CAPÍTULO 34

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Había sido cruelmente engañada por el hombre que momentos atrás había descubierto que en realidad amaba y la estúpida ginecóloga con falta de educación

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Había sido cruelmente engañada por el hombre que momentos atrás había descubierto que en realidad amaba y la estúpida ginecóloga con falta de educación.

Ambos habían pasado las últimas horas convenciéndome de que los dolores que parecían querer matarme en cualquier momento eran completamente normales, aprovechándose de la vulnerabilidad que me envolvía.

— Bien, vamos a hacer esto, — asintió Ezra para él mientras se arrodillaba a mi lado en la bañera con agua tibia en la cual me había obligado a meterme para "relajarme" cuando en realidad solo estaba alistando todo — deja de mirarme así. —

— Quiero ir al hospital. — chillé mientras comenzaba a respirar profundamente en un intento desesperado de aliviar la siguiente contracción.

— Jade, no podemos ir al hospital tu misma escuchaste a la señorita de emergencias es muy peligroso. — respondió peinando mi cabello hacía atrás, liberándome de los pequeños mechones que se pegaban a mi cara por el sudor — Sé que estás asustada, pero tenemos que hacer esto no por mi o por ti, sino por él... Ya quiere venir al mundo. —

— No, — negué en un sollozó  — voy a aguantar hasta que la lluvia baje y la ambulancia llegue, entonces me harán una cesárea. —

— Amor, no podemos...

— No eres médico. — dije con firmeza mientras soportaba la siguiente contracción y las terribles ganas de pujar que tenía.

Ese niño no iba a salir de aquí hasta que llegara al hospital.

— Jade. — mi nombre salió de los labios de Ezra con demasiada seriedad, jamás me había hablado así y por alguna razón eso me hacía querer llorar.

— No me digas así, — solloce antes de sorber mi nariz — tengo mucho miedo. —

— Amor, necesitas pujar. — dijo antes de besar mi frente — Puedes hacerle más daño a Nathy si te resistes a dar a luz. —

Sabía eso, me había estado maldiciendo por ser tan egoísta todo este tiempo pero el pánico podía más que mi instinto como madre. No quería pujar y lastimarlo, y tampoco quería todo el dolor, por eso había escogido una cesárea. Pero al parecer la vida se aferraba a mostrarme que mis planes no eran importantes.

— Tienes que salir de aquí. — dije mientras me armaba de valor.

— ¿Q-qué? — balbuceó confundido.

— Ezra, voy a dar a luz y tu tienes que salir de aquí. — chille mientras me incorporaba sobre la bañera intentando encontrar una posición que no me hiciera sentir que mi espalda iba a romperse.

— Estás loca, no voy a dejarte sola. — negó enseguida mientras tomaba aire, estaba acabando con su paciencia.

— ¡Ezra de ninguna puta manera vas a verme parir cuando ni siquiera hemos tenido sexo, no vas a verme así! — grité cuando otra contracción se hizo presente.

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