Me dirigí hacia la puerta de entrada. Toqué al timbre y unos segundos después, Thomas me abrió la puerta.
– ¿Qué narices hacías con Cristian? Me tenías muy preocupado – dijo nada más verme.
Intenté no rodar los ojos pero fue imposible.
– Hola a ti también.
Thomas tenía el ceño fruncido y no dejaba de atravesarme con ma mirada. Parecía que estaba intentando leerme la mente.
– ¿Me vas a dejar pasar o qué? – hablé al ver que no se echaba hacia un lado.
Al final, cedió y pasé al interior.
– ¿Por qué no me respondiste anoche? – preguntó mientras cerraba la puerta.
– No eres mi padre – tenía tantas ganas de tener aquella conversación como de tirarme por un puente.
Al fin y al cabo, estaba de resaca y mi cuerpo lo notaba.
– Cuando volví a casa de Verónica ni tú ni Cristian estabais – comentó ignorándome – Te llamé unas veinte veces y me saltaba el contestador. Me puse a preguntar a la gente si te habían visto y va Diego y me dice que ibas muy pedo y Cristian tuvo que sacarte de la piscina porque te habías caído dentro. Me contó también que te fuiste con él. Así que llamé a Cristian y tampoco me respondió – parecía molesto de verdad.
– Bueno, te envié un mensaje diciéndote que estaba bien.
– ¿Y crees que eso me consuela?
Miré a mí alrededor buscando un par de orejas que pudieran escuchar, pero tan solo oí voces a lo lejos del salón.
– Vale. Me pasé y Cristian tuvo que ayudarme – admití. Obviamente, iba a omitir el detalle de que me había drogado sin saber cómo – Si no hubiera sido por él ahora estaría tirada en una cuneta o me hubiera pasado algo peor – Thomas entrecerró los ojos.
– Hay algo que no me estás contando – en ese momento, comenzamos a oír unos pasos que se acercaban a nosotros – Y pienso averiguar el qué.
Entonces, Alba salió del pasillo que conducía al salón y la cocina y me recibió con un fuerte abrazo.
– Nos has preocupado a todos, Val – dijo para luego separarse – No has dado señales de vida.
– Lo siento. Mi móvil murió – comenté tocando mi bolso y notando el bulto que hacía el recipiente con arroz.
Alba puso una mueca de desaprobación y se dio media vuelta para volver al salón. Thomas y yo la seguimos.
– ¿Dónde has dormido y a qué hora llegaste? – me preguntó tras llegar al salón y saludar a Dani y a Liam. Ambos estaban tirados en el sofá viendo la tele.
Me puse nerviosa porque, aunque era obvio que me iban a hacer esa pregunta, no había pensado en ella y no la había preparado.
– En casa de Nora – respondí mirando fijamente a Thomas. Él no se inmutó – Llegaríamos hacia las 4. Una cosa así.
– ¿Y esa tal Nora no tenía un móvil por el que poder llamar o un cargador? – insinuó Alba enarcando una ceja y sentándose en el sillón al lado de los chicos.
– Oye. Entiendo que os preocupéis por mí, pero estoy bien... – y por poco no vivo para contarlo – ...así que, ¿por qué no dejamos esta conversación para otro momento? Os lo agradecería un montón.
– Sí, porque seguro que se puso ciega – soltó Liam entre risas y todos le miramos sorprendidos. Era alucinante la de cosas que sabía aquel crío.
YOU ARE READING
Mi Mejor Enemigo #MME3
Teen FictionTercera parte de la trilogía MME ¿Y si te dijeran que debes cuidar a un crío muy inquieto de 10 años durante una semana? ¿Y si te obligaran a dar clases de matemáticas sin recibir nada a cambio? ¿Y si tuvieras que aguantar al tío más imbécil del ins...