CAPÍTULO 35

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Llegó el final de las clases y me encontré con Álvaro a la salida del instituto.

– ¿Quieres que te acompañe a casa? – preguntó pasándome una mano por la cintura pegándome más a él.

Me pasaría así tosa una vida, tan cerca de él como pudiera estar.

Iba a responder con un sí rotundo cuando me acordé de mi mejor amigo.

– Es que vuelvo con Álex – respondí poniendo una mueva.

Justo en aquel momento me llegó un mensaje de mi mejor amigo.

Álex💙 : tengo que quedarme a hablar con el orientador. Tardaré un poco. Vete yendo a casa.

– Olvídalo – le dije con una sonrisa tonta y guardé el móvil tras responderle a Álex con un "okay".

Caminé a su lado hasta donde estaban sus amigos, justo al lado de la carretera. Eché un vistazo despreocupadamente a mi alrededor. A lo lejos, en el aparcamiento, vi como Cristian se dirigía hacia su moto y se montaba en ella. Miró algo en el móvil y después lo guardó. Cogió su casco y antes de ponérselo barrió con la mirada todo lo que estaba a su alrededor. Se dio cuenta de que le observaba fijamente y él hizo lo mismo. Algo me pinchó el la barriga y me entraron unas ganas terribles de apartar la mirada. Instintivamente me toqué la pulsera que me había dado Alba, sin saber muy bien el por qué.

Antes no me pasaba eso con él, pero desde que vi lo que vi en la parte trasera del centro comercial, lo que pensaba del chico cambio totalmente.

– ¿Nos vamos? – preguntó el rubio acercándose a mi oído.

Le miré y le sonreí con los labios pegados mientras asentía. Giré la cabeza para volver a mirar hacia el aparcamiento y Álvaro aprovechó para plantarme un beso en la mejilla.

Cristian mantuvo la mirada en mí un par de segundos más hasta que apartó la vista sin cambiar el gesto serio, se puso el casco, arrancó la moto y salió del aparcamiento pasando rápidamente por nuestro lado y haciendo mucho ruido, como si quisiera que todos nos diéramos cuenta de su presencia.

Cualquiera diría que me daba miedo, pero no lo describiría así. Más bien, me causaba una sensación extraña de incomodidad. ¿Era su forma de ser? ¿Cómo vestía? ¿O lo que había visto el sábado? Sentía que no debía de haber visto aquello. Lo tenía claro: estaba en el sitio equivocado en el momento equivocado.

Álvaro y yo comenzamos a andar rumbo a casa. Me cogió de la mano y no la soltó en todo el camino. Cada vez me gustaba más aquel chico, y mira que aquello era difícil.

Hablamos de cosas sin importancia, como de las clases o de la fiesta de Verónica. Le conté que ya tenía el disfraz y él me confesó que tenía muchas ganas de aparecer por la fiesta disfrazados juntos.

Después caminamos un rato en silencio. Me sentía tan cómoda y tan feliz. Era la primera vez en mucho tiempo que no me sentía con tantas ganas de hacer cosas, de saltar, de gritar de la alegría, de abrazarle y de besarle...

Llevaba dándole vueltas al tema, a Álvaro y a mí. Tan solo nos habíamos besado un par de veces el viernes y ahora me acompañaba a casa agarrado de mi mano e iba a ir disfrazada junto a él en Carnaval. Quería hablar de ello, y creía que iba a explotar porque no sabía si debía preguntarlo ya que había pasado muy poco tiempo, pero al final lo hice:

– Álvaro – le llamé y él me miró.

Esperé unos segundos antes de decir lo que quería preguntarle. Estuve a punto de decirle otra cosa, pero al final lo solté:

– Nosotros... ¿Qué somos?

– Personas – respondió serio y sonrió al instante.

Negué con una sonrisa tonta en la cara. No me esperaba tal respuesta y al momento sentí que no debía de haber preguntado. Le miré y me dio vergüenza hacerlo. ¿Cómo era así? ¿Cómo le había preguntado tal cosa? ¡Ni había pasado una semana! ¿Qué narices estaba haciendo?

Se me quedó más de lo normal, algo que hizo que me sonrojara aún más. No pude hacer otra cosa que mirar al suelo y dejar que el pelo volviera a tapar mis mejillas por segunda vez en este día.

– Lo siento, no debí... – empecé a decir pero me interrumpió.

– ¿Qué quieres que seamos?

Levanté la mirada lentamente hacia él, sin palabras. ¿Qué quería decir con aquello?

– No lo sé – me encogí de hombros. No sabía como seguir con aquella conversación – Apenas nos conocemos y...

– Apenas nos conocemos y ya te necesito cerca de mí.

De repente, mi corazón empezó a ir más rápido de lo normal. Intenté no sonreír, pero el intento fue en vano.

– Mira, Val – se paró e hizo que yo también lo hiciese, pero sin soltarme de la mano. De hecho, me agarró la otra también – Sé que ha pasado muy poco tiempo, y que casi no sé nada de ti. Por eso quiero conocerte más, quiero saber lo que te gusta y lo que no, lo que te hace feliz y lo que te pone triste... – parecía todo fruto de un sueño – Da igual lo que seamos. Contigo a mi lado me siento bien y el fin de semana que no pude saber nada de ti me sentí... solo con ganas de verte.

Álvaro no podía ser más perfecto. Podría estar bromeando, ¿pero quién narices iba a bromear sobre eso? Estaba flipando, de nuevo.

– ¿Por qué eres así? – dije sintiendo como mis mejillas comenzaban a arder.

– No puedo evitarlo. Tú haces que sea así.

Me mordí el labio inferior y miré hacia otro lado reprimiendo las terribles ganas de sonreír.

– Te lo digo enserio, Valeria. Seamos lo que quieras que seamos.

Entonces, me pegué a él y le besé. No sabía qué decir ni cómo responder a todo lo que me ha dicho. Igual me estaba precipitando demasiado. Era raro que tras años Álvaro se hubiera fijado en mí hasta ahora, pero quizás era porque no me conocía de nada. Ahora, aunque fuera poco, sabía algo más de mí que de mi nombre. No quería pensar en los contras, no en aquel momento. Podía ser lo que me diera la gana de Álvaro y lo iba a aprovechar. Nos separamos al quedarnos sin aire y apoyé mi frente en la suya.

– Me encantas – susurré a milímetros de su boca y él sonrió.

Comenzamos a andar de nuevo rumbo a casa.

– Nadie me había hecho sentir tan bien en mucho tiempo.

– Te entiendo.... Lo necesitaba – asintió con la mirada perdida en el suelo – Aún no entiendo por qué esto no ha pasado antes...

Me encogí de hombros.

– ¿Qué importa el pasado si lo que de verdad importa es el presente? – dije refiriéndome a él y a mí.

Me sonrió y me dio un casto beso en los labios.

– Tienes razón.

Cinco minutos más tarde llegamos a mi edificio.

– ¿Te veré hoy? – pregunté y él negó. Subí al escalón que había en la entrada para quedar a su altura ya que era unos cuantos centímetros más alto que yo.

– Entrenamiento y clase de francés – rodó los ojos y reí ante el tono de voz dramático que puso.

– No pasa nada. Nos vemos mañana en clase.

– Vale.

Se acercó una vez más a mi y me besó dulcemente. No quería que aquello acabase. Me parecía todo tan perfecto que llegué a pesar que todo aquello era fruto de mi imaginación. ¿Pero sabéis lo mejor de todo? No lo era.

Le sonreí cuando nos separamos y entré en mi casa. No podía dejar de sonreír y de morderme el labio inferior. Nunca antes había estado tan feliz. Tan contenta. Tan ilusionada...

🧡

Sé que este capítulo lo tenía que haber publicado ayer, y de hecho, lo iba a hacer, pero me di cuenta de que los cambios que había hecho no se habían guardado y tuve que volver a escribir parte de él. Siento la tardanza😅 Pero lo bueno es que habrá otro capítulo hoy !! Estad antentos👀💙

Mi Mejor Enemigo #MME3Where stories live. Discover now