CAPÍTULO 8

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Tomé un respiro profundo frente al espejo.

El reflejo de la persona que tenía delante era alguien completamente desconocida para mi. La niña enamoradiza y rebelde la cual vivía en un mundo perfecto se había convertido en una sombra del pasado; ahora solo quedaba  una chica con el corazón dividido entre la tristeza de dejar su vida atrás y la felicidad que le causaba el futuro.

— Bien, necesito que me escuches — susurre mientras acariciaba mi vientre, aún no se notaba nada pero yo sabía que estaba ahí — no puedes hacerme vomitar por los próximos treinta minutos, mami necesita un trabajo —

Sonreí al espejo, antes de asegurarme que mi vestido estuviera en perfectas condiciones.

Necesitaba comprar ropa un poco más grande pues los vestidos de verano que solía utilizar antes comenzaban a quedarme chicos por los cambios que mi cuerpo sufría; en específico mis pechos. Mis mejillas se habían vuelto un poco regordetas pero mis senos, ¡Dios, eso si que estaba creciendo!

Así que los escotes que solía usar ahora eran demasiado provocativos.

Aquella mañana había tomado uno azulado con pequeñas flores blancas estampadas sobre toda la tela con holanes en las mangas y parte baja de la falda. Era un poco corto pero era el que mejor me quedaba.

Exhale mis nervios antes de salir del baño del bar en una de las calles más concurridas de la ciudad.

Aquí todo era muy diferente a mi ciudad natal, el tránsito estaba compuesto de coches banales, transportes públicos y bicicletas, los grandes rascacielos se alzaban a lo largo raspando las nubes de una manera casi mágica y las personas solían ser más sencillas que de donde venía, ahí solía ser más importante los ceros que tuviera tu cuenta en el banco que tu actitud.

— Buenas tardes — salude a la dueña del lugar quien acababa de llegar de recoger a sus hijos del curso de verano, o al menos eso es lo que había dicho el bar-tender cuando le pregunté.

— Hola, linda — saludó con una enorme sonrisa — ¿Puedo ayudarte en algo? —

Sus ojos marrones se clavaron en los míos, brillando de felicidad mientras que sujetaba sus espesos rizos en un moño alto despeinado.

— Vi el letrero en donde solicita mesera y quisiera postular para el puesto — respondí recordando lo poco que había aprendido en las clases de etiqueta, en alguna de las secciones donde tocaban el tema de los empleos.

Aunque en ese entonces me pareció completamente absurdo, ¿por qué los herederos de imperios millonarios deberían de aprender a pedir empleo?

¡Ja, la vida se había encargado de cerrarme la boca!

— ¿Empleo? — preguntó la mujer arrugando el ceño mientras caminaba detrás de la barra pasando por uno de los ventanales altos.

Los rayos del sol de verano iluminaron su piel haciéndola lucir como si estuviera hecha de oro; era hermosa.

— Sí — asentí manteniendo mi sonrisa aunque por dentro rezaba por que me aceptara.

Estaba desesperada, me habían rechazado en cinco lugares porque prácticamente no sabía hacer nada y en el sexto ni siquiera se molestaron en atenderme al ver mi bolso de diseñador; pensaron que era una broma.

El dinero que había conseguido vendiendo un par de joyas comenzaba a agotarse entre la renta del estudio donde vivía, la bicicleta que compre, la comida, las visitas a la ginecóloga y un par de cosas que veía en los estandarte de las tiendas de bebés.

RAMÉ ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora