Capítulo especial

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Menudo final, ¿verdad? No recuerdo un momento más perfecto en mi vida que ahí arriba, en lo alto del parque, con Pablo a mi lado. Llamadme simple (bueno, no, mejor no me lo llaméis), pero oye, después de todo lo que habíamos pasado, nos merecíamos algo así, ¿no? Un poco de tranquilidad, un poco de calma. Y eso es lo que tuvimos, así que no vengáis aquí buscando dramas. Ya os dije hace mucho que esta historia no era una típica de dramas y sexo... aunque bueno, os mentí en las dos cosas. Porque drama ha habido mucho. Y sexo, pues oye, también. Y aquí estoy, con Pablo Bernabé, los dos sentados en lo alto de... Esperad, que me estoy repitiendo. El caso es que, después de estar ahí horas y que empezara a hacer frío, llamé a mi madre, por muy raro que me siga sonando, y vino a por nosotros para llevarnos a casa. Primero dejamos a Pablo, obviamente, pero la despedida fue rara, porque qué queréis que os diga, pero besarlo ahí delante de mi madre, joder, como que todavía me da corte. Así que fui a darle dos besos. Pero Pablo me miró con cara de: ¿qué cojones estás haciendo? Y me cogió de la cara y me plantó un beso en los labios. ¡Casi me muero de la vergüenza!

- Adiós, señora Rubio – dijo Pablo, levantando un poco la mano, y salió del coche, cerrando la puerta tras de sí. Ni siquiera se giró. Os juro que me dieron ganas de besar la ventanilla cuando le vi alejarse. Y lo habría hecho de estar solo en el coche.

- ¿Os lo habéis pasado bien? – me preguntó mi madre, visiblemente incómoda. Aún le cuesta esto. Lo de ser madre lgtbfriendly, quiero decir.

- Sí, sí. Ha estado guay.

- Me alegro.

            El trayecto hasta casa de Aurora fue en completo silencio. Yo, que soy un puto vago, ni siquiera me senté en el asiento de delante. Vamos, que parece que voy en taxi. Veía a través del espejo retrovisor que mi madre quería empezar una conversación, pero creo que no lo tenía muy claro, y cada vez que parecía que iba a hablar, se callaba y cambiaba de emisora. Cambió hasta 8 veces.

- Mamá, deja la radio ya, ¿no?

- Ay, perdona. Es que no sé qué música te gusta ahora...

- ¿Ahora?

- No sé qué música escucháis y...

- Déjalo, no pasa nada, puedes seguir cambiando – dije, resignado, hasta que llegamos a casa de Aurora.

Aunque parezca una tontería, estaba deseando llegar y contarle el cumple de Pablo, y también echarle la bronca por jugármela con mi madre, aunque realmente había salido bien. Me bajé del coche y mi madre también. Se acercó y me dio dos besos. Super sentidos además. Jo, la verdad es que me gustaba esta nueva 'madre', más atenta, y esforzándose por corregir los errores que, claramente, había cometido conmigo. Al alejarse, saqué el móvil para escribir a Pablo, pero oye, parece que las cosas han cambiado con él, porque ya tenía un mensaje suyo. ¡Pablo escribiéndome primero! ¡That's a first!

HAS SIDO EL MEJOR REGALO DE CUMPLEAÑOS

            ¿Ahora entendéis por qué le quiero tanto? Sí, ¿verdad? Es que vamos a ver. ¡VAMOS A VER LA MONEZ! Le contesté con una cursilada de las mías (que ya sabéis que tengo muchas) y subí a casa, a mi nueva casa. Aurora y su novia ya estaban recogiendo los restos de la cena y estuve hablando con ellas del cumple de Pablo. Si es que era como hablar con Celia y compañía. Qué gusto. Esa noche me fui a la cama con una sonrisa de oreja a oreja. Y bueno, antes de irme a dormir, pues le envié un regalo más de cumpleaños a Pablo. A VER, era una foto de mi polla. No así a lo bestia, sino en plan sutil y guay, ¿eh? Pero para ahorraros el intentar adivinar el qué. Joder, hasta hace nada me habría muerto del corte al enviarle eso, pero tenía tanta confianza ciega en él, que joder, hasta eso soy capaz de hacer. Y oye, era pensar en enviársela, y como que ya me empalmo. Es que ya no hace falta ni un interruptor. ¿Estoy enfermo? Decídmelo. Puede que un poco. Y mi enfermedad se llama Pablo. ¡NOOO! ¡Qué cursi, madre mía! Perdonad, joder, me odio. Pero es que me encanta ser tan cursi...

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora