CAPÍTULO 27

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El frío de otoño azotó contra mi rostro mientras las hojas de tonos marrones daban su último suspiro antes de caer al suelo desde las copas de los árboles.

Veía a los niños felices corriendo por todos lados, brincando sobre las montañas de hojas secas y no podía evitar imaginarme que algún día yo estaría ahí viendo a mi Nathaniel alegre.

Aquella tarde había salido a caminar, era mi día libre en el trabajo y no tenía nada que hacer más que quedarme en casa a esperar a que el ocaso invadiera la ciudad.

— ¿Ahora comenzaras a acosarme en mi trabajo? — preguntó una voz ronca que por poco me hace saltar de un susto.

— ¡¿Sabes que no debes asustar a una embarazada?! — exclamé mientras miraba aquellos ojos divertidos inundados de diversión.

— Solo tienes veintiocho semanas, — dijo con una sonrisa encantadora mientras se acercaba a mi — no es como que el niño vaya a salirse de ti por un pequeño brinco. —

No podía evitar quedarme embobada al verlo con su uniforme de bombero, jamás pensé que un par de pantalones caqui, unos tirantes rojos y camisa azul marino pudieran ser tan sensuales pero así eran con Ezra. 

En realidad cualquier cosa que se pusiera le quedaba a la perfección.

— ¿Ahora eres bombero de día y ginecólogo de noche? — pregunte divertida.

— No, soy solo bombero de día. — respondió — A excepción de los martes y jueves de cinco a siete de la tarde, ahí me convierto en acompañante de cursos de parto de una mamá sexy.—

— ¡Oh, vaya! — exclamé antes de estallar en una carcajada.

— La doctora dijo que debías de tener cuidado con los vientos fríos Jade, puedes enfermarte. — dijo con un tono autoritario antes de pasarme la chamarra del uniforme sobre los hombros.

— ¿Entonces el niño se puede salir de mi con un estornudo pero no con un susto? — pregunte encarnando una ceja — ¿No es un delito portar uniformes siendo un civil? —

— No creo que nadie vea algo de malo en prestarle mi uniforme a una mujer tan hermosa y además que carga con un bebé dentro de ella. — respondió con una sonrisa mientras apartaba un par de cabellos rebeldes que habían invadido mi rostro gracias al frío — Quería hablar contigo. —

— ¿No estás trabajando?

— Ya terminamos, solo venimos a poner un par de cintas en las entradas del lago para que la gente no pase a patinar sobre el hielo, — dijo — es peligroso y el agua no tarda en comenzar a congelarse. —

— ¿En serio? — pregunte intentando desviar el tema — En mi ciudad siempre patinamos sobre un lago congelado y no pasaba nada. —

— Seguramente el lago de tu ciudad es muy pequeño y se congela bien, pero aquí tenemos uno grande, — respondió mientras señalaba la extensión de agua frente a nosotros — tardaría una eternidad en que todo esto se congele como para soportar el peso de las personas que estarían sobre él. —

— Una lástima sería muy buen lugar para patinar, bueno supongo que tienes que ir a cambiarte así que nos veremos después en...

— ¿Estabas tratando de cambiarme de tema? — preguntó arqueando las cejas mientras se cruzaba de brazos y poniéndose frente a mi negándome el paso.

— ¿Yo? No para nada. — dije fingiendo inocencia con una pequeña sonrisa.

Ezra se limitó a mirarme unos segundos como si tratara de averiguar lo que hacía, desde el momento en que lo conocí sentí como si él de alguna manera pudiera ver a través de mi.

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