CAPÍTULO 21

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Entonces, mi móvil comenzó a sonar. Ambos nos paramos en seco. Cerré más los ojos con rabia y ladeé la cabeza.

Mierda, mierda, mierda. Quien fuera que me estuviera llamando en aquel momento iba a acabar sin cabeza.

Solté un pequeño suspiro y me separé de él como si nada. Me levanté a por el movil el cual estaba tirado encima de mi mochila. Él se quedó callado pero sabía que no me quitaba el ojo de encima. Justo cuando cogí el móvil quien estaba llamando colgó. En la pantalla de bloqueo vi unos cuantos mensajes de mi madre avisándome de que me estaba esperando fuera.

– Vaya. Mi madre, que sorpresa – comenté respondiéndole – Me tengo que ir.

Él asintió y se levantó. Yo me agaché y cogí la mochila. Me acompañó de nuevo en silencio hasta la puerta de salida. La casa seguía igual de vacía.

Me iba a poner la sudadera cuando me di cuenta de un detalle.

– Espera, la camiseta...

– No te preocupes – me interrumpió con una sonrisa – Ya me la devolverás otro día.

Le sonreí y me acabé de vestir.

– Muchas gracias, Álvaro, de verdad – me acerqué a él y con toda la valentía del universo le planté un beso en la mejilla.

– No hay de que – sonrió abriendo la puerta y apoyándose en ella – ¡Ah! Y no lo olvides. Me debes una ronda.

– Cuando quieras.

El me guiñó un ojo antes de salir de la casa. Abrí el paraguas de Thom más feliz que nunca y me dirigí hasta la salida. Al otro lado del muro estaba mi madre esperando sentada en el asiento del piloto.

Entré en el coche.

– Vaya como te lo montas, hija – comentó mirando la casa a través del parabrisas.

– ¡Mamá! – me puse super roja.

– Es la verdad, cariño. Ya que encuentras a un chico que sea rico.

– ¡Ya vale! – me estaba muriendo de la vergüenza.

Arrancó el coche sonriendo y nos pusimos rumbo a casa.

– ¿Cómo no te quedaste en casa de Emma con lo que llovía? – preguntó con los ojos fijos en la carretera.

Seguía lloviendo pero no tanto como antes.

– Me apetecía dar un paseo.

– ¿Lloviendo?

– Ajá.

– Qué raros sois los adolescentes – comentó negando.

– ¡Oye! ¡Te recuerdo que tú también tuviste mi edad! – me crucé de brazos, molesta.

– Pero si llovía me quedaba en casa o esperaba a que parara un poco – solté un gran suspiro.

– Me da igual. Ese no es de lo que estábamos hablando.

– ¿Ah sí? ¿Y de qué estábamos hablando? ¿De Álvaro? – al segundo me arrepentí de haber dicho nada.

Nos miramos unos segundos. Yo la asesiné con la mirada y ella puso cara de esperar una explicación.

– No pienso hablar de ello.

– ¿Te recuerdo las veces que me decías: ay, que mono es; ay, cuanto me gusta; ay, ojalá se fije en mí? – la seguí mirando pidiendo a gritos por dentro que se callara de una maldita vez – Pues eso. Empieza a largar señorita.

Mi Mejor Enemigo #MME3Where stories live. Discover now