CAPÍTULO 58

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- Tranquilo - susurré mientras ponía a Nathy los audífonos que lo aislaban el ruido exterior

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- Tranquilo - susurré mientras ponía a Nathy los audífonos que lo aislaban el ruido exterior.

Me había visto obligada a comprarlos después del primer día que venimos al hospital a visitar a la abuela quien había tenido una recaída, al parecer las quimioterapias estaban matando su sistema inmunológico.

No quería que Nathaniel se levantara de su siesta después de que me había costado medianoche intentar que se durmiera, apenas se había despedido de Margot cuando comenzó a hacer berrinche porque estaba demasiado cansado. Y como no, pasábamos todos los días aquí haciendo relevos con la enfermera personal que habíamos contratado.

- Buenos días. - saludé a la jefa de enfermeras que se encontraba detrás de una recepción.

Acomode a Nathaniel en el porta-bebé, ya era un poco grande pero de milagro había entrado de ahí y resultaba que mi espalda estaba demasiado agradecida al igual que mis brazos.

- Señorita Jade, buen día. - saludó con una sonrisa torcida - Espere aquí, el doctor quiere hablar con usted.

Una pequeña sonrisa brotó de mis labios cuando asentí mientras que un presentimiento se clavaba el mi corazón.

Apenas pasaron unos minutos cuando Daniell, el oncólogo que atendía a mi abuela, y con el cual ella intentó hacerme tener un una cita, apareció por el pasillo.

Era guapo eso no lo podía negar, un poco más alto que yo, con ojos color miel y rizos rubios que me hacían recordar los cuentos infantiles que mi padre me leía.Pero aún no estaba lista para salir con alguien y comenzaba a dudar que algún día lo estaría.

En fin, fue un alivio cuando Daniell comprendió con facilidad que lo nuestro no iría más allá que la relación que teníamos como familiar de un paciente y médico.

- Jade, ¿cómo estás? - preguntó con una sonrisa mientras miraba a Nathy dormido con profundidad entre mis brazos.

- ¿Qué sucede? - inquirí, evadiendo su pregunta, intentando no comenzar a caer en el miedo que susurraba en mi oído.

La sonrisa suave que tiró de las comisuras de sus labios y la manera en la que apartó la mirada de mi por un par de segundos me dio la respuesta que buscaba, y para mí desgracia era mi siguiente punto en la lista de pesadillas que estaba a punto de convertirse en mi realidad.

Conocía aquella mirada, era la misma que había usado conmigo Nana cuando esperaba sentada en el porche de la mansión lista para salir a jugar con mi padre como había prometido, sin saber que aquella sonrisa acompañada de un te amo sería lo último que recordaría de mi padre.

Mentiría si dijera que mi corazón no se quebró más de lo que mi mente podría comprender cuando la noticia escapó de sus labios, sentenciándome: - Lo siento mucho, tu abuela falleció hace unos minutos, parece ser que las quimioterapias y todo el proceso fue demasiado para ella.

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