CAPÍTULO 66

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Me vestí con la ropa que ya tenía puesta y dejé la toalla doblada sobre el lavabo. Me peiné un poco el pelo con los dedos y salí del baño.

Pasé por la habitación de Cristian. La puerta estaba abierta así que me asomé para ver si estaba dentro. No había nadie así que seguí caminando en silencio. La otra puerta seguía cerrada.

Un par de pasos más allá llegué a un espacio abierto donde se encontraba Cristian. A la derecha, estaba lo que suponía que era la puerta de salida. Al lado, había un mueble con una tele pequeña encima y enfrente un sofá verde oscuro. A la izquierda, se encontraba la cocina y una barra americana con dos taburetes. En medio de la sala, había una mesa redonda rodeada de cuatro sillas con unas flores en medio.

Cristian estaba apoyado en la barra mirando el móvil. Me acerqué a él y me senté en un taburete en frente. Me observó hasta que me detuve y unos segundos después, se dio la vuelta y cogió un plato con un sandwich y un vaso de agua que ya tenía preparados.

– Toma. Debes estar hambrienta – me dijo al mismo tiempo que ponía el plato delante de mí.

No me había dado cuenta, pero sí que sentía un hambre feroz. Los ojos se me debieron de iluminar al ver la deliciosa pinta que tenía aquello.

Sin decir nada, cogí el sandwich y le di un gran mordisco. Debió ser que comer algo me fue devolviendo lentamente a la realidad y empecé a acordarme de más cosas que no fueran yo fatal y Cristian siendo un amor de persona conmigo.

– ¿Qué hora es? – le pregunté tras tragar y beber un poco de agua.

Cristian, que no había dejado de observarme ni un segundo, miró de nuevo el móvil y respondió:

– Las tres.

– ¡¿De la tarde?! – pregunté sobresaltada con los ojos abiertos como platos. No obstante, la respuesta era obvia, porque la luz del día penetraba a través de las cortinas blancas.

El chico asintió. Enseguida comencé a buscar mi móvil con los ojos, pero nada más fue pensar en ello que recordé que se me había empapado de agua al haber caído a la piscina la noche anterior.

Llegué a pensar que Cristian era capaz de leerme la mente, porque se dio la vuelta, abrió un armario y sacó un recipiente con algo dentro. Lo puso delante de mis narices y lo abrió. Dentro se encontraba mi móvil rodeado de arroz.

– No creo que funcione todavía – comentó él probando a encenderlo, sin éxito – Si tienes suerte en un par de días lo hará.

Puse una mueca. No sabía cómo iba a explicar aquello y menos cómo iba a poder estar sin mi querido móvil durante dos días enteros.

– ¿Me dejas tú móvil para enviarle un mensaje a Thomas? – le pregunté amablemente – Se suponía que había quedado con él y con mis tíos para comer – Cristian asintió y me tendió su móvil.

En el chat de Thomas, escribí:

Thomas. Soy Val. Mi móvil ha muerto. Estoy bien pero no voy a ir a comer. Más tarde te explico.

– Gracias – le dije sonriéndole y devolviéndole el móvil – Bueno. Gracias por todo: por desmaquillarme, cambiarme y cuidarme, en general – él sonrió de lado. Parecía orgulloso y satisfecho de que yo me sintiera bien – Nunca lo hubiera imaginado.

– ¿El qué? – me miré las manos las cuales había posado en mi regazo.

– Que fueras tan cuidadoso y delicado conmigo – frunció los labios como si intentara no sonreír – Y que me ayudaras.

Mi Mejor Enemigo #MME3Where stories live. Discover now