CAPÍTULO 17

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— Que tenga un excelente día — dijo alegremente la cajera de la tienda departamental — espero que vuelva pronto —

— Adiós — me despedí con una sonrisa antes de salir.

El tiempo habían pasado tan rápido que apenas podía creer que solo faltaban al menos tres meses para tener a mi bebé en mis brazos y poder ver su rostro.

Tome las escaleras eléctricas del centro de comercial después de hacer una parada técnica en una heladería donde tarde más de diez minutos formada ya que había un grupo de chicas intentando ligar con el encargado el cual se apiado de mí y me atendió apenas reparó en mi presencia.

Ventajas de estas embarazada.

Camine entre el mar de gente hasta la salida del centro comercial donde Nathaniel comenzó a removerse dentro de mí a causa de la ráfaga de viento frío que impacto sobre mi cuerpo.

Noviembre había llegado a la ciudad con el clímax del otoño haciendo que las hojas de los frondosos árboles comenzaran a caer creando montones marrones; era un escena perfecta.

Me dirigí hasta una de las bancas fuera del centro comercial para dejar las bolsas donde cargaba la nueva ropa de maternidad que había comprado y un par de conjuntos para Nathaniel.

Hace poco más de un mes me encontraba en el consultorio de la ginecóloga llorando como una loca cuando me dijo que dentro de mi vientre se formaba un pequeño varoncito. Desde ese momento ya sabía cómo se llamaría.

Tome mi abrigo nuevo de una de las bolsas y me concentré en quitar las etiquetas mientras los ruidos de la ciudad inundaban mis oídos, algo que con el tiempo había dejado de ser estresante para convertirse en algo relajante junto a los débiles rayos del ocaso.

— Solo esperaremos un par de minutos aquí — susurre en dirección a mi barriga con una sonrisa, había crecido mucho en las últimas semanas y ahora era más que claro que no era una persona sensible del olfato si no una futura madre — tranquilo, Nathy —

Cerré los botones de mis abrigos y volví a tomar las bolsas en mis manos lista para echarme a andar.

— ¿Jade?

La voz femenina llegó a mis oídos como una suave caricia helando mi sangre mientras todos los sonidos a mi alrededor quedaban en absoluto silencio.

Una de las bolsas resbaló entre mis dedos cayendo al suelo mientras que por instinto lleve la otra a mi vientre cubriendo todo rastro de mi embarazo antes de girar lentamente sobre mi eje para encontrarme con un par de ojos color almendra.

— ¿Margot?

Pellizque de manera discreta mi brazo esperando que esto me dijera que era una pesadilla pero para mi desgracia no lo era.

Mi abuela paterna se encontraba frente a mí, lucía tan sorprendida como yo de verme en aquel sitió.

— ¿Qué haces aquí? — pregunte confundida mientras me mantenía alerta rezando para que los minutos pasaran rápidamente.

— Eso mismo me pregunto yo, niña — dijo con molestia mientras se cruzaba de brazos y el viento frío despeinaba su moño alto elegante de cabellos negros — ¿Te has vuelto loca? —

— No — negué enseguida, intentando no caer presa del pánico; la ginecóloga había dicho que aquellas emociones no eran nada sanas para mi y mí bebé.

— Entonces espero que tengas una muy buena explicación para decirme qué carajos haces aquí — respondió mientras daba un paso hacía mí — ¿Es otro de tus berrinches Jade? — preguntó con el ceño fruncido — .No me irás a decir que te habrás peleado de nuevo con tu noviecito y por eso has huido, ¿verdad? —

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