CAPÍTULO 32

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– ¿Y tú, Alba? – mi padre elevó ambas cejas – ¿A quién le echaste el guante?

– Si yo te contara... – habló ella con un tono demasiado exagerado, como si quisiera dar celos a alguien. Ese alguien, por supuesto, era Dani.

El resto de la comida estuvo bien, salvo por momentos en los que Alba y Dani se mantenían la mirada como si jugaran a ver quién pestañeaba primero. Parecía que solo Thomas y yo nos dábamos cuenta de su comportamiento.

Tras comer el postre, Thomas y yo nos sentamos en el sofá.

– Dios, voy a explotar – dijo Thom poniéndose las manos en la barriga.

– ¿Pero tú has visto eso? – le pregunté susurrando para que nadie nos oyera. Me escurrí como él de tal manera que el sofá nos ocultaba de los que estaban sentados en la mesa – La última vez no estuvieron así.

– Lo sé. ¿Pero crees que después de tanto tiempo sin decirse lo que sentían van a dar el paso? – hizo un breve pausa – Y si están juntos, ¿por qué no lo dicen?

Me encogí de hombros. Nos quedamos un rato callados. Cristian no tardó en volver a mi cabeza. Sobre todo él frente a mí en aquel espacio tan reducido. Entonces, se me encendió la bombilla. Si Thomas era su amigo, quizás supiera algo sobre él que yo no.

– Oye Thom – me miró – Tú conoces bien a Cristian, ¿no? – frunció el ceño.

– Supongo, ¿por qué?

Busqué las palabra adecuadas. Thom confiaba en mí y yo en él, pero entendía que le costase más contar cosas de otras personas, sobre todo si era de su amigo. A mí me pasaba igual.

– No sé. Bueno, le ayudo con las mates, pero apenas lo conozco.

Se me quedó mirando un buen rato antes de contestar.

– ¿Y por qué no hablas con él y le preguntas en persona?

– Pues porque es Cristian – le añadí un poco de humor a la conversación para que no pensara que estaba desesperada con saber cosas sobre él. Porque sí, estaba un poco obsesionada con aquel chico desde el día anterior – Es imposible hablar con él de cualquier cosa.

– Solo diré que lo que quieras saber pregúntaselo a él. Lo conocí este año. Nunca he ido a su casa ni me ha hablado de su vida privada.

Es decir, que aquel chico era un libro con un candado puesto y no quería que nadie encontrara la llave.

No lo entendía. ¿Cómo aguanta alguien tanto sin hablar de él? Seré una egocéntrica pero me encanta hablar de mí y no entendía cómo él no podía hacerlo.

– Raro, ¿no? – se encogió de hombros y al mismo tiempo Alba me llamó.

– Acompáñame a tu cuarto que tengo una cosa para ti.

Estaba de pie con un brazo apoyado en el respaldo del sofá. Sonreía, pero parecía que forzaba el gesto. Por un momento pensé que nos había oído hablar. Aunque no me importaba que ella lo escuchara. Era mi consejera del amor y de la vida en general.

Me levanté y la seguí hasta mi cuarto. Alba cerró la puerta. Fruncí el ceño. De pronto se comportaba de un modo extraño, como si estuviera nerviosa.

Mi Mejor Enemigo #MME3Onde histórias criam vida. Descubra agora