CAPÍTULO 8

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Cuando llegamos con los demás nos soltamos. La mayoría nos miró raro y se pegaron codazos entre ellos pero tanto Álvaro como yo hicimos como si no nos dimos cuenta. Al fin y al cabo, no había pasado nada.

Unos minutos después, me di cuenta de que Verónica había aparecido junto a Cristian. Saludaron a unos cuantos del grupo. Nora y Male se tensaron, aunque lo disimularon a la perfección. Vi como Cristian se me quedó mirando con un gesto neutro. Yo hice los mismo durante un buen rato mientras bailaba hasta que decidí pasar de él y mirar para otro lado.

Entonces, por un momento, el mundo pareció volverse del revés. Verónica, la persona de la que todo el mundo quiere ser su amiga y para la que yo soy un ser inexistente, me miró y me sonrió agradablemente. Miré a mis amigas las cuales me miraron con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

Le devolví la sonrisa sin enseñar los dientes y seguí bailando con normalidad, cuando dentro de mi cabeza había un torbellino de ideas descabelladas.

Poco a poco, el tiempo fue pasando y la gente se fue yendo. Apenas quedábamos unos pocos. Nora y Male se fueron al mismo tiempo que Diego. Las noté muy raras pero tampoco vi la oportunidad de preguntarles. Álvaro había desaparecido al igual que Verónica. Me extrañé aunque no quise darle importancia ya que llevaban como 10 minutos sin dar señales de vida. Sin embargo, decidí quedarme un rato hasta que llegó mi hora límite. Tenía que estar en casa antes de las tres así que pedí a Alex que me acompañara. Él no se quejó. Era el mejor amigo del mundo.

Me despedí de los que quedaban, entre ellos Cristian al que solo miré durante un par de segundos sin decir palabra.

Entonces salimos de la discoteca y emprendimos el camino a casa.

– Oye. No quiero ser cotilla, pero... ¿Qué tenéis Álvaro y tú? Porque está claro que hay algo – dijo tras unos minutos caminando.

– No hay nada. ¿Qué va a haber? – me extrañó que me preguntara – Solo nos conocemos de hoy.

– ¿Os conocéis de hoy y ya te coge de la mano? Vais muy rápido, ¿no creéis? – fruncí el ceño.

– Relájate, ¿quieres?. No somos nada, no hemos hecho nada – estaba bien que fuera protector conmigo, pero tampoco podía pasarse.

– Lo siento – relajó el gesto – Es que, no sé... Parece que le gustas – me paré en seco y abrí la boca.

– ¿Qué dices? Estás de broma ¿no? – el se paró y se volvió para mirarme sin inmutarse.

– ¿Por qué iba a bromear? – retomó el camino y yo lo seguí.

Parecía que no tenía ganas de hablar así que me callé e hicimos el resto del camino en silencio aunque yo me lo pasé pensando en Álvaro y en lo que había pasado hoy una y otra vez.

Llegamos a mi portal y le agradecí que me hubiese acompañado. Le despedí con un abrazó y subí hasta mi piso. Entré sin hacer mucho ruido ya que parecía que todos estaban durmiendo. Me puse el pijama, me quité el maquillaje y fui a comer algo mientras miraba el móvil y las historias de intagram que habían subido. Salía en algunas, incluso en una de Álvaro. No sé por qué pero aquello me alegró más de lo que ya estaba.

Cuando acabé, me lavé los dientes, apagué el móvil y dejé que el sueño me llevara con él.

***

El Domingo tocaba comida familiar. Siempre solíamos ir a casa de mi abuela cuando quedábamos toda la familia. Seré sincera. Me aburría más que una ostra. Podría entretenerme con mi hermano, pero ha empezado a entender lo que es la privacidad y no me quiere contar nada de su vida. Es un puñetero cabrón, pero yo le quiero igual.

Nos preparábamos y a la hora de comer ya estábamos allí. Mi abuela hizo su especialidad: patatas rellenas de carne con ensalada. No era nada de otro mundo, pero aquello sabía a gloria.

– ¿Y qué tal el instituto, Valeria? – me preguntó Alan dando por fin una conversación relacionada con el trabajo de mi padre.

Él trabajaba en la misma comisaría que Alan el cual era el jefe. Sin embargo, estaba a un par de años de jubilarse y mi padre intentaba ponerse entre la lista de candidatos para heredar el puesto. Era una responsabilidad muy grande que estaba dispuesto a asumir.

– Bien. Nada nuevo – respondí elevando la vista del plato.

– No andarás sola por ahí, ¿verdad? – intervino mi abuela seria, como ella era.

Casi pongo los ojos en blanco.

– No, claro que no. Sé de sobra lo que hay – respondí a la defensiva. Ella me atravesó con la mirada como si me hubiera olvidado de lo que me había pasado. Lo que no sabía ella era que me acordaba a la perfección, como si todo hubiera sido cosa del día anterior.

Haré un resumen: A Thomas y a mí nos habían engañando para que nos fuéramos con nuestra supuesta profesora de infantil, la cual no era ella y resultó ser la peor persona del planeta (que había resultado ser la mejor amiga de la mujer que me trajo al mundo) junto a su puto hermano, los cuales le querían hacer la vida imposible a mi madre porque mi abuelo había matado a su padre por ser un delincuente.

Casi acabamos muy mal, sí. Lo que no sabíamos era que mi abuela había contratado a alguien para que nos vigilara a Thomas y a mí cuando empezamos a ir al colegio, después de que a mi madre la secuestraran cuando tenía mi edad, y ese alguien que vigilaba todos nuestros movimientos era mi verdadera profesora de infantil. ¿Qué irónico, verdad?

Con todo lo que nos había pasado podríamos hacer un thriller o algo por el estilo. Con suerte, la tormenta pasó hace mucho tiempo y hasta hoy se ha mantenido la calma.

– Mamá. No empieces otra vez – le avisó mi madre la cual ya había terminado de comer.

– No estoy empezando nada. Solo me preocupo por ella.

– Lo sé, abu – dije – No te preocupes, está todo bien.

Ella sonrió, como pocas veces hacía.

– Por supuesto que está bien – habló Alan relajando el ambiente – Porque además, Lena está informándose de cómo ser una policía de primeras, ¿a que sí?

Le miré dejando escapar una pequeña sonrisa.

– No estés tan seguro, comisario – le dije negando con la cabeza – Creo que ese trabajo le pega más a Liam.

Él, que había estado callado durante todo el rato, nos miró uno a uno.

– Yo quiero ser astronauta, no policía – dijo muy serio y con el cejo fruncido.

– Está bien, Neil Armstrong – dijo mi padre revolviéndole el pelo – Pero cuando estés en la Luna, no olvides saludarnos.

– No os voy a saludar desde la Luna – mi madre abrió la boca sorprendida al igual que mi padre – Os voy a saludar desde Marte.

Todos reímos en la mesa.

🧡

❤️*Verónica Martin en portada*❤️

Mi Mejor Enemigo #MME3Место, где живут истории. Откройте их для себя