CAPÍTULO 1

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Estaba apoyada en el tronco de un árbol justo en la salida del instituto. Era última hora y el profesor no había venido, por lo que nos habían dejado salir antes de que sonara la sirena. Todos se fueron a su casa excepto yo, que quería seguir la rutina de siempre.

Era viernes. El sol lucía en lo alto del cielo y no hacía tanto frío como se esperaba. Al fin y al cabo, el mes de febrero en Madrid no solía ser muy caluroso.

El timbre tocó y en la entrada se formó una avalancha de adolescentes que luchaban por dejar el instituto atrás durante dos días. No me fue difícil encontrar lo que buscaba.

Al cabo de unos minutos, el increíble Álvaro Díaz se dejó ver junto a su mejor amigo Diego Gómez. Ambos chicos, altos, guapos, con tableta de chocolate... Diría que son los típicos chulos de barrio que se creen mejor que nadie por tener un cuerpo de escándalo y una cara bonita. Y no os mentiré. Tienen un cuerpo y una cara que ni Dios podría haber creado. Desde el primer momento (hace tres años) me fijé en ellos, más en Álvaro que en Diego y enseguida me di cuenta de que ni en ocho vidas podría salir con ninguno de ellos por varias razones, pero la que destacaba era simple: ellos eran populares y yo no. Por eso me he mantenido a raya y he decido observarlos desde las sombras. Muchos me acusarán de ser una acosadora con las hormonas revolucionadas pero en mi defensa diré que no soy la única.

– Ey – pegué un respingo por la sorpresa. Mi mejor amigo, Alex, sonreía de lado a lado – ¿Otra vez en tu mundo?

Le miré un poco mal por haberme asustado pero enseguida elevé las comisuras de los labios.

– Otra vez – respondí volviendo a mirar a Álvaro.

Los dos chicos caminaron rodeados de sus amigos mientras hablaban de lo que iban a a hacer hoy después del entrenamiento de fútbol, porque claro, ambos jugaban en el equipo del barrio. Mientras tanto, me preguntaba por qué me gustaba tanto aquel chico.

Álvaro era un poco más alto que Diego, pero no era esa la razón por la que me gustaba más. Era rubio, con el pelo rapado a los lados y con un poco de tupé. Sus ojos eran algo pequeños pero el azul que los caracterizaba los hacía más grandes de lo que eran. Tenía una nariz recta y los labios algo carnosos. Además, llevaba un pequeño pendiente en la oreja derecha lo cual le hacía todavía más irresistible. Y como no, yo al lado de él parecía un camello en el polo Norte.

Era muy opuesta. Cualquiera que me mirara de lejos vería a una chica morena y ojos verdes. Era alta pero pocos me veían. Tampoco tenía un cuerpo definido, pero no tenía complejos. Prefería que me tacharan por carismática y reservada que por pija e irritable.

– Estás demasiado obsesionada – habló Alex poniéndose a mi lado y mirando en la misma dirección – No es para tanto.

Solté un corto suspiro.

– Ya hemos hablado de ello – dije mirándole – Tu piensas una cosa y yo otra. No cambiaré de idea por muchas veces que me digas lo mismo.

Volví a mirarlos. Se habían detenido delante de la carretera y poco a poco se iban despidiendo.

– Creo que nunca lo entenderé – se encogió de hombros.

– Te quiero mucho, Alex – le cogí de un brazo – Pero no espero que lo entiendas – me sonrió y tiré de él entre risas de camino a a casa ya que ambos vivíamos relativamente cerca.

Pasamos por delante de los chicos. Algunos saludaron a Álex porque este antes jugaba en el mismo equipo. Algunos me miraron y me saludaron. No eran mis amigos pero sí nos conocíamos de clase y me hablaban porque era la prima de Thomas, el capitán del equipo. Justo en ese momento, Álvaro se estaba yendo junto a Diego. Parecía que escapaban de mí. Me olvidé de ello y hablé un rato con los demás.

Mi Mejor Enemigo #MME3Where stories live. Discover now