CAPÍTULO 2

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– ¡Ya estoy en casa! – grité en cuanto puse un pie en nuestro piso.

Dejé el abrigo en la entrada la cual era un pequeño cuadrado y me dirigí hacia el salón que estaba a mi derecha. Mi madre estaba sentada en la mesa del comedor rodeada de papeles y de su portátil. Se la veía muy concentrada en lo que estaba haciendo. Ella era abogada y se pasaba la mayor parte del tiempo trabajando, ya fuera en casa o fuera. Era joven pero muy inteligente. Ella era un ejemplo a seguir, teníamos mucha confianza y podría decirse que además de ser mi madre, para mi era como una hermana mayor.

Me acerqué a ella y le di un beso en la cabeza.

– Ay. Ya estás aquí – dijo quitándose las gafas de lectura y girándose para mirarme – ¿Qué tal el instituto? – preguntó sonriendo.

Aquel era uno de esos días en los que estaba agotada por el trabajo. Lo entiendo, su oficio no es nada fácil y hay días en los que se le vuelve más complicado de lo que es.

– Como siempre – respondí mirando por encima de su hombro – ¿Tienes un caso nuevo?

– Sí – respondió volviendo la cabeza al ordenador – Un conflicto entre vecinos. Nada de otro mundo.

– ¿Qué pasó? – seguí insistiendo.

Ella soltó un suspiro. No le gustaba hablar de cosas del trabajo conmigo ya que le gustaba centrarse más en mí que en ella pero yo era demasiado cotilla y sabía que nunca paraba hasta saber lo que quería saber.

– Ya sabes. Vecinos enfrentados, encuentro en el rellano y vuelan sartenazos – movió la mano restándole importancia.

– ¿Se dieron con sartenes de verdad? – abrí los ojos de par en par sin intentar disimular mi asombro.

– Es un decir –  notaba su voz cansada – Pero por poco – asentí lentamente.

Mi madre solía estar más en casa que en su despacho. De hecho, le gustaba trabajar en casa para aprovechar el tiempo con sus hijos. A pesar de trabajar mucho siempre sacaba tiempo para hablar con nosotros y mimarnos un poco. Era una madre increíble.

– ¿Liam ha comido? – pregunté levantando la vista y buscando a mi hermano pequeño.

– Sí, hace un rato. Tienes macarrones en el microondas – respondió mi madre.

Le toqué un hombro y fui a la cocina la cual estaba en frente del salón. Era muy estrecha y al fondo había una pequeña ventana que iba desde mis tobillos hasta el techo. Siempre me gustaba sentarme en una silla justo al lado de ella y comer mirando a la calle. No vivía en el centro pero sí en un barrio bastante concurrido, en una de las calles principales por lo que podía ver a bastantes personas pasar y curiosear un rato. Comí mientras veía mi televisión personal y fregué lo que había ensuciado.

Después, me dirigí a mi habitación a través de un pequeño pasillo que daba a las habitaciones y a los baños. Dejé la mochila en el suelo y me tiré en la gran cama que tenía. Saqué el móvil y miré Instagram durante un buen rato.

Me detuve un poco más de tiempo en las últimas publicaciones de Álvaro. Tres fotos en la última semana. Una de él en un espejo y otra con Diego. La última es la que me dio más rabia.

Era en un banco junto a Verónica, su mejor amiga. Es la Selena Gómez de nuestro instituto. Alta, delgada pero con las curvas bien marcadas, morena, padres con dinero... Vive en una rica urbanización de Madrid. Además, viste a la última y no hay día en el que no vaya desarreglada. Siempre parece estar perfecta. Sin ojeras, sin gases... ¡Ni en gimnasia suda, la tía! Debería envidiarla por todas esas cosas pero por lo que más la envidio es por ser amiga íntima de Álvaro.

Siempre los veo muy juntos y eso me come por dentro. Hay rumores de que están saliendo pero ellos siempre lo niegan. Desde que los conozco nunca se han separado y por tanto, eso no me gusta. Además, Verónica era simpática, guapa, sociable... Si me comparan con ella yo soy una isla y ella todo un continente. Parece perfecta (y puede que lo sea para algunos) pero muchas veces es irritable. Eso a los chicos no parece afectarles porque lo malo que tiene lo compensa su cuerpo.

En la foto aparecían sentados uno a lado del otro riendo por algo y tomando un refresco. Incluso riendo era guapa. Yo cuando soltaba una carcajada parecía un burro con diarrea.

Lo increíble era que la cosa no quedaba ahí. Verónica, Male y Nora fueron mejores amigas en el colegio pero tuvieron una fuerte discusión y cada una tomó su camino. Poco después, mis amigas se reconciliaron y la poca esperanza de que volvieran a llevarse con Verónica desapareció. Ella comenzó a hablarse con otra gente "más interesante" (según ella) y cortó cualquier tipo de relación con ellas. Desde entonces no se pueden ver ni en pintura.

Apagué el móvil con mal sabor de boca. Me lavé los dientes e hice los pocos deberes que tenía. Cuando acabé, volví al salón.

Mi madre estaba descansando viendo la tele y mi hermano estaba al lado jugando con la consola. Parecía que estaba enfadado por la manera en la que le daba a los botones.

– ¿Qué pasa Liam? ¿La novia ya te ha dado plantón? – dije sentándome a su lado y revolviéndole el pelo.

– Déjame en paz – respondió sin quitar la mirada del videojuego.

– Ui, ui. Vaya humos. ¿Quieres que hable con ella y haga de mediadora entre ambos? – seguí bromeando.

Mi hermano solo tenía 10 años pero ligaba más que yo. Había tenido tantas novias que no se podían contar con los dedos de las manos. Claro que ninguna duraba más de un mes.

– Déjame en paz, Valeria – repitió de muy mala gana y justo en ese momento perdió la partida que estaba jugando.

– Deja a tu hermano – me advirtió mi madre antes de pegar un sorbo a su infusión.

– Pero si yo solo quiero ayudar a mi Romeo favorito – dije agarrándole la cara y estrujándole los mofletes.

Él se dio por vencido y dejó la consola a un lado.

– Pues ya que es tu Romeo favorito vas a tener que llevarle al entrenamiento – habló mi madre cambiando de canal. Fruncí el ceño y antes de que preguntara el por qué, ella me respondió – Tengo que seguir trabajando y papá no vuelve hasta las nueve.

– Y yo no me voy a perder el entrenamiento – añadió mi hermano para cerrar el tema.

Me lo pensé dos segundos pero enseguida caí en la cuenta de algo muy importante. Lo más seguro que Álvaro estaría en el campo de fútbol.

– ¿A qué hora tenemos que estar allí? – pregunté levantándome del sofá.

– Seis y media – dijo mi madre.

– Perfecto. Te quiero listo a las seis – señalé con un dedo a Liam y el rodó los ojos.

Solté un suspiro pensando «somos demasiado iguales» y di media vuelta hacia mi habitación.

🧡

Espero que os haya gustado🤩

*Liam Jones García en portada*

¡Próximo capítulo el miércoles!❤️

Mi Mejor Enemigo #MME3Where stories live. Discover now