Ⓣ 𝐁𝐨𝐧𝐢𝐭𝐨 Ⓚ

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A Jungkook le gustaban los días lluviosos. Le gustaban tanto que podría pasar toda la vida observando por la ventana como las gotitas caían y se pegaban a la ventana, siempre fijándose en dos o tres que hacían una carrera para llegar al borde antes que las demás.

Le gustaba el aroma de la tierra mojada, el café bien preparado, los maratones de películas de terror con Jimin hyung (A Jin hyung le daban mucho miedo y nos las disfrutaba), le gustaban sus ojos y la ropa cómoda, pero que lo hiciera ver genial, le gustaban los cantantes masculinos con voz grave, especialmente si cantaban una especie de blues, de aquellos donde podías cerrar los ojos y dejar que la música te transportara. Le gustaba las campanillas de entrada que había en alguna tiendas y el sonido del tintineo.

Le gustaban muchas cosas, pero no terminaba de gustarle Seúl.

Cuando su madre mencionó que se mudarían de Busan a Seúl, Jungkook de inmediato detestó la idea. No era un gran admirador de los cambios abruptos en su rutina, y amaba vivir en Busan: salir con sus amigos de toda la vida, ir con ellos aquel local de comida rápida que estaba doblando la esquina de su antigua escuela y también el viejo arcade al que iba desde los diez años. Claro que esa nueva ciudad también tenía escuelas, arcades y locales de comida rápida, pero nada se sentía igual, mucho menos sin sus amigos, y era frustrante.

Seúl tenía cosas bonitas, pero también cosas malas, como idiotas llamados Lee Minseok.

Viendo al idiota de Minseok sentado junto a sus amigos, sonriendo mientras los demás se reían de algún chiste seguramente muy patético, Jungkook tuvo deseos de lanzarle algo por la cabeza y cobrar venganza por lo del día anterior, porque un golpe en la nariz no lo habia hecho sentir mejor (aunque quizás la venda adhesiva en el puente de su nariz que el idiota llevaba sí, sólo un poco.)

Al menos le gustaba la cafetería de su nueva escuela, porque podía hacer lo que quisiera durante esa hora de receso sin que nadie lo molestara: leer un libro o dibujar, jugar con su teléfono, mandar mensajes a sus mejores amigos o escribir notas. El patio exterior era agradable y bastante silencioso, un lugar en el que podía estar cerca de algunas plantas bonitas que seguro eran gracias del club de jardinería.

Le gustaba la mesa roja, porque le recordaba al tono de cabello de Jimin hyung, y también que estuviera cerca de un gran árbol, porque Jin hyung siempre mencionaba que no debía exponerse mucho al sol, aconsejando sabiamente porque era cierto que tenía la piel algo sensible. Pensando en ellos, otra vez quiso regresar.

Jungkook quería volver a Busan. Realmente, por mucho que fuera mencionada por países extranjeros, Seúl no tenía algo que la hiciera resaltar del resto de Corea, a su criterio. Los estudiantes eran normales, los profesores igual y la escuela en sí no tenía nada en especial. En Busan había pasado toda su vida, tenía a sus mejores amigos y estaba familiarizado con casi todo el mundo.

Seúl era grande, muy grande, y viendo pasar a toda la gente de un lado a otro, no le hacía sentir como en su hogar.

Distrayéndose un poco, sus ojos pasearon casualmente hacia aquel hyung del año superior; ese que, por alguna razón incomprendida, parecía querer acercarse a él. Era un poco divertido, Jungkook lo notó desde el primer día que llegó, pero realmente no quería hacer amistades con nadie, porque pasarían unos pocos meses, y su siguiente parada sería Daegu.

No le gustaban las despedidas, de modo que prefería ahorrárselo.

Pero, ciertamente, ese hyung sí que parecía determinado, y Jungkook ni siquiera podía recordar su nombre, si es que ya se lo había dicho. Tampoco entendía porque aquella fijación en querer ser su amigo. Después de todo, no era como si él fuera sumamente interesante, popular, conversador o divertido que el resto. Ni siquiera le había hablado

Algo distraído, comenzó a pensar en posibles razones, intentando adivinar la causa de aquella insistencia por relacionarse con el, al menos hasta que un ruido seco lo hizo casi saltar un su lugar, y vio al rey de Roma dejando un objeto muy peculiar frente a él.

Era un frasco.

— Es un obsequio, de plástico. A menos que Minseok lleve un soplete o una chimenea a la escuela para fundirlo, no hay modo de que destruya esto. — ese hyung le sonrió. — Diste un buen golpe ayer, pero procura no lastimarte las manos otra vez, ¿de acuerdo?— y, haciendo una seña, se fue.

Jungkook apoyó su codo en la mesa y el mentón en la palma de su mano, cubriendo sus labios y conteniéndose de sonreír como necesitaba hasta que el mayor le dio la espalda y estuvo lo suficientemente lejos.

Ese hyung no era sólo determinado, sino que también bastante impredecible, y Jungkook realmente no lograba entenderlo, pero el gesto había sido muy amable.

Desde el día anterior, había tenido que llevar sus notas en sus bolsillos hasta buscarles un lugar adecuado en el cual guardarlas, pero ahora ya no sería necesario y todo gracias a ese hyung cuyo nombre aun desconocía.

Tomó el frasco, con gesto algo animado. Tenía una tapa roja y era transparente, pero lo más llamativo resultó en notar que tenía una hoja color lila en su interior.

Se apresuró a abrirlo y metió su mano para sacarlo, desdoblándolo y viendo una linda escritura color blanco, probablemente hecha con corrector.

«A propósito, soy Taehyung.»

Taehyung, era un nombre bonito.

Luego de leerlo, guardó el papel en el bolsillo de su uniforme y suspiró profundamente. Sus ojos vagaron curiosos entre las mesas hasta que lo vio otra vez. Estaba acompañado de dos chicos y hablaban bastante animados. Uno de ellos, con el cabello rubio y expresión algo somnolienta, pareció decir algo divertido, porque Taehyung comenzó a reír, y luego sonrió de una manera bastante peculiar.

Sí, definitivamente, Jungkook pensaba que era bonito.

𝙏𝘩𝘦 𝘵𝘩𝘪𝘯𝘨𝘴 𝘵𝘩𝘢𝘵 𝘐 𝘭𝘰𝘷𝘦 «ᴛᴀᴇᴋᴏᴏᴋ» • 𝐂𝐎𝐑𝐑𝐈𝐆𝐈𝐄𝐍𝐃𝐎 •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora