Capítulo 61

9.4K 654 395
                                    


Jo. Qué bonito fue todo, ¿no? Si lo piensas, era algo como de final de película. ¡Y sabéis de sobra lo que me gustan a mí los finales de película! Y he tenido pocos. La verdad es que todos hemos tenido pocos. Culpo a Hollywood de nuestras expectactivas con los finales. Ya está. Ya lo he dicho. El caso importante es que, bueno, os debo una disculpa. Una disculpa enorme. No me matéis, ¿vale? Pero nada de eso pasó. A ver, a ver. ¡No os echéis encima! Es lo que quería que pasara. Os juro que mientras bailaba, lo estuve pensando. De hecho, os dejé una pista super clara de que lo que estaba pasando no era real: dije que todo estaba yendo de puta madre. Y recordad, yo estaba en el escenario. ¿Desde cuándo sé bailar o cantar? Vosotros lo habéis dicho: desde nunca.

La obra acababa de comenzar, y yo tenía claro que quería gritar a los cuatro vientos que no era justo que cerraran nuestro grupo y mil mierdas más, pero claro, ¿iba a hacerlo yo solo? No era viable, ni mucho menos. Así que esperé paciéntemente a que me tocara salir a escena a darlo todo o, al menos, a disimular que se me daba mal bailar y cantar. Celia y Cris me miraban con cara de "pobre, la va a liar mazo" y yo pues me encogí de hombros. Es decir, ya me he hecho a la idea de mi torpeza. ¿Qué más puedo hacer? ¿Una carta pública de perdón? ¡Oídme todos y todas, antes de nada, pedimos disculpas por cualquier torpeza de Óscar Rubio! Él no tiene la culpa de ser así. Pues mira, sería una buena introducción al espectáculo.

Pero pensar eso no ayudaba. No ayudaba ni lo más mínimo. Desde donde estaba podía ver parte del escenario. Podía ver a la gente que estaba sentada en el salón de actos que, por cierto, estaba petadísimo. Y Pablo estaba en una de las primeras filas, con su cara de amargado de siempre, aunque para mí era la pura felicidad hecha cara. Sus palabras me habían animado más que nada y... esperad, que os las recuerdo.

- No te agobies tanto. Te exiges demasiado. ¿No te das cuenta? Te habías puesto toda la responsabilidad del grupo en las espaldas. Y no hacía falta.

- Bueno, a ver...

- ¿No ha salido bien? No pasa nada. Ya buscaremos otra cosa. Eso seguro.

- No es buscar otra cosa, Pablo. Es que estamos en un colegio lleno de intolerantes – protesté.

- Ok. ¿Y qué ganamos viniéndote abajo? Nada, Oski, nada.

- Joder, pero tengo derecho a venirme debajo de vez en cuando, ¿no?

- Pues para eso estoy yo aquí, ¿no? Para levantarte de nuevo.

¿Cómo no estar enamorado de él? Reconocedlo. Vosotros también lo estáis un poquito, ¿a qué sí? Me quedé embobado mirándole y tardé un poco en darme cuenta quién estaba sentado a su lado. Era el chico ese que había venido al salón de actos el otro día preguntando por él. ¿Damián? Creo que se llamaba así. Estaban sentados juntos y hablando. ¿De qué se conocían? El chico me había dicho que eran amigos, pero no venía a nuestro insti. ¿De dónde coño había salido? Eh, quieto parao. Celos ahora no, ¿eh? ¡Celos ahora no!

- ¡Joder, Óscar, que te toca! – me chilló en un susurro, si eso es posible, Celia. Joder, que me tocaba salir a escena. Se me había olvidado. Me giré de golpe y salí por el lado contrario al que me tocaba, chocando de lleno con uno de los decorados del fondo, estando a punto de tirarlo. Menos mal que uno de los chicos que estaba en escena reaccionó rápido, lo sujetó y me empujó a mi posición.

Espera, ¿qué canción es esta? ¿Qué están cantando? Mierda. Me acabo-acabo de quedar en blanco. ¡En puto blanco! ¿Y ahora qué hago? Estaba sudando lo que no está escrito, y todo el mundo me estaba viendo, así que traté de recordar los pasos y... bueno, ya está. No tengo por qué contaros todo, ¿no? Es que a ver, ya estoy harto de que me veáis hacer el ridículo. ¿No podemos saltarnos esta parte? No, ¿no? Habéis venido a por sangre, lo noto. Pues el caso es que me tropecé no una, sino dos y hasta tres veces, entre el decorado y mis compañeros. Celia trató de detenerme, y estuvo a punto, pero joder, podía tener los brazos más largos. El caso es que diré algo en mi defensa: ese escenario era muy pequeño. Así que me caí, así, sin anestesia, y claro, todo el mundo flipó. La oba continuó, ¿eh? Como si aquí no hubiera pasado nada. Leonor, la profesora de teatro, vino corriendo hacia mí y me recogió del suelo, lo que quedaba de mí, al menos, y me llevó por un lateral del salón de actos hasta la puerta.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora