CAPÍTULO 37

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— ¡Listo papi! — exclamó Nathy mientras aplaudía desde los hombros de Ezra

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— ¡Listo papi! — exclamó Nathy mientras aplaudía desde los hombros de Ezra.

Tomé una fotografía de ambos a lado de la estrella de navidad que habían colocado en la punta del árbol. Apenas era día de acción de gracias y Nathaniel se había aferrado a la idea de decorar la casa para inaugurar las fechas.

— Esta muy lindo amor. — dije sonriendo mientras Ezra lo bajaba de su hombros con una sonrisa antes de depositar un par de besos sobre sus mejillas.

— ¿Es momento de la sorpresa? — preguntó Nathaniel en mi dirección sin mucha discreción.

— ¿Sorpresa? — preguntó Ezra confundido mientras caminaba en mi dirección hacia la sala — Pensé que pasaríamos el día aquí porque te sentías mal, amor. —

— Nath y yo compramos algo. — respondí con una pequeña sonrisa mientras depositaba un pequeño beso sobre su pecho cuando estuvo lo suficientemente cerca — ¿Por qué no vas por ello amor? —

— Sí. — asintió mi pequeño antes de removerse en los brazos de su padre y salir corriendo hacía mi habitación donde estaban la bolsa de compras y la caja de regalo.

— ¿Te sientes mejor? — preguntó con una sonrisa antes de besarme — Hoy vomitaste en la mañana. —

— Es todo el estrés de la empresa, — mentí enseguida, aunque en realidad yo había creído lo mismo por un cinco semanas — necesito acabar todo ese papeleo antes de que los corporativos salgan de vacaciones y la abuela se vuelva loca. —

— Lo sé pero deberías de ir al doctor, no es normal que lleves tanto tiempo vomitando, sobrevives a base de macarrones con queso y chipotle. — dijo preocupado mientras besaba mi frente.

— Tampoco estoy tan mal, — respondí rodando los ojos — hoy en la mañana me veía muy sana. — dije con coquetería mientras recordaba los momentos antes de que Nathaniel nos metiera un susto de muerte al intentar abrir la puerta la cual habíamos cerrado con seguro — Ya se me quitara. —

Ezra asintió sin mucho convencimiento antes de besarme de vuelta hasta que un par de pasos resonaron por toda la casa avisándonos que cierto torbellino con ojos azules y rizos venía en nuestra dirección.

Nathaniel se sentó sobre los sillones antes de poner las cosas sobre la mesita cafetera repleta de carpetas con fotos para la boda que tenía que colocar en algún álbum.

— Deja de rascarte. — dije mientras me acercaba a él para ayudarlo con las cosas, habíamos regresado de nuestro viaje a la playa el cual había sido nuestra luna de miel y Nath, quien comenzaba a perder su bronceado, no dejaba de desesperarse con la piel muerta que comenzaba a desprenderse de su nariz y mejillas.

— ¿Ya van a decirme qué es? — preguntó Ezra mientras se nos acercaba.

— ¡Pijamas! — exclamó Nathaniel mientras le pasaba la suya — La tuya dice papá. —

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