CAPÍTULO 57

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Verónica no me soltó en ningún momento. Subimos hasta el segundo piso y me llevó por un par de pasillos. Aquel sitio era un puñetero laberinto. Si tenía que volver yo sola abajo, no sabría.

Las paredes estaban pintadas de un blanco roto y el suelo pasó a ser de madera gris. Había gente por donde quiera que mirases hablando, liándose, bailando o simplemente bebiendo. Finalmente, llegamos al final del pasillo donde había una puerta doble. Verónica la abrió con la mano en la que tenía el vaso con cuidado de no tirarlo. No entendía por qué no me soltaba el brazo. ¿Creía que en cuanto me dejara libre saldría corriendo? Entramos y la cerró tras de sí.

No había que ser un experto para saber que se trataba de su habitación. En el centro había una cama enorme con demasiados cojines rosas. A ambos lados de la cama había dos mesitas de noche blancas con una lámpara cada una. Al fondo se encontraba la ventana y a la izquierda un escritorio y un tocador precioso con su propio espejo. A la izquierda de la puerta se encontraba una estantería llena de libros (lo cual me sorprendió mucho) y al lado una puerta que debía de ser el baño. Al otro lado de la puerta, se encontraba el vestidor que por lo que pude ver parecía gigante.

Tiró de mí hasta la cama donde me hizo sentarme. Ella se lanzó encima de lo mal que iba. Por fin me soltó.

-¿Qué pasa, Verónica? - pregunté pero ella empezó a reírse como si estuviera drogada.

A esas alturas, no me sorprendería que lo estuviera.

Se revolvió sobre la cama mientras se reía como una loca hasta que por fín se logró sentar a mi lado, todo eso con el vaso en la mano que no sé como no se le cayó.

- Verás... Pensarás que estoy loca - comenzó diciendo cuando se logró calmar un poco - Y quizás lo esté, pero no quiero que me juzgues.

- No tenía pensado hacerlo.

- ¡Ves! Eso es lo que más me gusta de ti - cogió impulso y se levantó para luego balancearse un poco hasta que logró recuperar el equilibrió. Comenzó a dar vueltas por la habitacíón - No eres como las zorras de mis amigas, esas cabronas que lo único que quieren es ser las mejores y su hobbie favorito es echar mieda las unas a las otras. No. Eres diferente y por eso me acerqué a ti, porque nunca había conocido a nadie que no llevase la palabra "egoísta" escrita en la frente. De verdad que me alegro mucho de ser tu amiga.

No pude evitar sonreír. Sé que estaba borracha pero, ¿eran tan malo creerse todo lo que decía fuera cierto o no? Me hizo sentirme mejor conmigo misma pero, a decir verdad, no era difícil no ser como sus amigas ricas. Además, que Verónica te considerara su amiga era el sueño de demasiada gente lo que me parecía penoso, la verdad. No obstante, que me lo dijera a mí me hizo sentir una oleada de emoción.

- Wow. No sé que decir. Gracias, supongo.

- Oh. No me las des - hizo un ademán con la mano que tenía libre restándole importancia - Además, eres una chica muy inteligente.

- ¿Y eso por qué? - fruncí el ceño. La gente que me conocía (o al menos creía conocerme) me tachaba de muchas cosas, pero inteligente no era una de ellas.

- Pues porque estás con, Álvaro. Obvio - de repente adoptó un tono de voz burlón al mismo tiempo que rodaba los ojos - ¿Cuántas tías están detrás de él? ¿Todas las del instituto? ¡Y de otros también! Lo tienen en un puto pedestal y normal. Es tan perfecto que cualquiera se enamoraría de él - soltó un suspiro. Según iba hablando, sentí la necesidad de preocuparme. Digamos que yo ya sabía que a todo el mundo le encantaba Álvaro, pero confíaba en él y eso era lo que verdaderamente importaba - Pero tú chica, has sido capaz de que se fijara en ti. Dime, - se quedó quieta delante de mí - ¿cómo lo has hecho?

Mi Mejor Enemigo #MME3Where stories live. Discover now