanto vi su mirada, supe que tenía que besarle. No podía evitarlo. Le cogí de la cara y apreté mis labios contra los suyos. Pero lo noté como si fuera el último beso que fuera a darle. O, al menos, el penúltimo. Amargo. Melancólico. Joder. Se iba a ir del instituto de verdad. Lo sentía. Lo estoy sintiendo ahora mientras nuestras bocas se juntan. Entonces abrí los ojos y lo que vi me heló la sangre.
- Tu padre – le susurré.
- ¿Eh?
Se dio la vuelta y también se quedó de piedra. No me extraña. Su padre era bastante imponente, y tenía una mirada de ira imposible de evitar. Nos había visto besándonos. Había visto a su hijo besándose con otro chico. Otro chico no. El chico al que le había prohibido ver. Estaba en problemas, pero no sabía muy bien cómo ayudarle. Es su padre. Yo tengo 15 años. No puedo enfrentarme a un adulto sin más.
- Te dije que no volvieras a ver a ese chico – le escuché decir. Óscar estaba temblando. Ya le conocía cuando se ponía nervioso. Quería hablar muy rápido, más de lo que suele hacerlo, le tiemblan las manos y no deja de moverse. Tenía que ayudarle, o al menos, recordarle que estaba ahí, con él, a tan solo unos pasos de distancia.
- Haz el favor de ir al salón de actos y sentarte junto a tu madre. Ya hablaremos en casa – dijo su padre, echándome una mirada de odio. Ese fue mi detonante para entrar en la discusión. "Óscar, estoy aquí".
- Señor Rubio, siento que... - comencé a decir, pero nada más empezar a hablar, me interrumpió, elevando tanto la voz que retumbó entre las paredes del pasillo, como si estuviéramos en la montaña casi.
- Aléjate de Óscar, ¿entendido? Tú y tu...
- ¿Mi qué? – me envalentoné, andando hacia él. ¿Se pensaba que podía intimidarme? ¡No podía ceder! Ni de coña iba a quedar como un cobarde delante de Óscar. Necesitaba seguridad y yo se la iba a dar, aunque eso significara enfrentarme a su padre.
- ¿Pablo? – dijo otra voz. Mamá. ¿Cómo había sabido que estábamos ahí? Pasó al lado del padre de Óscar y me cogió de los hombros, colocándose tras de mí, totalmente desubicada.
- Creo que no nos han presentado. Soy la madre de Pablo. Nuestros hijos son... - le tendió la mano pero el padre de Óscar ni se inmutó.
- Que su hijo deje al mío en paz, ¿entendido?
- ¿Y eso por qué?
- Porque soy el padre de Óscar y se lo ordeno.
- ¿Le ordena que deje de ver a sus amigos?
- Le ordeno lo que quiera – y se fue, tirando de Óscar, que ni siquiera me miró cuando desapareció por las escaleras.
En cuanto dejé de verle, un impulso me hizo correr hacia él, pero mi madre me lo impidió cogiéndome del brazo.
- ¿Qué haces, mamá? Suelta.
- ¿Qué haces tú, Pablo?
- ¡No puedo dejarle con ese bruto! – y luché para soltarme de la mano de mi madre, pero me apretaba con fuerza.
- Pablo... Pablo, para – pero yo no escuchaba. Solo pensaba en Óscar, y le veía con el cabrón de su padre, y no podía... No quería dejarle solo.- ¡PABLO!
- ¡QUÉ! – respondí y mi madre me soltó. Su mirada era la más seria que le había visto en mi vida. Tanto que hizo que me quedara inmóvil, respirando acelerado, y con el corazón a mil. "Venga, mamá, di lo que tengas que decir, pero se acaba el tiempo".
ESTÁS LEYENDO
Alguien para ti
Teen FictionÓscar tiene 15 años y un secreto: está enamorado de Pablo, el chico guay de la clase, el deportista, el buenorro, el guapísimo, el ligón y callado Pablo Bernabé. Pero nadie lo sabe, ni siquiera sus mejores amigas. El viaje de fin de curso se acerca...