CAPÍTULO 64

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Me encontraba en un barco. Era por la tarde y la mayoría de los pasajeros habían salido a cubierta a tomar algo mientras se bañaban en la piscina o tomaban el sol sobre las tumbonas que previamente se habían agenciado. Hacía calor y parecía uno de esos días de verano perfectos en los que nada podía salir mal. Entonces, comencé a andar por cubierta. Nadie parecía percatarse de mi presencia, lo que era super raro ya que iba disfrazada de los años 80 mientras el resto iba en bañador y ropa veraniega. Me fascinaba ver como todo el mundo se reía y lo pasaba bien. Me transmitían buena vibra haciendo que yo también me pusiera contenta. Sonreía mientras caminaba y observaba.

Llegué al centro del barco donde había un popurrí de personas concentradas en el mismo sitio, como si ahí estuvieran vendiendo helados gratis. Más tarde, me di cuenta de que formaban un círculo alrededor de algo. Me hice paso entre la gente y observé lo que ellos miraban entre susurros. En el suelo se encontraba un cristal transparente a través del cual estaba pasando algo. Me arrodillé y apoyando las manos en él me acerqué para poder ver mejor. La imagen tardó un rato en dejar de estar borrosa hasta que me pude dar cuenta de lo que se trataba. Era una sala como de juegos, donde niños de hasta 7 años reían y se lo pasaban bien. Lo que me llamó la atención fue que nadie los estaba vigilando, pero parecía que estaban calmados y que no hacía falta que nadie les echara un ojo. La escena me transmitió tranquilidad.

Todo iba bien hasta que al lado de mi mano apareció una gota. Después otra y sentí como una me cayó sobre la cabeza. Alcé la vista para ver como de repente en el cielo habían aparecido unas enormes nubes grises que no tardaron en descargar su furia sobre el barco. Las aguas que nos rodeaban se enfurecieron y el navío se empezó a mover más de lo normal.

Las personas que estaban a mi alrededor comenzaron a gritar y a decir cosas como "mira, mira", "no puede ser", "madre mía, lo va a hacer". De pronto, las caras de las personas cambiaron, y ante mí pude reconocer a todos mis amigos: Álex, Nora, Malena, Diego... incluso a Álvaro y a Verónica. Todos estaban nerviosos menos estos dos últimos que estaban cruzados de brazos mirando la escena con un gesto neutro en la cara. Parecían zombies. No mostraban ni una pizca de preocupación como el resto de las personas que se movían inquietos sin saber qué hacer.

Aún no entendía qué estaba pasando y por qué todos pasaron de estar súper felices a comerse las uñas preocupados. Entonces, más personas se acercaron al cristal y se arrodillaron para observar lo que pasaba a través de él. Para mi sorpresa, se trataban de mis padres, Emma, Lucas, Dani y Alba pero una versión más joven. Todos tenían lágrimas en los ojos y se les veía destrozados. Quería preguntarle qué les pasaba pero no me salían las palabras. Había perdido el habla.

Por último, Thomas apareció y se arrodilló a mi lado mientras observaba el cristal con el ceño fruncido y la boca medio abierta.

Comenzaron a caer más gotas hasta acabar en una lluvia torrencial que no tardó nada en empaparnos a todos. Bajé la vista al cristal y a causa del agua, la escena se había ocultado. Me quedé esperando a que la lluvia parara, pero en cambio se intensificó. Notaba la fuerza de las gotas sobre mi espalda y cabeza haciendo que estar allí se volviera insoportable. No obstante, nadie se movió para buscar un sitio con techo. Todos permanecieron allí, inmóviles. Hubo un momento en el que una gota cayó con tanta potencia que agrietó el cristal. Luego, esa grieta se fue haciendo más grande cubriéndolo todo. Una gota más y se haría añicos. Y así fue. El cristal se rompió en mil pedazos y cayeron a la sala. Milagrosamente, nadie salió herido porque los trozos de cristal desaparecieron antes de tocar el suelo. Todos los niños se habían pegado a las cuatro paredes de la sala y se habían puesto a llorar a la vez. El llanto era insoportable, pero no podía hacer nada para tranquilizarlos. Ni si quiera podía moverme. Estaba pegada al suelo.

Algo más llamó mi atención. En el centro de la sala, donde se suponía que debían de haber caído los cristales, se encontraban una niña y un niño pequeños. Debían de tener unos cinco años. Estaban sentados uno enfrente del otro agarrados de las manos y mirando en la misma dirección, hacia la puerta de salida. Se les veía preocupados e intrigados al mismo tiempo. Me costaba verles bien las caras porque desde arriba solo podía ver sus cabezas.

No pasó ni un segundo hasta que las puertas de la sala se abrieron mostrando a una persona. Era alta y corpulenta, iba vestida de negro y llevaba una capucha puesta por lo que tampoco podía verle la cara. Se quedó unos segundos en la puerta observando a los dos niños del centro. Eran los únicos que no lloraban mientras los demás habían formado un coro de llantos insufrible que taladraba los oídos y parecía imposible de parar.

Enseguida sentí un mal presagio y la necesidad de saltar y evitar que el encapuchado entrara en la sala, pero seguía anclada al suelo.

El extraño comenzó a avanzar lentamente hacia los niños del centro. Estos seguían tranquilos a diferencia del resto y a nosotros que estábamos de los nervios y al mismo tiempo no podíamos evitar lo que iba a ocurrir a continuación.

Cuando el encapuchado llegó a la altura de los niños, se tomó su tiempo para observarlos y luego les tendió una mano a cada uno.

Por dentro, mi cuerpo gritaba "¡NO!" continuamente junto al sentimiento de impotencia al no poder hacer nada para prevenirlo. Sentía que mi familia y mis amigos estaban igual que yo.

Los niños se miraron entre sí y luego, aceptaron la mano del extraño. Justo en ese momento, sentí como si alguien me tocara la mía, pero nadie lo había hecho. Miré a Thomas y él se estaba mirando la mano confuso. No entendía nada. Volví a observar la sala.

El extraño se dio la vuelta y tirando de los niños se dirigió de nuevo a la puerta. Ya no parecía lluvia. Más bien eran balas que intentaban atravesarme el cuerpo de arriba a abajo. Junto al ruido de la tormenta, el lloro se volvió más bien un grito de miedo, de terror, como si ni el tiempo ni los niños quisieran que la escena siguiera su curso.

Sin embargo, nadie la detuvo. El barco comenzó a temblar. El extraño llegó a la puerta y se detuvo. Un dolor insoportable me atacó la cabeza y todo mi cuerpo se estremeció. El extraño se giró y como si hubiera gritado su nombre miró en mi dirección. Su rostro quedó al descubierto mientras me atravesaba con unos profundos y enormes ojos negros.

Entonces, me desperté sintiendo un gran dolor en el pecho.

🧡

🥳 Maratón 3/3 🥳

Espero que os haya gustado este maratón🥰. Sé que no han sido muchos capítulos, pero he intentando que estuvieran cargados de eso que tanto nos gusta a los lectores leer y eso que tanto me gusta escribir. Ya me entendéis, ¿verdad? 😉💜

¿Quién creéis que era esa persona extraña con la que ha soñado Valeria? 💭

Mi Mejor Enemigo #MME3Where stories live. Discover now