CAPÍTULO 39

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Mi madre se sentó en una silla y señaló la que tenía al lado para que yo hiciera lo mismo.

– ¿Qué pasa? – repetí mientras hacía lo que me pedía – ¿Dónde está Liam?

Se me cayó el alma a los pies al pensar que le había pasado algo a mi hermano.

– En su cuarto. No te preocupes. Está bien.

Solté un gran suspiro.

– Entonces, ¿qué ocurre? ¿Por qué estáis tan misteriosos?

Ambos se miraron durante unos escasos segundos antes de decir nada. Me estaban poniendo de los nervios. Finalmente, mi padre habló:

– Tu abuela ha sufrido un infarto y está grave en el hospital.

Abrí los ojos de par en par y se me formó un nudo en la garganta que me impedía tragar con normalidad.

– ¿Qué abuela? – pregunté con la voz entrecortada.

– La abuela Emily – dijo mi madre – Los médicos no se atreven a decir si saldrá de esta o no, pero tú abuela nos ha pedido que vayamos.

La abuela Emily se había vuelto a Nueva York hacía muchos años. Decía que ya no tenía nada que hacer en España y decidió volverse al país de donde procedía para volver a encontrarse con los suyos. Desde entonces la veía una vez al año, pero aun así le tenía mucho cariño y aquella noticia me dejo helada.

Me levanté de golpe.

– Pues vamos.

– Tú no – dijo mi padre – Estas en plena época de exámenes.

– ¿Y? – fruncí el ceño – Como si fuera sacar todo sobresalientes. No me podéis impedir que vaya.

– Alguien se tiene que quedar aquí con Liam – añadió con un tono muy suave intentado convencerme.

– Pues que se quede con Alba, o con Dani. ¿Emma y Lucas también van? ¿Y Thomas?

– Thomas se queda.

– Me da igual. No podéis no dejarme ir. Es injusto.

No me gustaba nada el camino que estaba tomando aquella conversación.

– Claro que podemos. Somos tus padres y nos tienes que obedecer.

– ¡Y una mierda! – ambos me miraron super mal – ¿Y si se muere? ¿Qué?

– No digas eso – dijo mi padre entre dientes.

Al instante me sentí mal por lo que dije pero es que me estaba empezando a cabrear.

– No le va a pasar nada – intervino mi madre suavizando el ambiente – Nos ha pedido que vayamos y ya. Tú tienes una responsabilidad mayor aquí, tanto con los estudios como con cuidar a tu hermano.

Me cogió de la mano y me hizo volver a sentarme.

– Mamá. Yo quiero ver a la abuela. Quiero saber si está bien. Quiero hablar con ella, aunque sea una última vez – los ojos se me cristalizaron y, aunque no quería de verdad decir lo último, así lo sentía.

– Lo entendemos – la miré esperando que se diera por vencida y dijera que podía ir con ellos – Pero tienes que quedarte.

Me solté de su mano y me apoyé en el respaldo de la silla con un movimiento brusco. Me crucé de brazos y me quedé mirando fijamente a la mesa.

No era justo que no me dejaran ir con ellos. Tenía 16 años. Era lo suficientemente mayor como para entender lo que estaba pasando pero parecía que ellos no entendían mi posición. Me daban igual los exámenes, ellos podían esperar, pero mi abuela no.

Se me encogió el corazón al pensar que no volvería a verla nunca más. Se me derramó una lágrima por la mejilla que limpié con un rápido movimiento.

Tras unos minutos más discutiendo, me di por vencida. Me parecía increíble lo que me estaban haciendo, pero por más que insistí no valió para nada.

– ¿Lo sabe Liam?

– Sabe que está en el hospital pero por un brote de gripe leve – respondió mi padre. Nunca le había visto tan triste. Verle así me sentó como si me dieran un puñetazo en el pecho – Le dijimos que tenemos que ir para llevarle una caja de bombones especiales para que se recupere.

Asentí y fue el momento en el que me di cuenta de que mi hermano era muy pequeño y me necesitaba. Aunque me dolía admitirlo, mis padres tenían razón y debía quedarme.

– ¿Cuándo os vais?

– Hoy por la noche.

Asentí y sin decir nada me levanté y salí de la cocina.

– ¿No comes nada? – me preguntó mi madre antes de irme.

– No. Se me ha quitado el hambre – y dicho eso, me encerré en mi habitación.

No tenía ganas de hacer nada así que me quedé tumbada en la cama mirando el techo. Durante toda la tarde me puse a pensar una y otra vez en mi abuela y en todos los recuerdos que tenía con ella para así poder recordarla durante el mayor tiempo posible por si acaso pasaba lo que nadie quería que pasase. Aquella noticia me destrozó, tanto física como emocionalmente.

Entonces, llegó la hora de ir a casa de Thomas.

– ¿Quieres que te lleve? – me preguntó mi padre nada más salir de mi cuarto.

Asentí y ambos salimos de casa, nos subimos al coche de policía y emprendimos el camino.

– Lo siento mucho, Val – dijo tras unos minutos en silencio.

– No quiero hablar del tema – hablé mirando a través de la ventana las nubes grises que cubrían por completo el cielo.

– Lo sé. Pero quiero que sepas que estamos mirando por tu bien.

– ¿Mirar por mi bien es impedir que vea a mi abuela?

Se quedó unos segundos callado hasta que llegamos a un semáforo en rojo y tuvo que detener el coche.

– ¿Sabes lo que me reconforta? – preguntó girando la cabeza para mirarme – Que tengo la esperanza de que se va a recuperar y que esta no sea la última vez que la vea – sus ojos guardaban un tremendo dolor y nerviosismo al mismo tiempo – Y tú deberías pensar igual – el semáforo se puso en verde y puso el coche en marcha de nuevo.

Esta vez fui yo la que me callé y durante el resto del camino pensé una y otra vez en lo último que había dicho. «Tú deberías pensar igual».

Llegamos a mi destino y me bajé del coche.

– Vuelve a casa pronto – dijo con la ventanilla bajada – Para despedirnos.

No dije nada y me di la vuelta para entrar en casa de Thomas.

– ¿Tú también te has enterado? – me preguntó nada más entrar.

– Sí – dije sin ganas. Sabía de sobra que se refería a la abuela – Y se niegan en banda a que vaya.

– A mi tampoco me dejan. Casi me lanzan una silla a la cabeza por insistir tanto.

Sonreí levemente. Thomas siempre sabía sacarte una sonrisa aunque tuvieras un día de mierda. No obstante, Emma era capaz de hacer eso. Al entrar al salón y dejar las cosas me di cuenta de algo importante.

– ¿Y Cristian? – pregunté frunciendo el ceño.

Thom se encogió de hombros.

– Supongo que llegará dentro de poco.

Pero no apareció. Por alguna razón, me sentí triste, desilusionada... No entendía por qué lo quería ahí, sentado a mi izquierda, por muy raro que pareciera. Pero sentí que faltaba algo en el salón, algo que era imprescindible por lo menos en aquel momento.

Mi Mejor Enemigo #MME3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora