Capítulo 23

22.7K 1.5K 770
                                    


Yo ya sabéis que no soy muy fan de los parques de atracciones. Ya habéis visto cómo reacciono en las casas del terror. Porque sí, porque soy un cagao, y no me importa reconocerlo. Bueno, sí me importa, porque me aproveché de Albert, en vez de admitir que yo también estaba al borde del infarto. Que ya os he visto que me lo ibais a echar en cara. Pero, ¿qué iba a hacer? ¿Morirme de miedo para hacerme el machito? Es que es absurdo, de verdad, siempre buscando ser los más valientes del mundo. Que no pasa nada por tener miedo, joder. ¡El caso! Que me enrollo como el que más. Dios mío, qué intenso soy. El caso es que Pablo quería estar conmigo el resto del día y pasar del resto. ¿No era eso maravilloso? Solo esperaba que no me obligara a montarme en na...

- ¿Nos montamos? – me dijo, señalándome la Lanzadera. Sí, esa atracción de 100 metros de altura que te deja caer en picado. ESA MIERDA.

- Ni de coña – dije, tajante.

- ¡Sí! Venga, es genial.

- No, no y no. O sea, me muero.

- Yo me subo contigo.

- Ya, aunque se suba conmigo K J Appa, ¿sabes? Ni de coña.

- ¿Quién?

- ¿Riverdale?

- Súbete conmigo. Y luego, vamos donde quieras.

- Es que me muero, Pablo, en serio, que tengo pánico a estas cosas – dije, nervioso.

- Prometo que te va a gustar.

- ¿Seguro? – dije, pero cero convencido.

- Sí. No lo vas a notar, y luego vas a querer repetir, fijo. Venga... - y me dio la mano. Ahí, delante de todo el mundo. Bueno, nadie nos estaba mirando, pero en mi mente éramos el centro del universo, ¿vale?

- Joder, Pablo, te odio – mascullé y nos pusimos en la cola.

            Mira, el estómago se me cerró al momento y no fui capaz de hablar durante todo lo que duró nuestra espera. Pero lo peor fue cuando nos montamos, y me bajaron la barra de seguridad. ESE MOMENTO. Como si estuvieras esperando la muerte, y no pudieras escapar. Mira, me arrepentí cada microsegundo que estuve ahí sentado. En serio, me quiero bajar. Necesito bajarme. No puedo seguir aquí. ¿Y si digo que me pasa algo, que tengo algún problema y que tienen que dejarme salir? Sí, creo que voy a hacer eso. Es mi única salida... pero entonces Pablo me dio la mano. Me la apretó con fuerza y me miró con ternura, y todos mis miedos, no os voy a decir que desaparecieron, porque eso es imposible, pero se calmaron un poquito la verdad.

            Subimos y yo no podía dejar de mirarle, cada vez más nervioso, cada vez más atacado, y le apretaba con tanta fuerza que hasta me daba vergüenza. Llegamos arriba del todo, miré hacia abajo y estuve a punto ¡A PUNTO! de desmayarme. Ahora solo faltaba la bajada. Lo peor. Lo peor. No puedo. Ay, me muero. ¿Y si me muero? ¿Y si se sale un tornillo y nos espachurramos contra el suelo? No, eso es imposible. ¿No? ¡Joder! ¡Decidme que es imposibleeeeeeeeeeeeeee! (No he sido muy sutil pero habréis notado que eso último ha sido porque hemos bajado a toda velocidad, ¿no? Ok).

No os voy a decir que me ha encantado porque sería mentiros. Tampoco voy a deciros que me he muerto de miedo, porque ya lo sabéis. Pero una cosa os diré: vomité nada más bajarme. Así soy de pringado.

- Joder, Óscar, no sabía que te iba a sentar tan mal. Lo siento.

- No pasa nada. Es que... soy muy exagerado...

- Me siento fatal. Menudo egoísta de mierda – no digas eso, que eres perfecto.

- Tranqui, en serio. Es solo de los nervios, que los he contenido ahí y uf, claro, exploté – pero la verdad es que lo que más preocupaba era que ahora iba a oler a vómito. GENIAL.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora