CAPÍTULO 76

2.5K 203 66
                                    

El trayecto en el ascensor desde el primer piso hasta la planta de mi casa me pareció eterno.

No podía dejar de morderme el labio inferior. Por mi cabeza pasaron como imágenes instantáneas todos los momentos que había pasado con Cristian. Desde el momento en el que le conocí cuando choqué con él en el campo de fútbol hasta hacía unos segundos cuando había probado sus labios por primera vez. Y qué bien sabían. Ni siquiera supe cómo pasó, pero no me hacía falta pensar en ello. Había sido tan repentino y tan perfecto que pareció cosa de un cuento. Y por eso tenía miedo porque podía no ser verdad y tan solo fruto de mi imaginación. Pero no lo era y me aseguré de ello pellizcándome el brazo todo el rato hasta dejar una leve marca sobre mi piel.

Me sentía tam bien, como si estuviera flotando en el espacio. De repente, todo tenía un color más vívido y todo se movía con más energía. Había besado a Cristian y quería volver a hacerlo. No sabía que lo necesitaba tanto, pero una vez que empezó no podía parar. El chico se había convertido en alguien muy especial para mí y a pesar a todos los secretos que guardaba, era una persona cuyo propósito era velar por mi bienestar. Por eso se había vuelto tam cercano porque, obviando a mi familia, nunca había conocido a alguien tan directo y dispuesto a ayudarme con el problema más grande de mi vida. Quizás por eso mi afecto hacia él había crecido sin darme cuenta y no sabía si lo que sentía era algo real o fruto del momento, pero era tan especial y gratificante que no me lo podía creer. Estaba en shock y al mismo tiempo lo había sentido tan de cerca, como si en el momento del beso Cristian se hubiera fundido en mi piel dejándome una marca imborrable.

Sin embargo, al mismo tiempo que las puertas del ascensor se abrían, volví al mundo real.

Miré un momento al suelo antes de salir al rellano. Cristian me había besado y me había encantado, pero no tenía que haberle dejado por mucho que me apeteciera. Seguía con Álvaro y quería pensar que aquello había sido un error, pero no lo sentía así. Sentía un manojo de hilos enredado en mi estómago y por más que intentaba deshacerlo no podía. ¿Merecía la pena más los besos de un chico como Cristian que no sabía ni si quería algo con él a la compañía de alguien tan especial para mí como Álvaro?

Entré en casa con la cabeza gacha por lo que no me di cuenta hasta tarde de que mis padres habían venido corriendo hacia mí.

Lo primero que hizo mi madre fue abrazarme.

– Dios, Valeria. ¿A dónde has ido? – me preguntó con voz agotada.

– Nos has tenido muy preocupados – dijo mi padre cerca de nosotras, pero él con una voz profunda y neutra.

– ¿Por qué no has respondido a mis llamadas? – siguió mi madre separándose de mí, cogiéndome de los hombros y mirándome fijamente a los ojos – Pensamos que te había pasado algo.

En aquel momento, estaba muy tranquila. No sabía si había sido el beso que me había ayudado a liberar tensión o es que había asimilado un poco más la situación.

– Estoy bien – respondí con la mirada más sincera que podía dar, aunque no fuera del todo cierto – Necesitaba un poco de espacio, dar un paseo...

– Un paseo de cuatro horas – añadió mi padre con cara de desaprobación.

Me deshice del agarre de mi madre, dejé mis cosas en el suelo del recibidor y pasé por su lado en dirección al salón. Me dejé caer en el sofá. Por alguna razón, yo también estaba muy cansada.

Mis padres me siguieron y se sentaron uno a cada lado mío. Me miraron intentando analizarme.

Posé las manos entrelazadas sobre mis piernas y me centré en ellas evitando mirarles a la cara.

Mi Mejor Enemigo #MME3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora