CAPÍTULO 63

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Estaba claro. Las llaves se me habían caído en algún momento de la fiesta, seguro cuando me caí a la piscina.

– ¿Acaso las has cogido antes de salir de casa? – me preguntó Cristian sin soltarme del todo. Si lo hacía, corría el riesgo de caerme.

Además, sonará extraño, pero el mantener contacto físico con alguien me ayudaba a estar consciente de todo lo que pasaba.

Asentí muy ofendida porque pensara que era una despistada, que lo era, pero trataba de ocultarlo.

Cristian soltó un gran suspiro y miró en todas las direcciones intentando pensar en una alternativa. Yo alcé la mirada un segundo para observarle. Bajo la luz de la luna y lo poco que alumbraban las farolas, podía ver su cara de preocupación. Me costaba creer que me estuviera ayudando de aquella manera. Ambos teníamos nuestros más y nuestros menos, pero que a pesar de todo estuviera protegiéndome y evitando que me pasara algo malo demostraba mucho de cómo era como persona. Lo que me hacía pensar en si Álvaro hubiera hecho lo mismo por mí, o no hubiera desaparecido de la fiesta sin decirme nada dejándome tirada como a un perro.

Pensar en eso no me ayudaría a encontrarme mejor. Todo lo contrario. Se me hervía la sangre cada vez que imaginaba lo que podía estar haciendo en aquellos momentos. Entonces, decidí dejar de pensar en el tema por el momento. Ahora, el dilema estaba en como iba a entrar en casa.

– ¿No hay nadie en tu casa? – me preguntó y negué – ¿Hay algún sitio al que te pueda llevar?

Pensé en Alba y Dani, pero si me veían aparecer de madrugada en aquellas condiciones no iba a ser nada bueno. Puede que fueran un poco más flexibles que mis padres en todos los sentidos, pero ¿ver a su querida niña entrar en casa borracha y drogada? Les daría un infarto, a parte de que se lo contarían a mis padres y me castigarían sin salir durante el resto de mi vida.

Volví a negar.

– Volvamos – dije en apenas un susurro.

Teníamos que regresar a la fiesta y buscar mis llaves. No obstante, si se habían caído en el fondo de la piscina, ¿quién iba a entrar a por ellas? Eso si es que estaban ahí.

– No podemos – Cristian me miró – Mírate, no te aguantas de pie. Tienes que descansar para que todo se te pase – solté un quejido mientras subía una mano y la pasaba por mi cara.

Es verdad que estaba cansada y que tenía unas ganas tremendas de tumbarme y dormir. Pero no tenía ni idea de a dónde iba a ir.

Unos segundos después, Cristian reaccionó. Sin decir nada, me volvió a poner el casco y él se colocó también el suyo. Se subió a la moto y arrancó, no sin antes volver a dejar mis manos donde estaban antes.

– ¿A dónde vamos? – me dejé caer sobre su espalda de nuevo, mientras apreciaba sus ojos a través del cristal levantado.

– A mi casa.

No me esperaba aquella respuesta, pero en aquel momento me daba igual a dónde ir con tal de entrar en un lugar en el que hiciera calor y pudiera dormir un par de horitas. Por muy raro que sonase, empezaba a confiar en él. Y como él dijo, no me había ninguna razón como para que no lo hiciera. Podría decirse que estaba dejando mi vida en sus manos y él la estaba cuidando. Tan solo había que fijarse en como me trataba, con delicadeza como si fuera una muñeca de porcelana muy valiosa, porque podría haberme dejado tirada en cualquier lado, pero no. Ahí estaba, salvándome el culo por primera vez.

– No quiero molestarte más – dije al mismo tiempo que apoyaba mi mentón en su hombro. No tenía fuerzas ni para mantenerme erguida.

– Y yo no quiero que te pase nada.

Sus palabras me debilitaban y al mismo tiempo me hacían sentir bien por el hecho de tener a alguien ahí, que a pesar de conocer desde hacía muy poco tiempo, me estaba cuidando. El chico era como el día y la noche. Según el momento, cambiaba radicalmente. Y por eso y por muchas cosas más, tenía algo que me gustaba. Puede que no lo hubiera admitido al principio, pero ahora sí. Y lo tenía claro.

Un segundo después, nos volvimos a poner en marcha. Calculé unos quince minutos hasta que la moto se detuvo de nuevo. Apagó las luces e intenté averiguar donde nos encontrábamos, pero estaba demasiado débil.

Tan solo vi unos cuantos edificios viejos de como mucho tres plantas. Era de noche y la calle estaba poco alumbrada por lo que solo pude apreciar siluetas de lo que parecían ser coches.

Cristian tuvo que deshacer mi agarre que le rodeaba la cintura. Se bajó de la moto sin soltarme ambas manos y luego me ayudó a bajar a mí. Esta vez, no pude más. Mis piernas fallaron y él hizo fuerza para evitar que me cayera. Los ojos se me cerraron y perdí todas las fuerzas que había reunido. Él fue rápido, se inclinó un poco y pasándome un brazo por debajo de mis rodillas me levantó completamente del suelo. La otra mano la colocó debajo de mi espalda para que llevarme fuera más fácil. Apoyé la cabeza sobre su pecho, justo en el lugar donde latía su corazón. Y eso fue lo último que oí antes de que la oscuridad ganara la batalla y me llevara con ella.

🧡

😛 Maratón 2/3 😛

¿Qué creéis que pasará con Valeria? ¿Creéis que descubrirá algo en casa de Cristian de lo que luego se arrepienta? Os leo 👀💓

Mi Mejor Enemigo #MME3Where stories live. Discover now